Josué R. ("Wisin") Díaz Coss

En estas últimas semanas se ha levantado un debate interesantísimo sobre el voluntariado en fincas agroecológicas coordinado desde una escuela de formación agroecológica. Es un tema que me concierne, primero, porque en el 2015 culminamos la investigación y publicación de una tesis de Maestría en Trabajo Social, titulada La precarización del Trabajo Social a través del voluntariado social: nuevos modos sociales de regulación en la relación capital-trabajo en el contexto puertorriqueño 2014-15, sobre el impacto del voluntariado social en el desplazamiento de puestos de trabajo para el trabajo social; y, segundo, porque soy agricultor en formación ecológica y coordinador de una finca escuela dentro de un programa de una escuela agroecológica que recibe voluntariado como parte del proceso de formación del curso. En el caso de la investigación, la temática combinaba bien nuestras realidades como estudiantes practicantes de trabajo social y nuestros intereses de exestudiantes de Sociales (General, Sociología y Psicología, pues es una tesis colectiva). Tuvimos grandes debates y resistencias sobre nuestras posiciones y las diferentes perspectivas desde las que nos posicionamos. Para ese análisis, elaboramos un marco teórico a partir de la teoría de la regulación francesa, que a grandes rasgos recogía varias corrientes teóricas, entre ellas marxistas, neomarxistas, del materialismo económico y keynesiana (reformistas). Estas teorías intentan explicar, desde el materialismo histórico, las convulsiones de los años 70 y cómo reorganizar el contexto. Y son útiles para dilucidar los desafíos que plantea la práctica del voluntariado hoy.
Pero a lo que vinimos… el debate sobre el voluntariado. Según lo que se discute en las redes sociales, se utiliza la definición de la Real Academia Española que establece que un voluntariado es una "colaboración voluntaria en una actividad de carácter social o humanitario”. Y, en términos generales y descontextualizados de la relación capital-trabajo, eso quiere decir que es algo que uno libre y voluntariamente decide hacer, sin que medie fuerza o poder que te obligue a ejecutar la acción. Pero, como bien planteaba una de las partes en este debate, esto es contextual, y ofrecía como ejemplo los debates y discusiones que se vienen teniendo hace unos años en el campo del Trabajo Social como profesión.
Como parte del debate en el campo del Trabajo Social, en nuestra tesis planteamos que “hemos identificado que la regulación de capital-trabajo en estos momentos históricos en el campo de servicios ha sido delegada a la responsabilidad civil que, cada vez más, ha asumido las desigualdades provocadas por el sistema capitalista. Tenemos que reconocer que esta nueva forma de ‘trabajo’ conocida como voluntariado social es muy compleja y tiene muchos ángulos desde donde mirarla” (Díaz Coss, J. R., López Nieves, C. A., & Pagán Rivera, V. G., 2016, p.32). Cuando hablamos de la relación capital-trabajo nos referimos a cómo estas dos categorías interactúan entre sí y cómo estas dinámicas se traducen a procesos institucionales. La regulación de un modo de producción es la manera según la cual se reproduce la estructura determinante de una sociedad en sus leyes generales, y se transforman las relaciones sociales creando nuevas formas de tipo económico y no económico, organizándose de manera tal, que reproducen una estructura determinante: el modo de producción. (Neffa en Torres, 2012, p.278).
Con el desarrollo del neoliberalismo, la privatización de los modos de producción de capital y la nueva forma de otorgación de políticas sociales en una población altamente desempleada formalizaron también nuevas maneras de flexibilizar y regular el sector del mercado laboral. Se promueve el libre mercado en donde el capitalista invierte poco capital monetario en la producción de bienes y servicios, y que simultáneamente, producen otros capitales excedentes que, junto al capital monetario, enriquecen la producción del mercado moderno. Como nos plantean teóricos sociales como Bourdieu, hay otras formas de capital, que no todas son monetarias, como lo son el capital cultural y que se traducen en reconocimiento, conexiones, experiencias que pueden ser explotadas o canjeadas dentro de esta nueva relación capital-trabajo. Según Britos (2013):
La emergencia de nuevas formas de contratación, que en la mayor parte de los casos, implican una precarización del vínculo laboral. En este campo han avanzado la desregulación o formas de re-regulación regresiva del derecho del trabajo. Hacen su aparición de contratación con estándares por debajo del contrato de trabajo típico: contratos por obra o locaciones de servicios para trabajadores autónomos; contratos por tiempo determinado (pero no sólo para empleo temporario) renovados incesantemente; incluso la utilización de figuras como becas y pasantías, en fin, un nuevo repertorio de formas jurídicas que sirven para eludir la relación laboral estructurada en torno al contrato de trabajo por tiempo indeterminado (p.4).
Es en este nuevo contrato social, donde se realizan y se reafirman las nuevas formas de remuneración y regulación. Pero estas nuevas dinámicas de trabajo no se dan sólo en los escenarios tradicionales del trabajo que habían dominado la relación del capital-trabajo: la fábrica y el estado, sino que en esta coexistencia entre los modelos fordistas y posfordistas hay nuevos escenarios laborales dominantes como lo son las organizaciones no gubernamentales (ONG’s) y Organizaciones Sin Fines de Lucro (OSFL).
Las ONGs juegan un papel importante en la rearticulación social que necesita el modelo neoliberal: paliar los costes de las políticas neoliberales atendiendo a los casos más extremos, canalizar la reivindicación social vía participación solidaria y generar consenso con relación a la universalidad y naturalidad del orden económico. “La seguridad y la estabilidad social son imprescindibles para asegurar el correcto funcionamiento del proceso de acumulación y las ONGS junto a otras organizaciones sociales pueden contribuir a esa estabilidad” (Díez, 1999, en Fouce, 2009, p.181).
La mayoría de estas organizaciones trabajan con recursos humanos voluntarios, que en su mayoría son profesionales jóvenes que utilizan estos espacios para adquirir experiencias. Ya que, para ser parte del sistema laboral tradicional, con mayores derechos laborales, se le exige o se le da mayor peso a los candidatos que cuentan con trabajo voluntario en sus experiencias (sea o no remunerado) (Díaz Coss, J. R., López Nieves, C. A., & Pagán Rivera, V. G., 2016, p.36).
Las ONGs apoyadas en una enorme fuerza voluntaria de 190 millones de personas, que significan el 20% de la población adulta de los países analizados, generan anualmente el 5% del Producto Bruto total. Si se sumara todo lo que producen las ONGs de estos 35 países juntas ellas serían la séptima economía del mundo. El producto Bruto que generan combinados sólo es superado por los de USA, Japón, China, Alemania, Inglaterra y Francia. Es mayor que el de Italia, Rusia, España y Canadá (…). Por otra parte, este gran sector de la economía utiliza una fuerza de trabajo muy superior a la de otros sectores. Supera a la industria textil y los servicios públicos (10 veces), a la industria de alimentos (5 veces), y a la industria del transporte (20% más) (Kliksberg, 2007 p.7). En esos mismos países “… los voluntarios representaban el 44% de la mano de obra de las organizaciones de la sociedad civil, es decir, el equivalente a 20,8 millones de trabajadores a tiempo completo” (Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas, 2011, p.23). Para más información sobre cómo se traduce el impacto del voluntariado alrededor del mundo, les invitamos a mirar la tesis. Es por esto por lo que nos cuestionamos esta tendencia al voluntariado como elemento preparatorio al trabajo, como discurso de experiencia laboral formativa. Según Falcón (2001):
…empezar poniendo bajo sospecha a este voluntariado significa también advertir las agendas políticas con las que tanto un Estado Mínimo como un Mercado Omnipresente hacen del voluntariado un elemento funcional al mismo sistema que genera dinámicas de marginación, exclusión e invisibilización social. (p. 291)
Utilizar el voluntariado en esta coyuntura social-política-económica posfordista es seguir perpetuando el mismo sistema que nos ha traído hasta donde estamos hoy. Porque en sí, el problema no es el voluntariado, sino para lo que se está utilizando. Quizás estos procesos no sean tan lineales, ni tan estructurales y haya personas voluntarias aprovechando esos espacios para adelantar posturas, sin embargo, hay un elemento hegemónico de utilidad y funcionamiento de los procesos del sistema capitalista que queremos resaltar. Se trata de un proceso de pérdida de derechos laborales y precarización de la vida y la relación capital-trabajo, como mencionaba Britos (2013) y el propio Falcón (2001) con el trabajo: “la protesta que hace nacer también es protesta ante la complicidad con la injusticia que encontramos—nosotros, los voluntarios/as— en nuestro propio estilo y en nuestras opciones reales de vida.” (p.295).
En la actualidad, la experiencia en trabajo voluntario se está tornando indispensable como pre-entrada al campo laboral. Las experiencias que se obtienen en el escenario de trabajo voluntario añaden valor para dentro del mercado laboral. Esto se concibe como un puente hacia la ocupación, pues “la participación como voluntario en una ONG aumenta la empleabilidad del individuo porque le ayuda a desarrollar ciertas competencias conceptuales y humanas” (Martínez & González, 2001, p.95). Un proceso que consideramos cíclico en la producción de bienes y servicios, y que garantiza una permanencia de condiciones precarias de trabajo. En otras palabras, insertamos a los/as profesionales de servicios al mercado de trabajo sin recibir retribución a cambio, para que luego puedan ser considerados al mercado de retribución por sus servicios impartidos. Como señala Fouce (2009):
El voluntariado sería un sector complementario, cuando no sustitutivo, de la acción estatal pública contribuyendo a la precarización de salarios y al establecimiento de condiciones laborales a la baja en el ámbito de los servicios públicos en general y los servicios de intervención social en particular, se sustituirían trabajadores por voluntarios, se sustituirían acciones públicas por acciones privatizadas desde el marco de las ONG (p.182)
Los procesos de reestructuración no sólo son facilitados por el Estado, sino que se crea todo un entramado ideológico-cultural que transforma la concepción que se tenía del trabajo en la era fordista. El régimen neoliberal no se monta sobre un solo discurso dominante, sino que absorbe distintos discursos alternativos y los hace útiles para el mercado. Pabón & Torrecilla (1996) señalan que en el contexto actual coexisten modos de regulación fordistas y postfordistas, evidentes en el discurso y en la práctica. La especialización del trabajo, mediante sistematización y burocratización de labores, encajona a la clase trabajadora dentro de nuevas formas de trabajo sin alejarla de las viejas concepciones de consumo y formas de trabajo fordista.
La reestructuración del trabajo en la reformulación del voluntariado social como fuerza laboral impacta transversalmente la vida. El trabajo es un proceso que regula nuestro tiempo, y la forma en cómo nos acercamos a nuestras prioridades y responsabilidades. Este andamiaje, además de cristalizarse por el Estado, es apoyado desde los aparatos ideológicos del mismo. Se naturaliza la implementación de los nuevos modos de regulación social en torno al capital-trabajo, reconceptualizando las prácticas, derechos y labores de esta clase emergente de trabajadores/as.
Esta coexistencia entre modos de trabajo recrea una estructura de poderes que están implícitas en el sistema capitalista, separándonos aún más entre los/as trabajadores/as asalariados/as y los/as voluntarios/as sociales. Existe una separación de roles y tareas entre los/as trabajadores/as asalariados/as y los/as voluntarios/as. Según la Ley del Voluntariado de Puerto Rico, Ley Núm. 261 de 2004, según enmendada, las horas de servicio prestadas por voluntarios podrán ser acreditadas por los municipios, agencias, dependencias e instrumentalidades del Estado Libre Asociado de Puerto Rico a los fines de cumplir con los requisitos de experiencia para cualquier trabajo en estas, de conformidad con el reglamento que a tales fines elabore el Departamento del Trabajo (DT) y Recursos Humanos (RH) dentro del término de seis (6) meses a partir de su vigencia (p.5). Ante tal responsabilidad, el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos reacciona al reconocer que existe una contradicción entre la responsabilidad de acreditar experiencia laboral y la no condición de empleados que cargan los/as voluntarios sociales. Pero, cómo nombramos a gente que libre y voluntariamente se organiza y aporta su labor y tiempo para transformar la sociedad en muchas de sus dimensiones: activista social.
El termino proviene del latín activitas y etimológicamente tiene varias acepciones, entre ellas, “movimiento, acción, conjunto de tareas, de funciones, de acciones”, (Diccionario Básico, 2009, p.17). Ocupa la actividad un lugar importante en la psicología y particularmente en las de enfoque marxista, por cuanto no solo conforma el psiquismo del hombre, sino que también influye sobre el medio y en las demás personas… el activismo social, por su parte, es relacionado generalmente con cuestiones de índole política pues en su esencia conduce a la educación ideológica de los ciudadanos; por ello es ampliamente utilizado en función del trabajo con las masas y asume diferentes formas para defender proyectos, enfrentar realidades, combatir situaciones. (Reyes-Rodríguez, E.; Colas-Cos, I., 2017, pág. 40-41)
Una pregunta que me surge es cómo queda todo esto ante el contexto del 2025, con una derecha en ofensiva para cortar servicios a la población, recursos al Estado y cierre de fondos para la tercerización de las responsabilidades del gobierno a las ONG’s (se cerraron varios programas y propuestas federales que nutren el quehacer social de las ONGs) ¿Dónde y cómo nos posicionamos ante el voluntariado social en este contexto?
Otras preguntas que me surgen del debate y en el contexto agroecológico del Puerto Rico de hoy:
Las fincas que reciben el voluntariado ¿están institucionalizadas ante el Estado?
Pocas fincas logran tener una retribución justa para los agricultores obreros (no todos los agricultores son obreros) ya que la retribución por cantidad y trabajo no es justa ante los precios de venta en el mercado colonial de Puerto Rico, ¿cómo clasificamos el apoyo del voluntario en estas fincas? o ¿cómo se genera un programa de acción social en formación de activistas en pro de la soberanía alimentaria?
¿Cómo se transforma una visión activa y crítica de un voluntariado agroecológico a un activismo agroecológico? ¿cuáles serían los cambios en contenido y currículum que se tendrían que aplicar? ¿cuáles serían los parámetros o entendidos que deberíamos generar como comunidad agrícola en búsqueda de generar un movimiento social agrario?
¿Cómo se vería un proceso de activismo político-cultural donde las personas intercambien su tiempo para movilizar y encarnar la agenda colectiva en un contexto como el Puerto Rico, en pleno desplazamiento y donde cada vez más se concentran las tierras en manos extranjeras y de capital nacional?
Referencias:
Bourdieu, Pierre (2000). Poder, derechos y clases sociales. Bilbao, España: Editorial Decleé de Brouwer.
Britos, Norma (2013, 4 de septiembre). Las formas de contratación laboral producto de las transformaciones contemporáneas y su incidencia en las condiciones laborales del Trabajo Social. Ponencia, Congreso de Trabajo Social en Costa Rica.
Díaz Coss, J. R., López Nieves, C. A., & Pagán Rivera, V. G. (2016). La precarización del Trabajo Social a través del voluntariado social: nuevos modos sociales de regulación en la relación capital-trabajo en el contexto puertorriqueño 2014-15. Tesis de Maestría en Trabajo Social, UPR Recinto de Río Piedras. Publicada en Análisis 16(1): 9.17. https://revistas.upr.edu/index.php/analisis/article/view/14042
Falcón, Enrique. (2001). Dimensiones Políticas del Voluntariado de la Promoción al cambio de Estructuras. Cristianisme i Justícia 13: 1-20.
Fouce, José. (Julio 2009). Voluntariado Social en el Siglo XXI: ¿Movimiento Social o Instrumento Neoliberal?. Intervención Psicosocial 18(2):182.
Kliksberg, Bernardo. (2007). El voluntariado en Latinoamérica, siete tesis para la discusión. En: Perold, H. y Tapia, M.N. (editoras) (2007) Servicio Cívico y Voluntariado en Latinoamérica y el Caribe. Service Enquiry/Servicio Cívico y Voluntariado, Volumen 2. Buenos Aires: Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario; Johannesburg: Volunteer and Service Enquiry Southern Africa; St. Louis: The Center for Social Development; Washington DC: Innovations in Civic Participation.
Ley del Voluntariado de Puerto Rico, Ley Núm. 261 2004 https://bvirtualogp.pr.gov/ogp/Bvirtual/leyesreferencia/PDF/Voluntariado/261-2004.pdf
ONU. Informe sobre el estado del voluntariado en el mundo 2011: Valores universales para alcanzar el bienestar mundial. https://www.undp.org/es/publicaciones/informe-sobre-el-estado-del-voluntariado-en-el-mundo-2011
Pabón, Carlos, & Torrecilla, Alturo. (1996). “El capitalismo después del ‘fin de la historia’”. Bordes 3: 19- 28.
Reyes-Rodríguez, Esther; Colas-Cos, Inés. (2017). El activismo social y sus particularidades en la educación. EduSol 17(61).
Torres, Danilo (2012). La nueva historia económica, la teoría de la regulación y el análisis histórico social: notas para un debate. Apuntes del CEN 34(54: 278).
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Josué R. ("Wisin") Díaz Coss es agricultor y trabajador social comunitario. Forma parte de Finca El Vapor.
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