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Trabajar por el triunfo de la Alianza sin caer en el triunfalismo

Jorge Farinacci Fernós


En este escrito discutimos la importancia de trabajar arduamente por el triunfo de la Alianza en las elecciones del 5 de noviembre de 2024 sin caer en la trampa del triunfalismo y los efectos negativos que podrían materializarse de incurrirse en ese error. Específicamente, se abordará la importancia de preservar el entusiasmo actual que ha hecho realidad la posibilidad del triunfo de la Alianza en los comicios, sin que ello tenga como efecto el que cualquier escenario distinto al triunfo electoral completo sea visto como una derrota y produzca un sentimiento generalizado de decepción, desmoralización y desmovilización. Debemos evitar esa posibilidad y parte fundamental de ello es prepararnos para distintos escenarios en cuanto al desenlace de los comicios y reconocer los importantes adelantos que se han hecho, independientemente de dicho resultado.


Dicho de otra manera, se trata de discutir cómo trabajamos por el triunfo de la Alianza sin caer en el triunfalismo, y cómo manejar las expectativas desde ahora sin caer en el derrotismo.


En la política, sobre todo la electoral, existe más de una manera de ganar. En el caso particular de Puerto Rico, las fuerzas progresistas han estado históricamente excluidas del poder gubernamental al no contar con alternativas electorales viables. Pensar que el no lograr una victoria aplastante en el 2024 debe verse como una derrota sería un error histórico que debemos evitar a toda costa. La pregunta fundamental en estos momentos es cómo seguimos trabajando por ganar sin generar expectativas falsas que, de no cumplirse, tengan efectos ulteriores nocivos que nos impidan construir sobre lo logrado.


Trabajar para Triunfar


El momentum en este tramo final de la campaña electoral le pertenece, indiscutiblemente, a la Alianza. El entusiasmo y la energía que rodea las candidaturas de la Alianza y la posibilidad de su triunfo contrasta dramáticamente con el sentido de desesperación y negatividad que caracteriza actualmente a las fuerzas del bipartidismo. 


Parte de la explicación para este fenómeno se encuentra en la capacidad que ha tenido la Alianza de proyectarse como una alternativa viable de gobierno en Puerto Rico. Es decir, no se trata únicamente de votar por las personas que mejor representan la visión del país que queremos, sino que la posibilidad de ganar el evento electoral también se está viendo como algo palpable y alcanzable. La posibilidad de triunfo ha generado un entusiasmo que nos da, precisamente, la posibilidad del triunfo.


Esto tiene el potencial de generar un empuje final que puede llevar a que ese objetivo se logre. En muchas ocasiones, proyectarse hacia el triunfo es parte importante de obtenerlo. Es decir, se genera un círculo virtuoso en el que, al proyectar la posibilidad de ganar, se crean las condiciones necesarias para poder ganar. Esto es particularmente cierto en el entorno electoral, en el que las proyecciones generan resultados reales. No podemos descontar el impacto que tienen el entusiasmo y el convencimiento en la posibilidad de triunfo en el comportamiento electoral de sectores amplios de nuestro país. Las elecciones son, en parte, un fenómeno sociológico y cultural que reflejan las actitudes de importantes sectores de nuestro Pueblo.


Esa energía la tiene actualmente la Alianza y no hay razón alguna para abandonarla o modificarla. El entusiasmo de pueblo que se ha generado será crucial para darle a las candidaturas de la Alianza la mayor posibilidad de triunfar electoralmente. La sed de cambio es notable y se fortalece a medida que el cambio se ve como algo posible y no meramente imaginado. El mero hecho de que la Alianza esté en posición de derrotar al bipartidismo y lograr conformar un gobierno al servicio de la gente es indicativo del éxito que ya hemos tenido. Se trata de un escenario que hace 15-20 años hubiese sido inconcebible. Pero aquí estamos y no debemos detenernos.


Indudablemente, debemos continuar dando la milla extra por maximizar esas posibilidades de triunfo. Está a nuestro alcance. No es momento de proyectar inseguridades o asumir el miedo derrotista. Esto podría generar un círculo vicioso en el que, por pensar que no se puede ganar, se crean las condiciones subjetivas que imposibilitan el triunfo. 


No se trata de subjetivismo o voluntarismo. Se trata de un elemento innegable de todo proceso electoral: para ganar hace falta demostrar la convicción en la posibilidad de ganar. Muchas personas quieren votar por quien puede ganar y es importante proyectar esa posibilidad. El problema del subjetivismo se da cuando el entusiasmo saludable por la posibilidad del triunfo se convierte en triunfalismo. 


Evitar el Triunfalismo


Existen importantes diferencias entre luchar con entusiasmo para hacer posible el triunfo de la Alianza y caer en la trampa del triunfalismo. Debemos impulsar lo primero y evitar lo segundo.


Con triunfalismo nos referimos a la idea de que el éxito está asegurado, de que la obtención de una gran victoria está a vuelta de la esquina, y de que cualquier aseveración en contrario debe ser combatida. También nos referimos a la idea de que todo lo que no sea un éxito total debe verse, necesariamente, como una derrota.


En primer lugar, resulta indispensable que nos preguntemos qué se consideraría un triunfo en las elecciones del 2024. Sin duda, conseguir la Gobernación, la Comisaría Residente, una mayoría en ambas cámaras legislativas y un número significativo de alcaldías sería la versión óptima del éxito. Y, nuevamente, se trata de algo que, al día de hoy, está en el mundo de lo posible. 


Pero existen otros escenarios dignos de celebración por parte de las personas que han puesto sus esperanzas en la Alianza; escenarios que, si bien no incluyen la obtención de todos los escaños electivos que quisiéramos, no deben verse, ni remotamente, como una derrota. Por ejemplo, no podría considerarse una derrota si, a través de todo Puerto Rico, la Alianza se convierte indiscutiblemente en la principal fuerza de oposición, desplazando al Partido Popular Democrático y al Proyecto Dignidad. 


Como consecuencia, debe evitarse la generación de una frustración entre la militancia y simpatía de la Alianza y el MVC en caso de que no se consiga todo lo que se quiere. Sin renunciar a nuestra aspiración de una victoria en la gobernación, si Juan Dalmau llega en segunda posición con una cantidad significativa de votos, ello sería una victoria histórica para las fuerzas progresistas y alternativas en Puerto Rico. Lo mismo ocurriría con la Comisaría Residente y otros puestos estratégicos. No hay que lograr el escaño para reconocer el gran salto cualitativo que significaría que la Alianza desplace, por ejemplo, al Partido Popular Democrático como la principal fuerza de oposición del país. 


Lo anterior requiere que las fuerzas que componen la Alianza manejen sus expectativas, evitando tanto el triunfalismo como el derrotismo. Apostamos a la victoria, pero nos preparamos para otros escenarios menos favorables que, vistos objetiva e históricamente, constituyen una victoria de todas formas.


No podemos perder de perspectiva el poder que tiene el bipartidismo en Puerto Rico, particularmente el Partido Nuevo Progresista (PNP). Se trata de un poder de naturaleza económica y mediática que incluye una maquinaria electoral formidable, control del organismo electoral y de la judicatura, acceso a cantidades exorbitantes de dinero, las ventajas de la incumbencia y el dominio de los recursos gubernamentales, entre otros muchos. 


Derrotar al bipartidismo, y al PNP en particular, no es tarea fácil. Se trata de un partido que ha ganado la mayoría de los eventos electorales en las últimas décadas, que solamente ha perdido control de la Asamblea Legislativa dos veces desde 1992 y que controla una cantidad significativa de alcaldías. Recordemos que tan reciente como el 2008, el PNP obtuvo el 53% de los votos, logrando más de un millón de sufragios.


De las fuerzas que componen el bipartidismo, resulta evidente que la colectividad más debilitada es el Partido Popular Democrático (PPD). Si bien ese partido conserva una presencia notable en importantes alcaldías y distritos senatoriales y representativos, su fuerza nacional está grandemente mermada, particularmente en el área metropolitana. Es decir, el debilitamiento del PPD ha tenido más velocidad en el caso del PPD que el PNP. Si la Alianza logra posicionarse como la segunda fuerza del país, desplazando al PPD, ello debe verse, a todas luces, como una gran victoria para las fuerzas progresistas del país. No podemos olvidar que estamos hablando del partido que dominó el panorama político puertorriqueño por décadas, logrando, incluso, obtener el respaldo de más de 60% del electorado durante las décadas de 1950 y 1960.


Lo mismo debe concluirse si, a pesar de no lograr una mayoría en ambas cámaras legislativas, se logren elegir ciertos escaños claves, particularmente aquellos correspondientes al área metropolitana. Incluso, llegar un cercano segundo lugar merece un análisis positivo por parte de la Alianza. 


No podemos perder de perspectiva de que desde 1968, ninguna fuerza electoral fuera del bipartidismo ha ganado un escaño legislativo distrital. Llegar segundo sería un éxito; lograr un escaño sería histórico; lograr múltiples escaños sería monumental. Lo mismo podemos decir en cuanto a las alcaldías, particularmente San Juan y Humacao, entre otras muchas. Ni hablar de que, en la historia política de Puerto Rico, ninguna persona ha sido electa a la Asamblea Legislativa mediante el mecanismo de nominación directa, cosa que Rafael Bernabe y Mariana Nogales aspiran a cambiar.


Evitar el Derrotismo


Si el triunfalismo es una trampa que debemos evitar, lo mismo debe hacerse con el derrotismo. Se trata de la idea de que la victoria es imposible, que se trata de un acto fútil, y que todo el esfuerzo en dirección contraria ha sido en vano.


Este fenómeno se manifiesta de dos maneras.


En primer lugar, adoptando una posición de fatalista desde antes que se celebre el proceso electoral. Ese tipo de actitud puede ser altamente nocivo y puede terminar siendo una profecía auto-cumplida. Al proceso electoral se va sin falsas expectativas, pero tampoco se puede ir pre-derrotado. Nada está escrito hasta que se cuenta el último voto. 


En segundo lugar, asumiendo una postura excesivamente crítica después del resultado electoral, particularmente si este no se asemeja suficientemente a lo deseado. Se trata, pues, del resultado natural del triunfalismo. En ese sentido, el triunfalismo antes de las elecciones tiende a producir un derrotismo después de las elecciones si el resultado no es el más favorable posible.


Tareas poselectorales


Indudablemente, una vez culmine el proceso electoral, la Alianza en general y el MVC en particular, deben llevar a cabo un proceso serio de reflexión, análisis y auto-crítica. En este proceso será crucial el papel de los sectores de izquierda dentro y fuera del MVC.


Esto debe hacerse, incluso en caso de una victoria en su acepción más favorable. Esto incluye una evaluación de (1) la estructura organizativa del MVC (incluyendo la Red de Redes) y su rol en la campaña electoral, (2) la campaña en sí, (3) los resultados obtenidos, (4) la situación política que surja de los comicios, y (5) un proceso de rendición de cuentas por parte de los componentes organizativos del MVC, incluyendo su liderato, su componente electoral y los asuntos financieros. También debe discutirse, con calma y seriedad, los próximos pasos a seguir (organización de la delegación legislativa –de haber-, renovación del liderato, construcción del gobierno de la Alianza o la oposición –según sea el caso-, las alternativas en cuanto a la inscripción de la Alianza y/o las fuerzas que la componen, entre otras). 


Por ahora, la tarea es clara: dar la milla extra, mantener el entusiasmo, trabajar por el triunfo; pero siempre con honestidad, humildad y realismo. La coyuntura electoral del 2024 es particularmente favorable para los sectores progresistas. Pero no serán el último evento electoral en nuestro país. Hay un día después e, independientemente de los resultados, hará falta una fuerza política y electoral progresista que rete las lógicas del neoliberalismo.


Esto apenas está comenzando.


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Jorge Farinacci-Fernós es catedrático asociado de Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, donde enseña Derecho Constitucional, Historia del Derecho, Derecho Administrativo y Redacción Jurídica.

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