Por Gilbert Achcar
Mientras el ejército israelí ultima sus preparativos para atacar la ciudad de Rafah, que acogió a más de la mitad de la población de Gaza tras su desplazamiento desde otras zonas de la Franja, es decir, a más de un millón de personas, las Fuerzas de Apoyo Rápido sudanesas se preparan para atacar la ciudad de El Fasher, capital de Darfur del Norte, cuya población ha superado el millón de habitantes después de que nuevos desplazados se unieran a los anteriores. En ambos casos, la población local se enfrenta a una guerra genocida: una la libra un ejército sionista inspirado en un proyecto racista judío que pretende controlar toda Palestina y se basa en el genocidio acompañado de limpieza étnica, mientras que la otra la libran bandas armadas motivadas por ambiciones racistas tribales y árabes que pretenden controlar toda la región de Darfur (que tiene una superficie aproximadamente veinte veces mayor que la de Palestina entre el río y el mar) y también se basa en el genocidio acompañado de limpieza étnica.
Mientras nos enfrentamos al horror de la actual guerra genocida sionista en Gaza, que ha causado después de siete meses y una semana casi 45.000 muertos (teniendo en cuenta los cadáveres no identificados que siguen bajo los escombros, que ascienden a 10.000 según la estimación más baja), nos enfrentamos a una guerra que no es menos horrible en Darfur, si se mide por el número de muertos que se produjeron el pasado otoño sólo en la ciudad de El Geneina, en Darfur Occidental, donde un informe de la ONU estimó que entre 10.000 y 15.000 murieron a manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido, de una población total de 150.000 personas. Este porcentaje es una advertencia de que el número de muertos en El Fasher podría alcanzar entre 60.000 y 100.000 si los agresores lo ocuparan, sobre todo teniendo en cuenta que la guerra genocida librada en Darfur bajo el mandato de Omar al-Bashir, a partir de 2003, dejó un número de muertos que alcanzó los 300.000 según las estimaciones de la ONU. Esto por no hablar de la magnitud de la catástrofe humanitaria, que en Sudán supera a la de Gaza, ya que el número de desplazados dentro y fuera del territorio sudanés supera los 8,5 millones, gran parte de los cuales están amenazados por una hambruna no menos horrible que la que amenaza ahora a la población de Gaza.
Si el ejército sionista ocupara Rafah tras asediarla sin que ninguno de sus residentes y desplazados allí se atreviera a salir por miedo a ser masacrados, como ocurre en El Fasher, el número de muertos no sería inferior al que le espera a la capital de Darfur del Norte. Pero la presión internacional sobre Israel, incluida la presión de su socio estadounidense en la guerra contra Gaza —influido por el asombroso movimiento mundial de solidaridad con el pueblo de Gaza, incluido el movimiento que partió de universidades estadounidenses—, ha obligado al Estado sionista a tratar de reducir el número de víctimas potenciales de su ataque contra Rafah pidiendo a los gazatíes que abandonen la ciudad y se trasladen a la zona costera "humanitaria" ampliada de Al-Mawasi, al oeste de la ciudad de Jan Yunis. Sin embargo, a diferencia de Gaza y Rafah, no existe ningún movimiento mundial en torno a la guerra en curso en Sudán ni interés alguno por el destino que aguarda a El Fasher, salvo algunos raros artículos en la prensa mundial.
Los partidarios de Israel interpretan esta diferencia de intereses como derivada del "antisemitismo", en el sentido de hacer responsable al Estado "judío" de normas más estrictas que las que se aplican a otros países. La verdad es que el mundo occidental se preocupa por Israel por "compasión narcisista", ya que ve al Estado sionista como una cuña occidental en el flanco del Oriente árabe. Es esta "compasión narcisista" la que lleva a los medios de comunicación occidentales a prestar mucha más atención a las víctimas del 11 de septiembre, que fueron aproximadamente 3.000, y a las víctimas del 7 de octubre, que fueron 1.143 del lado israelí, que a los millones de víctimas que han caído y siguen cayendo en las guerras del África subsahariana en particular. Pero la identificación occidental con Israel, que es básicamente "compasión narcisista", se vuelve en su contra, ya que las personas de buena conciencia de la opinión pública occidental le exigen responsabilidades del mismo modo que a sus propios gobiernos.
Así, el movimiento contra la guerra de Estados Unidos contra Vietnam en los países occidentales superó con creces al movimiento contra la guerra rusa contra Ucrania. Esto se debe a que quienes están en contra de la guerra en Occidente vieron que la responsabilidad de la primera recaía en el país occidental más poderoso, mientras que no sienten una responsabilidad similar por lo que está haciendo el Estado ruso. La razón por la que su interés por la embestida de Israel contra Gaza es mucho mayor que su interés por lo que está ocurriendo en Darfur es su conciencia de que el Estado sionista es una parte orgánica del campo occidental, y que su agresión contra el pueblo palestino no habría sido posible sin la participación de Estados Unidos. Esto es lo que Mahmoud Darwish quiso decir a la poeta israelí Helit Yeshurun, durante una entrevista que le realizó en 1996: "¿Sabes por qué los palestinos somos famosos? Porque ustedes son nuestros enemigos. El interés por la cuestión palestina surge del interés por la cuestión judía. Sí. La gente se interesa por ustedes, no por mí... ! El interés internacional por la cuestión palestina no hace sino reflejar el interés de la gente por la cuestión judía."
Esta es la verdad, pero no nos absuelve a nosotros, los árabes, de la culpa de "compasión narcisista" al mostrar interés por lo que el Estado sionista está haciendo a nuestros hermanos y hermanas palestinos, utilizando armas proporcionadas por los Estados Unidos de América, pero indiferencia ante lo que las bandas árabes están haciendo a los pueblos africanos no árabes en Darfur, utilizando armas proporcionadas por los Emiratos Árabes Unidos. Las personas de buena conciencia que se adhieren a los valores humanistas deben denunciar los crímenes que tienen lugar en Darfur y Sudán, al igual que denuncian los crímenes que tienen lugar en Gaza y Palestina.
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Gilbert Achcar es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en SOAS, Universidad de Londres. Entre sus libros se encuentran: El choque de barbaries: la creación del nuevo desorden mundial; Dangerous Power: The Middle East and U.S. Foreign Policy, con Noam Chomsky; Los árabes y el Holocausto: la guerra árabe-israelí de narrativas; El pueblo quiere: una exploración radical de la insurrección árabe; y La nueva Guerra Fría: Estados Unidos, Rusia y China, de Kosovo a Ucrania.
Traducido por César Ayala de la versión en inglés publicada en https://gilbert-achcar.net/genocidal-war-and-solidarity.
El original árabe fue publicado en Al-Quds al-Arabi el 14 de mayo de 2024.
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