Por Francisco A. Santiago Cintrón
Se reactivaron los motores. En las pasadas dos semanas, luego de un relativo silencio, han surgido voces estudiantiles a lo largo y ancho del sistema de la Universidad de Puerto Rico (UPR). La razón no es liviana: mediante la posible aprobación del Plan de Ajuste de Deuda, el cual incluye un recorte al presupuesto destinado a la UPR, se postra la amenaza del cierre de, al menos, tres recintos por falta de fondos operacionales. A ello se le suma la triplicación del costo de matrícula en los últimos cuatro años, la reducción en la oferta académica, la baja en la cantidad de profesores, la falta de fondos para investigación, entre otros recortes llevados a cabo como parte del desmantelamiento institucional. Es decir, con estos recortes, el estudiantado forma parte de una universidad mucho más cara, pero mucho más pobre en lo que respecta a la cantidad y calidad de los servicios que pudiese ofrecer.
Es dentro de dicho marco objetivo que se desarrollan los esfuerzos organizativos del estudiantado y las actividades de impacto en las últimas semanas. Es, a su vez, dentro de dicho contexto que se comienzan a dar distintos acercamientos por parte de ex-alumnos del sistema UPR en apoyo al Movimiento Estudiantil actual. Desde la creación de Comités de Exalumnos hasta el apoyo colaborativo en lo individual o desde organizaciones políticas, observamos una multiplicidad de sectores que cursaron estudios en la UPR poniéndose a la disposición del movimiento estudiantil. Y no es para menos. Aún así, cabe preguntarse: ¿de qué manera podemos ser de apoyo al Movimiento Estudiantil? ¿Dónde se traza la raya entre la solidaridad y el paternalismo?
Tales preguntas solo pueden ser trabajadas desde el colectivo. No obstante, es el objetivo del presente ensayo aportar a dicha conversación. Más aún, cuando existen espacios desde los cuales mejorar si comparamos la dinámica del presente proceso con la última huelga estudiantil ocurrida en el 2017. Y es que, a mi entender, este Movimiento Estudiantil tiene todos los elementos de ser una oleada distinta al de la última huelga, aun cuando muchos de los temas puedan ser similares. Al igual que con otros procesos de lucha social, el Movimiento Estudiantil puertorriqueño se comporta en forma de oleadas, en la cual si bien hay un traspaso -débil- de memoria histórica entre cada oleada, cada ola tiene una serie de características que la hacen única con respecto a las que les antecede y con los que les pueda proceder [1].
En ese aspecto, quizás quienes participamos de la huelga estudiantil del 2017 podremos brindar apreciaciones importantes en torno a los aspectos positivos y negativos de la participación de exalumnos en procesos de lucha estudiantil posteriores. Ello, dado que la huelga estudiantil del 2017 fue el fin de una oleada que comenzó con los procesos de lucha estudiantiles del 2005 y cuyo pico simbólico se traza con la huelga del 2010. Es decir, en todo el transcurso de los esfuerzos organizativos rumbo a la huelga del 2017, y en el transcurso de la huelga en sí, la huelga del 2017 siempre tuvo como referente, al menos en Río Piedras, los logros y las sombras de las huelgas del 2010-2011. En dicha dinámica surgieron tendencias que establecían, por ejemplo, la necesidad de durar más que la huelga del 2010 como un elemento comparativo de mayor éxito a dicha huelga.
A su vez, la participación acentuada de exalumnos que fueron claves en los procesos anteriores a la huelga del 2017 trajo consigo dinámicas de paternalismos y de intentos de incidir sobre la táctica y la estrategia del proceso estudiantil del 2017 desde los espacios participativos estudiantiles. El saldo de tales acciones puede que sea positivo o negativo dependiendo de la apreciación de a quien le preguntes, pero no quita que fue un elemento clave del proceso estudiantil del 2017. La fuerte carga que la huelga del 2010 tuvo en nuestro proceso, tanto como referente histórico como por la participación política de algunos que estuvieron en dicho proceso es muestra de que ambas huelgas formaron parte de un proceso único, aún cuando ya desde el 2017 se comenzaban a profundizar en las exigencias del país.
Entonces ¿dónde uno traza la raya? Poco tiene que ver con la forma organizativa en que decidan participar aquellos exalumnos que deseen brindar su apoyo a las protestas. Bien sea desde un Comité de Exalumnos, desde su carácter individual o desde organizaciones políticas con características intrageneracionales, no cabe la menor duda de que la solidaridad se va a brindar y que habrá diálogos de memoria histórica en torno a pasados procesos estudiantiles. A lo sumo, siempre es positivo la generación de espacios organizativos para personas que previamente no tengan espacios desde los cuales se sientan convocadas.
En el movimiento estudiantil actual hay compañeros, compañeras y compañeros que también militan en espacios políticos con memoria histórica de procesos pasados, que tienen amistades a nivel individual que participaron de pasados movimientos estudiantiles o que simplemente fueron participantes de la huelga del 2017 y hoy cursan estudios posgraduados. Es decir, aún siendo un proceso débil, es imparable la recolección de memoria histórica de los pasados procesos estudiantiles. Hay que descartar la premisa liberal puritana de “proteger el proceso estudiantil de elementos del pasado” en la medida en que dichos procesos no se pueden controlar, y es positivo que ello sea así.
Ahora bien, la pregunta persiste: ¿dónde se traza la raya? Es mi propuesta sugerir que la línea se traza al momento de participar activamente en los espacios del movimiento, es decir el pleno o la asamblea, en materia de táctica y estrategia con tal de incidir en la dirección que el Movimiento Estudiantil desee tomar. No entiendo correcto intentar incidir en dichos espacios por varias razones.Trastocaría la dinámica democrática de los procesos participativos estudiantiles. Es claro que une estudiante de primer año está en desventaja en un pleno estudiantil al momento de enfrentarse en debate con un exalumno, o posgraduado, con mucho más años de experiencia que elle. Esto puede llevar a que compañeros estudiantes se sientan cohibidos al momento de tomar turnos, o roles, en el espacio.
El Movimiento Estudiantil no solo tiene como función defender la educación pública y plasmar los deseos del futuro del país, sino que sirve de escuela de formación para que futuras generaciones adquieran una serie de herramientas que les serán útiles tras graduarse para continuar haciendo valer los derechos de nuestro pueblo. En la medida en que exalumnos, o alumnos con largo historial, coopten dichos espacios, por más mérito que tengan, privan a futuras generaciones de espacios de formación política hacia el futuro.
Por otro lado, creo que es poco lo que podamos aportar en el presente en lo que respecta a la táctica y estrategia estudiantil. Por más memoria histórica y aspectos técnicos que generaciones pasadas podamos ofrecer (que es sumamente importante, que ya está ocurriendo y es un trabajo que debe continuar), lo que hay ahora es un proceso totalmente distinto desde el cual, más allá de lo que yo u otres podamos aportar, pienso que hay que sentarnos a escuchar y aprender. Este nuevo movimiento tiene referentes, métodos y retos que el movimiento del cual yo participé no teníamos. Es, en efecto, el principio de una nueva oleada.
Para comenzar, los referentes de lucha y de acción que tienen de frente son totalmente distintos a los que teníamos, al menos, en el 2017. En el presente, la experiencia estudiantil del 2017 es relegada por procesos históricos que en nuestro país han calado mucho más hondo en la psiquis de nuestra gente. El paso del huracán María, el desastre humanitario que le siguió, el verano del 2019, los terremotos del principio del 2020 y la pandemia son actualmente los referentes que tienen de frente el movimiento estudiantil. Más aún, el Movimiento Estudiantil actual se enfrenta a consideraciones que no formaban parte de las dificultades organizacionales que nos enfrentamos en el pasado. Se enfrentan a un estudiantado más pequeño, más heterogéneo, en el cual un sector considerable no conoce la convivencia universitaria física dado a la pandemia, por lo que la mayoría de las interacciones se dan exclusivamente por vía cibernética. Es decir, aún cuando a nivel macro la lucha sigue siendo contra el PNPPD, la Junta de Control Fiscal y las medidas neoliberales, el campo organizativo es totalmente distinto tanto en sus condiciones objetivas como en sus condiciones subjetivas.
Es desde esa apreciación que les exalumnes nos debemos acercar al nuevo Movimiento Estudiantil. Cabe destacar que con dicho planteamiento no insinúo que haya algún sector de exalumnes que se plantee accionar en los espacios de toma de decisión del movimiento. No obstante, en aras de contribuir a la conversación, que ha tenido sus matices en las redes sociales, me reafirmo en mi postura. Al final del día, en lo que respecta a la lucha estudiantil en el presente, es más lo que elles pueden enseñar a nosotres que lo que nosotres podamos enseñarle a elles.
Nota:
[1] La metáfora de la oleada para describir procesos sociales fue primero utilizada por Marx. Ver: Alvaro García Linera, Soy un leninista de la NEP Jacobin América Latina https://jacobinlat.com/2021/10/12/soy-un-leninista-de-la-nep-2/
Francisco A. Santiago Cintrón es miembro de Acción Independentista y participó de la Huelga Estudiantil del 2017
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