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Primarias del bipartidismo y la coyuntura política actual en Puerto Rico


Número especial


por Cristina Pérez


por Francisco J. Fortuño Bernier


por Jorge Farinacci Fernós


por Rafael Bernabe Riefkohl





Primarias 2024 y habladurías de pasillo en el Capitolio, una crónica por Cristina Pérez

"Parece que las primarias del domingo cambiaron el juego un poco”, le comenté el martes a un veterano asesor legislativo que visitaba la oficina donde trabajo, la del senador Rafael Bernabe, para darle seguimiento a un proyecto de ley.


“El domingo cambió el juego, el tablero y el resto del país”, me respondió. “La política en Puerto Rico va a cambiar drásticamente de ahora en adelante”. 


El domingo, 2 de junio, el Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD) celebraron sus primarias. En estas, el PNP descartó al gobernador incumbente Pedro Pierluisi para favorecer a la actual comisionada residente en Washington DC, Jenniffer González. Ese día, 292,332 personas se movilizaron para participar en las primarias penepés a la gobernación, un número sorprendentemente bajo en comparación a primarias anteriores. En  2020, por ejemplo, aun con órdenes de cuarentena, el PNP logró una participación similar a la del domingo: 291,607 votantes. En 2008, en contraste, el PNP movió 751,616 personas a votar en sus primarias. Dieciséis años después, casi medio millón de votantes menos fueron a las urnas del PNP. 


“Me duele mucho y no lo esperaba”, confesó Pierluisi en la conferencia de prensa donde dio a conocer su derrota. 


A la vez que Pierluisi se desahogaba aturdido frente a las cámaras, el PPD también se  enfrentaba con horror a su propia decadencia. Esta vez, los populares tendrían que darse cuenta de que su peligro es perder no solo un candidato, sino el partido entero.


Para contexto: en las primarias pandémicas del 2020, donde todos estuvimos encerrados en nuestras casas, el PPD movilizó 217,031 personas a votar. Un número bajo en comparación a otros eventos electorales, pero entendible por el encierro. Este domingo, sin órdenes de cuarentena o toques de queda, solo llegaron a los colegios 134,579 votantes populares—una diferencia de unos 82 mil votos menos, o un 38% menos de participación.


Y no me sorprende que ninguno de los dos competidores a la gobernación popular–ni Jesús Manuel Ortiz ni Juan Zaragoza–pudiera sacar al partido a votar ni como antes ni como en la pandemia. Todo apunta a que el Partido Popular desaparecerá antes de que termine la década y que sus militantes lo saben. 


***


La sensación de desesperación también permeó en la sesión legislativa de ayer. Los cambios de ánimo no tardaron en dejarse sentir, ni entre los integrantes del senado ni entre los demás empleados del capitolio.


Javier Aponte Dalmau, el portavoz de la “mayoría” popular en el senado y perdedor en las primarias populares, se ausentó al hemiciclo. Sin embargo, dispuso que sobre 10 medidas inocuas de su autoría se atendieran. Todas inocuas. Repito inocuas porque el objetivo de estas medidas es cambiar el nombre de los edificios que albergan las distintas estaciones del Tren Urbano.


Por otra parte, Thomas Rivera Schatz—quien, a pesar de revalidar como candidato en las primarias, perdió, al ser Pierluisi su candidato a la gobernación—sintió la necesidad de formar un reperpero durante la sesión y se puso a discutir la interpretación de unas reglas del procedimiento parlamentario con Ramón “Ramoncito” Ruiz Nieves, popular, quien presidía los trabajos al momento. 


Por su parte, el PPD decidió recesar los trabajos del senado hasta el jueves, 13 de junio, 9 días después. En pleno fin de cuatrienio, cuando cada día de sesión importa. Qué importa a populares y penepés que todavía haya cientos de medidas realmente necesarias por evaluar. A ellos no les importa que haga falta reglamentar los alquileres a corto plazo, cuyo desenfreno ha contribuido a la crisis de vivienda; que haga falta ponerle garras a las medidas anticorrupción; o que el sistema de salud requiere urgentemente reformas revolucionarias.


Esta vez, la sorpresa de las primarias los dejó paralizados momentáneamente… ¿y qué se puede esperar de ellos para noviembre? Lo mismo o lo contrario. Le sugiero a la Alianza y sus partidos que se preparen para lo peor en ambos escenarios. La victoria es posible. El voto útil, ya dijo el alcalde penepé de Camuy, Gabriel “Gaby” Hernández, va a estar entre el PNP y la Alianza/Patria Nueva. Y así sea para azuzar al PPD, es un comentario interesante. 


***


A la hora del almuerzo, en la fila de la cafetería, escuché a empleados burlarse de uno de los eventos más memorables del fin de semana.


“Unos nuggets, por favor”, pidió uno.


“¿Con qué salsa?”, preguntó el empleado.


“Con la salsa que cogió Tatito en las primarias de Dorado”. 


Risas por toda la cafetería. Una de las empleadas, sagaz, respondió: “Ese chiste lo vi anoche en Twitter, te copiaste”.


El mismo día de las primarias, Carlos “Carlitos” López, que ha sido alcalde de Dorado desde 1987, despachó a su contrincante perdedor, Rafael “Tatito” Hernández, con un elegante “¡[p]a’ la fila del desempleo [va,] que bastante vago que es!". Ataviado con una camisa de botones magenta y dos flores de lis—emblema del municipio de Dorado—bordadas en rojo sobre el pecho, el incumbente condenó que su contrincante y otrora discípulo no identificara su campaña con la insignia y colores del PPD–un rechazo al legado de Muñoz Marín y Hernández Colón, según Carlos López.


Para quienes no residen en el “paraíso de Puerto Rico” y no se hayan enterado: Tatito, muy descaradamente, basó la imagen de su campaña en los colores y la estética de la oposición, el Movimiento Victoria Ciudadana. Abandonó el rojo en favor de una combinación mostaza-dorado y marrón oscuro, casi negro. Aunque es presidente de la cámara, nos creyó tan ingenuas como para presentarse como el candidato del “cambio” para Dorado… Este señor ha salido electo desde 2009 y ha hecho todo lo posible desde entonces para situarse en el poder. 


Nadie sabe con qué cara irá Rafael “Tatito” Hernández a presidir la Cámara de Representantes después de esta. En su intento fatídico obtuvo solo un 29% de los votos. Se quedó corto, después de pasar meses “falfullando” (sic), en palabras de Rivera Schatz, y diciendo que se haría con la alcaldía. Ya me habían dicho que Tatito estaba preparándose el camino para el 2028. Quién sabe si eso siga en pie después del domingo. Lo que sí sé es que en estas primarias Tatito tuvo que recoger velas y aceptar una derrota francamente asquerosa. Tal vez en la empresa privada le vaya mejor.

***


Este intento de pasar gato por liebre es un fenómeno que no solo se da en Dorado. Lo hemos visto en campañas como la de Jenniffer González, quien también se presenta como una candidata refrescada que viene a cambiar las cosas. ¿No ha sido ella misma quien ha ostentado una variedad de puestos electivos desde hace 22 años? Desde la presidencia de la cámara de representantes (junto a Rivera Schatz en el senado y Luis Fortuño Burset en la gobernación) y, recientemente, la comisaría residente en Washington DC, la recién escogida como candidata a la gobernación por el PNP ha ostentado en el pasado su buena parte del poder. 


¿Y qué ha hecho ella con ese poder durante todo este tiempo? Lo mismo que Tatito. Lo mismo que el resto del PNP o el PPD, juntos. Poco más que un aguaje.


***

Cristina Pérez es fotógrafa amateur, candidata al senado por el distrito de Arecibo por MVC/La Alianza, secretaria de una oficina legislativa y co-anfitriona de La Astilla, un podcast de análisis político.


Primarias 2024: el desgaste de no tener poder por Francisco J. Fortuño Bernier

Como de costumbre, en esta campaña primarista los políticos han deleitado al pueblo clavando en cada poste una colección de carteles que, más que anunciarles efectivamente, demuestra la necesidad imperiosa de promulgar la educación en el arte gráfico e instruir una distribución racional de tinta y papel.


Entre los menos feos, destaca una serie de pancartas sobre la obra de quien pronto será el próximo exgobernador del país, Pedro Pierluisi Urrutia. La idea es simple: sobre la cara sonriente e inspirada del gobernador, cada pasquín indica la obra número equis del mandatario. La ejecución, sin embargo, dista mucho de lo que promete. 

Así uno pasa bajo un poste donde se lee:


"OBRA # 570 

PLACAS SOLARES

CLASE TRABAJADORA”


¿A qué genio de la comunicación política se le habrá ocurrido este non sequitur? ¿A qué teorías de la semiótica política habrá que recurrir para entender este afiche?

Para lo que no hace falta un estudio sistemático de cómo los seres humanos le damos sentido a imágenes o palabras es para entender que la desesperación del gobernador en las postrimerías de esta contienda tiene que haber sido terrible. No hay otra forma de explicar que se haya dado un tiro de gracia a sí mismo con una bala de alto calibre, sacando del exilio a Ricardo Rosselló.


Pierluisi termina su carrera demostrando que a pesar de su larga experiencia, solo tiene olfato para su propia peste. Consigue ser el segundo incumbente en su partido, tan odioso a sus seguidores, que estos mismos decidieron deshacerse de él en vez de soportarlo hasta noviembre. La primera él mismo la derrotó.


En contraste, hay que reconocer que a su contrincante, Jennifer González Colón, competir en política se le ha dado muy bien. Hasta cierto punto, fue la misma corrupción del PNP la que le abrió paso a su carrera: en 2002, González llegó a la Cámara de Representantes con 26 años y unos míseros 1,413 votos obtenidos para ocupar el escaño que abandonara aquel emblema de  putrefacción llamado Edison Misla Aldarondo. 


González aprovechó su oportunidad al máximo. Para 2008, ya era la candidata legislativa más votada del PNP y para las próximas elecciones solo los cuatro principales candidatos de la papeleta estatal sacaban más votos que ella. En las últimas dos elecciones, Jennifer González ha sido la persona que más votos ha recibido. Y esto así para cualquier puesto: ni siquiera el candidato a la gobernación de su propio partido la ha superado.


Esa astucia estratégica quizá explica por qué González no se conformó con su evidente popularidad electoral al lanzar su reto contra Pierluisi. Después de todo, estaba haciendo algo que no se debe: hay cierta audacia en retar a su antiguo compañero de papeleta. Pero de igual manera, los carteles tildándola de “traidora” que enarbolaron y empapelaron los seguidores del gobernador no representan, en sentido estricto, una mentira. Jennifer González rompió filas con la mira puesta en un objetivo mayor.


Y aquí la “magia” de Jennifer González: desde el lanzamiento de su candidatura, logró una síntesis inesperada entre su posición como integrante del establishment desde hace más de dos décadas y el discurso de la protesta. Es aleccionador regresar a ese momento inicial, a aquel vídeo de la comisionada trepando una puerca para remover un pedregal, y ver cómo su candidatura recoge en su discurso el desafecto generalizado en torno a la situación del país. Su propuesta empata el rechazo a la administración PNP personificada en Pierluisi con la continuidad del PNP en el poder a través de su persona, convenientemente distanciada del meollo pestilente del asunto gracias a su puesto en Washington.

Jennifer González corrió y ganó las primarias como una candidata de oposición: hasta demandó a la comisionada electoral de su propio partido en protesta porque la excluyeron del proceso de conteo de votos adelantados. Pierluisi, en cambio, vivió y murió (políticamente) como un insider. Tanto se enterró en la cuestión que hasta dio con la momia de Ricardo Rosselló seis pies bajo tierra.


Avanzando en dirección contraria, la comisionada residente demostró de forma inverosímil que como único se puede ganar unas elecciones ahora mismo en Puerto Rico es atacando desde afuera. Cual advenediza militante riopedrense, González se apropió muy a la suya de esa consigna que dice: “desde adentro y desde afuera, les vamos a dar candela”.


¿Será esta figura la que podrá darle cohesión a los intentos de reconstitución del bipartidismo? ¿O, al menos, a la lucha por la supervivencia de su propio partido? Los datos de participación de las primarias demuestran que estos partidos bien pueden haber tocado fondo: ya no pueden caer mucho más bajo sin quebrarse del todo. En ese tema, no le perdamos la pista al PPD. Aunque sea para usar a ese partido –donde hasta uno de sus principales líderes prefiere estrellar su carrera peleando por una alcaldía fuera del área metropolitana a enfrentar la realidadcomo barómetro de la descomposición del cuerpo político en sí.


Igual, sea el que sea el destino de lo que queda del bipartidismo, la realidad del poder político en el Puerto Rico actual no le augura nada positivo a Jennifer González; por audaz política que sea, por más que sea la candidata a derrotar en noviembre.


Es un lugar común observar que poseer el poder político corrompe. No se suele considerar, sin embargo, los efectos nocivos de lo contrario, su carencia. “El poder desgasta a quien no lo tiene”, sentenciaba Giulio Andreotti, que supo algo de tenerlo como primer ministro italiano a mediados del siglo pasado. En Puerto Rico, la separación forzosa entre las instituciones coloniales y el poder político real, que se concentra cada vez más en fuerzas foráneas, impone un desgaste insufrible.


Recordemos el bipartidismo en su auge. Solía ser que un partido podía confiar en que un triunfo le representara al menos dos cuatrienios al mando de la administración colonial. Luego, la alternancia. ¿Desde cuándo se puede afirmar que el voto principal del electorado puertorriqueño es uno de castigo? Sin duda, todas las victorias electorales de este siglo a nivel nacional tienen algo de eso: desde Sila Calderón y la reacción al rossellismo tardío y corrompido de los 90 hasta García Padilla navegando sobre la ola de protestas que estremeció a Luis Fortuño, sin olvidar la derrota que el propio Fortuño Burset le propinó a un Acevedo Vilá caído en desgracia. Este último, y su administración inmovilizada, quizá demuestre más que ninguna la veracidad del dictamen de Andreotti: ¿quién más representativo del callejón sin salida al que se metió el PPD que un gobernador que llegó a la Fortaleza, literalmente, porque su oponente era insoportable e  intentó sin fruto gobernar un periodo de tranques múltiples en todas las instituciones? (Y, en perspectiva, que patética la situación de Pierluisi: en 2008, aun peleando contra huelgas y casos federales, Acevedo Vilá no se vio abandonado por su propio partido…).


Eso por los gobiernos prequiebra: desde que la Junta nos gobierna (de verdad) los gobernantes (de mentira) están incluso más separados del poder de lo que estaban cuando el Estado Libre al menos podía aún  reclamar visos de autonomía y asociación. Así, quedó erradicada toda pretensión de que en la isleta de San Juan se toman las decisiones y quedó consciente el país de que es en Hato Rey desde donde se administra el país (y, ¿hay que recordarlo?, en Washington donde se detenta la soberanía). Ahora, las instituciones coloniales se revelan por lo que son: caparazones de hacerle relaciones públicas a un sistema de opresión y explotación. Resta una ruina donde antes hubo una ilusión óptica.


Si el desgaste paulatino aseguraba la alternancia en el bipartidismo, con el desmoronamiento de las estructuras del PNP y el PPD ahora ocurre mucho más aceleradamente: ya vemos que los gobernadores se cambian mucho más rápido que cada cuatro años y que ni siquiera hace falta unas elecciones para sacarlos. Véase el fin de Ricky; véase la carrera de Pierluisi: dos veces gobernador, ninguna postulado a la reelección por su partido.


Y ahora el desgaste propicia y alimenta no solo el reto externo, sino la disensión interior. La insurgencia triunfante de Jennifer González, que ataviada hasta de opositora le disputó desde dentro el control del PNP a Pierluisi, ilustra lo profunda que llega la podredumbre inducida por el divorcio entre poder político e instituciones, sean partidistas o de gobierno. No es solo que estar enajenado del poder desgaste, como decía el italiano: es que en Puerto Rico sufrir de carencia de poder le da gangrena al sistema entero. 


Esto implica que lo que le espera a Jennifer González, de ganar en noviembre, no será fácil: no hay ninguna evidencia de que su gobierno se distanciará mínimamente de la política pública de Pierluisi. Ni siquiera su trumpismo trasnochado, frente a la afiliación al asno de aquel, marca mucha diferencia. En sus anuncios de campaña, la republicana hace alarde de los fondos federales que “consigue” como cualquier demócrata. Si hablara en Estados Unidos como en Puerto Rico, sus aliados rojos (de allá) la catalogarían de tan socialista y adicta al fisco federal como el más azul (de allá), liberal y woke. ¿Repudiará a la Junta, a LUMA y la deuda? ¿Promoverá un cambio de ruta que nos aleje de la austeridad, la privatización y el dogma cuasireligioso de que el mercado capitalista lo puede todo? Evidentemente no. Si llega hasta allí, su juramentación en enero será el inicio de un conteo regresivo punitivo: ser gobernadora será tan desgastante como lo fue para sus predecesores.


Aquí, sin embargo, está también la advertencia para la oposición (real, no fingida) que representa la Alianza. ¿Cómo plantea el liderato enfrentar la realidad del desgaste impuesto por la falta de poder crónica del sistema político puertorriqueño? No se puede esperar que las instituciones carcomidas del ELA sirvan de zapata para un proyecto de transformación cuando estas no logran ni siquiera garantizar que los más tímidos defensores del status quo sobrevivan. Hace falta una respuesta a esta pregunta: sabemos que llegar a la Fortaleza, al Capitolio, no es tomar el poder político porque el poder no está metido ahí.


Y más aún, porque el poder no es una cosa que se coge, como si existiera un anillo o cetro que entregarle a Juan Dalmau para investirlo con la capacidad soberana de ejecutar los cambios que demanda el descontento generalizado que permea esta sociedad hasta tal punto que la comisionada residente puede derrotar a un gobernador en funciones usando el discurso de la protesta. El poder no es algo que se agarra, es algo que se hace. No es algo que haga uno, sino un producto colectivo. No es algo que nazca en un momento, abruptamente, sino un proceso.


Hay un ejemplo singular del uso del poder político por parte del pueblo de Puerto Rico en el siglo XXI: la separación forzosa a la que fue sometido Ricardo Rosselló de su puesto de gobernador. Ahí está también la lección de las primarias, ir contra el pueblo es una apuesta perdida. Pierluisi, en su desesperación, sacó a pasear el cuerpo del difunto y demostró que aún apesta: que no venga un político a tratar de hacer donde el pueblo deshizo. 


Lo que ocurrió hace cinco años en el verano que Ricardo Rosselló fue forzado a renunciar fue un ejercicio de poder: un acto colectivo, un esfuerzo sostenido, un proceso triunfante. Fue de carácter destructivo. Destituyó un orden político. Fue de carácter soberano. Demostró que el poder puede generarse en el accionar conjunto de un pueblo. 


Visto desde en medio de la campaña electoral de 2024, ese destello de poder popular que ocurrió hace un lustro obliga a reflexionar sobre la necesidad de ser claros: la Alianza es relevante como instrumento de construcción de un poder político del pueblo que perdure. Su triunfo en la ausencia de ese poder alterno sería tan imposible como trágico. Pero para ganar no tendría que hacer sino añadir una persona más a la marcha de ese poder soberano que se anuncia con tanto claridad como infrecuencia.


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Francisco J. Fortuño Bernier es profesor de ciencia política en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.



La coyuntura electoral actual: lecciones de las primarias y posibilidades para noviembre por Jorge Farinacci Fernós

Introducción


La coyuntura actual en Puerto Rico sugiere la posibilidad de cambios de proporciones históricas en las elecciones de 2024. La ruptura inicial al interior del bipartidismo iniciada en el 2016 y acentuada en el 2020 puede profundizarse aún más en el 2024. En estos momentos, estamos ante un panorama lleno de posibilidades y retos que podrían, por primera vez en la historia reciente de nuestro país, llevar a nuevas fuerzas políticas a participar directamente del gobierno en Puerto Rico. Estamos inmersos en un cambio de paradigma político-electoral cuyo desenlace aún no es certero. Dicho de manera sencilla: la Alianza puede ganar.


Los procesos primaristas al interior de los partidos tradicionales realizados a principios de junio de 2024 ofrecen un sinnúmero de lecciones importantes que deben guiar el análisis de las fuerzas progresistas -en particular la Alianza- de cara a las elecciones generales de 2024.


El nacimiento de la Alianza como una fuerza política capaz de competir con el bipartidismo


Poco antes de las elecciones de 2020, los sectores progresistas en Puerto Rico tenían dos alternativas en la papeleta: el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC). Las candidaturas a la Gobernación por estas dos colectividades compartían visiones similares sobre el futuro del país. Ambas también contaban con personas con un carisma innegable que les permitía conectar con amplios sectores del electorado. 


A pesar de la posibilidad real de que las diferentes candidaturas del PIP y del MVC se cancelaran entre sí, ello, afortunadamente, no ocurrió.


En cuanto a la Gobernación, Juan Dalmau y Alexandra Lúgaro obtuvieron cantidades similares de votos, logrando un histórico 14% cada uno(a). Si bien el MVC obtuvo una cantidad superior de votos íntegros en comparación con el PIP, lo que le permitió, en parte, elegir dos personas al Senado y dos personas a la Cámara de Representantes -a diferencia de las delegaciones singulares del PIP en cada cuerpo legislativo-, lo cierto es que ambas fuerzas obtuvieron resultados innegablemente positivos. 


En el caso de San Juan, los resultados obtenidos por Manuel Natal, Rosa Seguí y Eva Prados fortalecieron la impresión generalizada de que las elecciones de 2020 constituyeron un salto cualitativo enorme para los sectores progresistas del país. Dicho salto puede continuar en el 2024.


No hubo que esperar mucho para que amplios sectores en nuestro país se dieran cuenta de dos realidades matemáticas: (1) el empate técnico entre Dalmau y Lúgaro imposibilitaba, a corto plazo, que el PIP o el MVC -por su cuenta- obtuvieran suficiente apoyo electoral para prevalecer en candidaturas como la Gobernación, a la vez que (2) la suma de los votos obtenidos por ambas colectividades los ponía en la contienda para ganar dicho puesto, así como obtener escaños legislativos distritales y algunas alcaldías, especialmente la de San Juan. Importantes sectores al interior del MVC y del PIP reconocieron esta realidad y, como consecuencia, empezó un proceso político novedoso de, poco a poco, ir construyendo puentes entre ambas colectividades con miras a ofrecer una alternativa común de cara a las elecciones de 2024. 


Este proceso culminó con el establecimiento de la Alianza. Si bien esta Alianza está compuesta formalmente por el MVC y el PIP, lo cierto es que el apoyo recibido por este esfuerzo trasciende las respectivas militancias de dichas colectividades. Hay veces que 1+1 es igual a 3. Y ahí yace su verdadero potencial.


La Alianza se basa en el reconocimiento de las importantes diferencias entre el MVC y el PIP, así como la identidad organizativa separada de ambos proyectos. Es una Alianza, no una fusión. Y no podía ser de otra manera: el MVC incluye diferentes corrientes que defienden distintas alternativas de estatus, a diferencia del PIP. Pero ambas colectividades comparten una visión similar del tipo de sociedad que queremos construir: solidaria, democrática y equitativa. Esa visión común ofrece una esperanza real para el país.


La salida de Alexandra Lúgaro del panorama electoral puertorriqueño como candidata hizo evidente que la candidatura a la Gobernación que podría cobijar tanto al PIP como al MVC era la del compañero Juan Dalmau. Tal y como ocurrió en el 2020, Dalmau ha logrado trascender el apoyo histórico recibido por el PIP, demostrando en el camino una disciplina de mensaje y de visión que le ha permitido posicionarse como candidato viable para prevalecer en las próximas elecciones. La candidatura de la Senadora Ana Irma Rivera Lassén a la Comisaría Residente completa un binomio fuerte que complementa nítidamente la candidatura a la Gobernación de la Alianza. Las candidaturas nacionales de la Alianza pueden fácilmente superar el 30% de los votos en las elecciones de noviembre.


De igual forma, la Alianza ha logrado articular candidaturas comunes importantes en lugares estratégicos, particularmente en ciertas alcaldías y, sobre todo, escaños legislativos distritales. Las posibilidades de ampliar la bancada legislativa de la Alianza son altas, particularmente en ciertas contiendas en San Juan y otros centros urbanos. Ello abonaría al panorama plural y multipartidista que se ha venido desarrollando en la Asamblea Legislativa de Puerto Rico.


Debemos reconocer que la Alianza, precisamente por sus posibilidades de triunfo en varias contiendas estratégicas, se ha convertido en blanco de ataque visceral por parte del bipartidismo. Los procesos judiciales incoados en contra del MVC y sus candidaturas requieren mantener una flexibilidad táctica que le permita adaptarse a las circunstancias que se van generando. Esto incluye la candidatura a la Comisaría Residente y las candidaturas legislativas por acumulación.


Primarias PNP: ¿Victoria de Jennifer González o derrota de Pedro Pierluisi?


Las debilidades de Pierluisi


Comenzamos con un hecho obvio: Pedro Pierluisi era un candidato vulnerable. Su historial electoral reciente ha sido uno de disminución en su apoyo.


En la primaria del PNP en el 2016, Pierluisi obtuvo 226,000 votos. En la primaria de 2020, obtuvo 134,330 votos. Y en las primarias de 2024, solamente ha logrado 132,805 votos con el 100% de los colegios reportados. A esto añadimos que fue electo gobernador de Puerto Rico con solamente 33% de los votos, el más bajo de la historia reciente de nuestro país.


Las razones para dicha vulnerabilidad son varias:


-vínculos con la Junta de Control Fiscal

-defensa de LUMA

-imagen de arrogancia, prepotencia y privilegio

-tolerancia a la corrupción

-incompetencia en su Gobierno

-ausencia de liderato o proyecto de país

-desprecio por la clase trabajadora

- su apuesta a los sectores adinerados

-enajenación por los problemas diarios vividos por la gente


Estas debilidades fueron suficientes para neutralizar cualquier ventaja que pudo tener el Gobernador en cuanto a donantes, apoyo institucional y maquinaria electoral. 


Debemos recordar que ningún gobernador ha sido reelecto en Puerto Rico desde 1996. Desde entonces, los gobernadores han sido derrotados en sus aspiraciones de reelección (Acevedo Vilá; Fortuño) u optaron por no enfrentarse al veredicto del Pueblo (Calderón; García Padilla). Si bien es cierto que Wanda Vázquez -siendo Gobernadora- perdió una primaria al interior de su propio Partido para revalidar en dicho cargo, también es cierto que ella nunca fue electa a dicha posición. Por tanto, su derrota en las primarias del 2020 se puede ver como parte de una circunstancia anómala y extraordinaria.


Pero la derrota de Pierluisi en las primarias de 2024 es distinta y tiene consecuencias mucho mayores. Es la primera vez que un gobernador incumbente electo es derrotado en una primaria dentro de su Partido. Típicamente, el electorado les pasaba factura en las elecciones generales. Esta vez, fue el propio electorado novoprogresista el que rechazó sus aspiraciones a la reelección.


Las ventajas de Jennifer y sus propias debilidades


Jennifer González prevaleció en la primaria del PNP con aproximadamente 56% de los votos. Para muchos, su triunfo sobre el Gobernador Pedro Pierluisi constituye una sorpresa que nadie anticipó.


Pero lo cierto es que su victoria era enteramente predecible. Lo que es más, puede afirmarse que la sorpresa es que Jennifer no haya vencido por un margen mayor.


Si las primarias se hubiesen celebrado en el 2023, la Comisionada Residente pudo haber obtenido mucho más que 56%. El hecho de que solamente logró obtener ese resultado es evidencia de cierta debilidad por parte de Jennifer González. 


El que el Gobernador Pierluisi haya podido crear una expectativa en cuanto a su posible triunfo -a pesar de que todos los indicadores sustantivos apuntaban a su rechazo por parte de su propio electorado- es indicativo de que la Comisionada Residente no logró capitalizar dicho descontento y que cometió muchos errores tácticos durante su campaña. En ese sentido, Jennifer González enfrenta sus propias vulnerabilidades de cara a las elecciones de 2024.  No es una candidata invencible. Todo lo contrario.


Un ejemplo de esta debilidad es la derrota de su candidato a la Comisaría Residente: Elmer Román. Mientras Jennifer González capturó el voto de 56% de los novoprogresistas, Elmer Román solamente logró el favor de 47% del electorado primarista. Es decir, miles de electores del PNP ignoraron el llamado de Jennifer González de apoyar a su candidato a la Comisaría Residente. No se trata, pues, de una afirmación de su status como dirigente indiscutible de dicha colectividad.


Si el apoyo a Jennifer González al interior del PNP fuese verdaderamente sólido, Elmer Román hubiese vencido en su primaria. Su derrota es indicativa de que, más que un apoyo a Jennifer González, el resultado en la primaria la Gobernación en el PNP es producto de un rechazo a Pedro Pierluisi. Algo similar ocurrió en cuanto a los resultados en las candidaturas por acumulación: las candidaturas identificadas con Pierluisi resultaron favorecidas sobre aquellas respaldadas por la Comisionada Residente.


Esto abre oportunidades para la Alianza de cara a las elecciones de noviembre. Jennifer puede ser derrotada.


Otras vulnerabilidades evidentes de Jennifer González son sus vínculos con Donald Trump y el liderato reaccionario del Partido Republicano en los Estados Unidos y su imagen de oportunista y de poca confiabilidad. Igual su desempeño como Presidenta de la Cámara de Representantes durante el desastroso cuatrienio de Luis Fortuño.


Ahora bien, sería un error subestimar la candidatura de Jennifer González. 


Primero, porque el debilitamiento del PNP ha sido menos acelerado que el ocurrido en el PPD. Esto aumenta el trecho que la Alianza debe recorrer para poder vencer en noviembre. Y segundo, porque el estilo de campaña de Jennifer González -precisamente por su naturaleza oportunista y deshonesta- puede ser muy efectivo, sobre todo fuera de los centros urbanos.



Primarias PPD: Continúa el declive de dicho Partido y cambia la lógica del llamado “voto útil”


El deterioro del Partido Popular Democrático continúa. Incluso, podría afirmarse que este se ha acelerado en tiempos recientes. En las primarias del PPD en el 2020 -en plena pandemia- participaron 220,000 personas. En el 2024, ese número no llegará a 140,000. Se trata de una reducción del 35%. Es menos de la mitad de los votos emitidos en la primaria del PNP.


En San Juan, la situación es doblemente peor para el PPD. 


Primero, la participación, con suerte, superará las 9,000 personas. Segundo, mientras el ganador a nivel isla obtuvo 62% de los votos, este solamente logró el 34% en San Juan. Se trata de un panorama casi exactamente inverso. No hay garantía alguna de que todo ese electorado popular que en San Juan votó masivamente (en términos relativos) por Zaragoza se mueva en bloque hacia la candidatura de Jesús Manuel. A esto debemos añadir el hecho de que la candidata del PPD a la alcaldía de San Juan apoyó las aspiraciones de Jesús Manuel, pero 67% de los electores populares de la ciudad no siguieron el llamado de su candidata. Eso debilita aún más la viabilidad de dicha candidatura en la capital.


Tampoco podemos olvidar que, por primera vez en la historia reciente de Puerto Rico, el PPD no nominará a seis (6) candidaturas legislativas por acumulación en cada cámara. Por el contrario, el PPD decidió bajar a cuatro (4). Esto no compagina con un Partido que aspira a retomar el poder tras perder dos elecciones corridas. El hecho de que el Presidente de la Cámara de Representantes de Puerto Rico haya optado por no aspirar a la reelección y, en vez, decidiera lograr la candidatura a la alcaldía de Dorado -y recibir una paliza en la primaria correspondiente- es indicativo de una erosión incesante al interior del PPD.


Existe un consenso generalizado en el país de que el PPD podría llegar tercero en las elecciones de 2024. Y ese tipo de consenso tiende a materializarse en la práctica. 


Esto genera una dinámica interesante: la lógica histórica del liderato del PPD de pedir un voto útil para dicha colectividad como la única alternativa viable al PNP se derrumba y se invierte, amenazando con devorar lo que queda del PPD. Si lo importante es derrotar al PNP, y el PPD se sitúa en la tercera posición, lo lógico es que se vote por la Alianza. Esto abona al deterioro del PPD como fuerza política viable.


Proyecto Dignidad: ¿Estancamiento o crecimiento silencioso?


En las elecciones de 2020, el Proyecto Dignidad obtuvo poco menos del 7% de los votos. Esto, a pesar de una campaña poco visible y de una candidatura vulnerable a la Gobernación. A la misma vez, logró elegir una Senadora y una Representante con 88,000 y 81,000 votos respectivamente. Ahora bien, es importante recordar que dichos resultados no fueron consistentes en toda la isla. Por el contrario, en ciertos municipios, el Proyecto Dignidad superó el 15% de los votos, llegando en tercera posición.


Desde entonces, la visibilidad del Proyecto Dignidad ha aumentado, particularmente en cuanto a temas controversiales que le permiten atraer nuevas personas a sus propuestas. Esto ocurrió, por ejemplo, en cuanto a la respuesta a la pandemia y asuntos relacionados a los derechos reproductivos y sexuales. 


En el 2024, el Proyecto Dignidad cuenta con un alcalde incumbente para la candidatura a la Gobernación y sus legisladoras irán a la reelección con mucha mayor visibilidad que la lograda en el 2020. La colectividad cuenta con una estructura social y organizativa que le permite movilizar su electorado de manera poco detectable.


Esto representa un reto analítico, en tanto es casi imposible identificar el estado actual de su apoyo electoral. Su silencio e invisibilidad pueden ser una señal de debilidad, pero no necesariamente. Debemos partir de la premisa de que el escenario más probable es que el Proyecto Dignidad supere sus resultados del 2020. Si bien esta colectividad atrae electores de derecha tanto del PNP como del PPD, podemos afirmar que su principal fuente de votos proviene del Partido Nuevo Progresista.


En todo caso, el resultado obtenido por el Proyecto Dignidad en el 2024 será determinante en cuanto a la contienda principal entre el PNP y la Alianza para la Gobernación y la Comisaría Residente. A medida que el Proyecto Dignidad crezca, menor será la brecha entre la Alianza y el PNP.


Las Candidaturas Independientes


En el 2016, José Vargas Vidot se convirtió en la primera persona electa a la Asamblea Legislativa como candidato independiente. Su reelección en el 2020 fortaleció ese logro histórico. Ahora bien, el advenimiento del multipartidismo redujo su margen de victoria. En el 2016, Vargas Vidot obtuvo 157,ooo votos. En el 2020, ese resultado bajó a poco menos de 70,000 votos. No sabemos a ciencia cierta cuál será su desempeño en el 2024.


A esto debemos añadir las candidaturas independientes de Luis Raúl Torres a la Cámara y Elizabeth Santiago al Senado, así como las aspiraciones por nominación directa de Eliezer Molina, en su caso a la cámara alta. Tenemos dudas sobre sus posibilidades de triunfo. Pero lo cierto es que se trata de tres figuras reconocidas con electorados muy variados que pueden cosechas una cantidad significativa de votos. La pregunta central es cómo afectará a las demás candidaturas, tanto del bipartidismo como de la Alianza.


Retos y Posibilidades para la Alianza


Juan Dalmau y Ana Irma Rivera Lassén constituyen un binomio formidable. La Alianza debe maximizar el potencial de dicha combinación. Su efecto multiplicador y el entusiasmo que pueden generar son evidentes.


Juan y Ana Irma pueden ganar. A lo mínimo, están en excelente posición para superar al PPD en la segunda posición. Esto, de por sí, será histórico. Y, como vimos, puede generar que se revierta la lógica del llamado “voto útil”, fortaleciendo sus posibilidades de triunfo. Lo mismo ocurre en varias contiendas legislativas en las que participa la Alianza, particularmente en San Juan y otras áreas urbanas. 


Pero son muchos los retos. 


Primero, competir contra los inmensos recursos económicos que posee el bipartidismo por sus vínculos con los grandes intereses del país y su control del aparato gubernamental a nivel central y municipal. 


Segundo, generar un efecto multiplicador que trascienda el apoyo específico que poseen el MVC y el PIP. No podemos depender únicamente de las militancias de cada colectividad. La Alianza tiene que verse como un espacio de convergencia de amplios sectores del Pueblo, no un mero pacto electoral entre dos partidos.


Tercero, construir un ejército electoral que pueda enfrentarse a las maquinarias del bipartidismo que controlan la CEE. A esto debemos añadir la organización urgente de cientos de personas como parte de la toma de las calles durante lo que queda de campaña. No podemos depender únicamente en los esfuerzos de los(as) candidatos(as) individuales y sus equipos particulares de campaña. La Alianza tiene que actuar, desde ya, como un gobierno en espera, tanto a nivel de ideas y propuestas, como en términos de su capacidad organizativa. 


Cuarto, evitar los intentos de invisibilizar la Alianza o definirla según los diseños del bipartidismo. La Alianza debe estar permanentemente en la ofensiva mediática, comunicativa, programática y estratégica. Y eso no debe limitarse a las candidaturas principales, sino a todas las candidaturas, particularmente aquellas con altas probabilidades de triunfo.


La Alianza puede ganar. 


Nos corresponde a nosotros y nosotras hacer todo lo posible para que gane.


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Jorge Farinacci Fernós es excomisionado alterno del MVC y parte del equipo legal del MVC.


Claves para entender el momento político por Rafael Bernabe Riefkohl

Durante la recién terminada campaña primarista, dos intervenciones sorprendieron a muchas personas. Eduardo Bhatia, expresidente del Senado y líder histórico del PPD, habló muy elogiosamente del gobernador PNP Pedro Pierluisi, como una persona “moderada” que había dado gran estabilidad económica al país. Por otro lado, describió a Jennifer González como una líder “populista” e insinuó que en las primarias los electores del PNP debían favorecer al primero contra la segunda.[1] Por otra parte, Luis Fortuño, exgobernador y líder histórico del PNP, declaró que hay candidatos del PNP por los cuales no votaría, a la vez que indicó que la candidata de Proyecto Dignidad, Joanne Rodríguez Veve, merecía apoyo, dado su compromiso con la empresa privada.[2] Lejos de ser insignificantes, estas intervenciones son síntomas de lo que está ocurriendo en la política puertorriqueña. Para entenderlo tenemos que ver el panorama más amplio.

          

Luego del fin del control político del PPD entre 1944 y 1968, las clases poseedoras en Puerto Rico han confiado la defensa de sus intereses a dos partidos políticos: el PPD y el PNP. Desde la década del 1990, esas clases y sus partidos han abrazado la agenda neoliberal que incluye, entre otras políticas, la privatización, la reducción del empleo público, el ataque a las organizaciones sindicales y el debilitamiento de los derechos laborales. A pesar de las resistencias, no hay duda de que esta agenda ha logrado imponerse ampliamente. Recordemos que a partir de la década de 1990 en Puerto Rico se privatizó la Telefónica, el sistema de salud, la administración de rutas de la AMA, de autopistas, del aeropuerto internacional, de las lanchas de Cataño, Vieques y Culebra, de la transmisión, distribución y generación de electricidad y, más recientemente, los muelles de turismo. La transición a la energía renovable se ha entregado a empresas privadas. Desde 2014, se paralizó la negociación colectiva en el sector público. En 2017 se aprobó una contrarreforma laboral que arrebató importantes derechos a los trabajadores. El empleo público se redujo a la mitad entre 2008 y 2023, de 275,448 a 158,526 empleos totales (una caída de 42%) o de 218,540 a 106,457 empleos de carrera (una caída de 51%) El empleo en el gobierno central se ha reducido a 13% del empleo total.[3] Tanto Fortuño como Bhatia contribuyeron significativamente a la realización de esta agenda, desde la ley 7 del primero hasta la privatización de la energía impulsada por el segundo.

           

Pero este éxito en la imposición de la agenda neoliberal ha chocado con un problema: a partir de 2006, la economía de Puerto Rico entró en una depresión que se prolongó hasta el 2021. No hay que detallar sus consecuencias. Ni el PNP ni el PPD tuvieron respuesta ante esa crisis. Ese hecho se tradujo en el apoyo electoral decreciente de esos partidos, elección tras elección. Ricky Rosselló fue electo con 42% de los votos emitidos y no pudo completar su término, como resultado del rechazo y descontento que se manifestaron en movilizaciones de gran magnitud y persistencia. Pierluisi ganó con 33% de los votos emitidos y acaba de ser derrotado en las primarias recién celebradas. La caída del apoyo electoral del PPD es aún más dramática. En fin: si bien han servido bien a las clases poseedoras, tanto el PNP como el PPD exhiben un creciente desprestigio ante sectores cada vez más amplios de la población.

           

La otra cara de ese desprestigio ha sido el fortalecimiento electoral en 2020 de dos fuerzas, el MVC y el PIP, que impulsan una agenda opuesta a las políticas neoliberales reinantes. Parte de esa agenda ya se ha traducido en proyectos de ley presentados por estos partidos, como, por ejemplo: una reforma laboral que devuelva importantes derechos a la clase trabajadora (licencias de vacaciones y enfermedad, protección y compensaciones por despido, elegibilidad para bono de Navidad, pago de horas extras, etc.); aumento del salario mínimo y futuros ajustes según aumente el costo de vida; plan piloto de reducción de la semana laboral sin reducción de salario; límite al número de camas asignadas a un enfermero en los hospitales; pasos hacia el establecimiento de un seguro de salud universal; promoción y protección del ejercicio del derecho a la organización sindical; legitimación activa ambiental (standing para querellarse ante violaciones de ley o reglamento ambientales) para toda persona; reconocimiento de personalidad jurídica de bosques y el carso (que facilite su protección); moratoria a nuevas construcciones en la zona costera y la revocación de las disposiciones de las leyes 20 y 22 (ahora parte de la ley 60); aumento de la carga contributiva a las más grandes empresas.


Ambos procesos, el creciente desprestigio del PNP y PPD y la fuerza electoral exhibida en 2020 por el MVC y el PIP preocupan seriamente a los más alertas sectores de las clases poseedoras. Su reacción ha sido rápida y enérgica. Veamos tres ejemplos.

           

En el terreno de las ideas y la formulación de políticas se han organizado o fortalecido think tanks como el Instituto de Libertad Económica (ILE) y CRECE (liderada por Luis Fortuño), vinculados formal o informalmente a la red de organismos parecidos en muchos países. Su objetivo es promover por todos los medios el fundamentalismo de mercado y combatir cualquier medida que interfiera con la libertad patronal o las ganancias de la minoría poseedora. Según los dogmas de esta corriente, las decisiones por agentes privados y la competencia en el mercado es la mejor manera de organizar la actividad económica. Por tanto, según esta posición, cualquier problema (desempleo, pobreza, falta de vivienda, crisis económica o fiscal) es resultado de algún obstáculo que “distorsiona” el funcionamiento óptimo del mercado. La solución, por lo mismo, es remover ese obstáculo, es decir: no menos, sino “más mercado”. El mayor obstáculo, según esta posición, es la intervención del estado en la economía (a través de leyes laborales, reglamentaciones, impuestos a las ganancias, creación de empresas públicas, etc.), aunque las organizaciones obreras son otro obstáculo importante. En fechas recientes, además del socialismo, estos sectores han centrado sus ataques en lo que describen como la amenaza o los peligros del “populismo”. Esta descripción de cualquier enemigo como populista tiene un significado más profundo: es síntoma del carácter antidemocrático de este fundamentalismo de mercado.


Recordemos que, para estos discípulos de Hayek y Friedman, el mercado es el mecanismo insuperable para procesar información y tomar decisiones económicas. Pero el mercado cumple esa función castigando severamente a los menos eficientes. Por eso, existe la tentación de que la gente intente “corregir” el mercado (a través de legislación laboral o social), y de que los funcionarios electos, deseosos de obtener los votos para retener sus puestos, cedan a esas exigencias o políticas “populistas”. La democracia, para estos adoradores del mercado, es un riesgo: siempre trae el peligro del pacto populista entre electores y funcionarios electos. Por eso el populismo se ha convertido en el nuevo cuco que aparece por todos lados. Y este cuco está presente, no solo en fuerzas como el MVC y el PIP, sino que también se refiere a los políticos del PNP y el PPD que no exhiban suficiente compromiso con imponer la agenda neoliberal, por miedo al rechazo de los electores.


Por eso, según la doctrina neoliberal, es preferible que los organismos de política económica, monetaria o fiscal estén desvinculados de los cuerpos electos y fuera de todo control democrático. Deben poder imponer la disciplina del mercado sin rendir cuentas a nadie. Por eso también se simpatiza con organismos no electos, como la Junta de Control Fiscal (JCF), que pueden imponer políticas de austeridad, de privatización, de rediseño de agencias, sin tener que preocuparse por el sentir de la gente o el electorado. No es coincidencia que un ideólogo del neoliberalismo criollo, el economista Gustavo Vélez, haya sido uno de los primeros promotores de la imposición de una junta no electa y que haya sido uno de sus más destacados defensores desde su creación.


A falta de organismos no electos, como la JCF, esta orientación solicita y aplaude líderes políticos que actúen “sin miedo” al electorado. De nuevo, es típica la expresión de Vélez cuando tuitea con añoranza: “Quizás algún día tendremos nuestro propio Lee Kuan Yew (Singapur) o @JMilei (Argentina) que venga con voluntad y sin miedo a perder votos, y priorice en reformas económicas valientes y radicales”.

En segundo lugar y además de los think tanks, los sectores patronales han reaccionado al desprestigio del PPD y el PNP, y al fortalecimiento del MVC y el PIP, con la fundación del súper pac “Democracia es prosperidad”. Su objetivo, como han dicho sus fundadores, es combatir las “legislaciones populistas que han aumentado exponencialmente los costos de hacer negocios en Puerto Rico”.[4] Que en español quiere decir: combatir cualquier legislación social, laboral o ambiental que afecte nuestras ganancias. Basta ver algunos de los donantes a este gran fondo de campaña: B. Fernández y Hnos., Bella Group, Ballester Hermanos, Pueblo Inc., Econo, Coca Cola Puerto Rico Bottlers, Supermercados Selectos, International Restaurant Services, Grupo V. Suárez, Medalla Distributors, Unión de Mayoristas, etc. Cuando hablan de “libertad económica” están hablando de su libertad económica. Querían “libertad” para seguir pagando $7.25 la hora. Quieren “libertad” para despedir a trabajadores sin compensación (lo que en Estados Unidos llaman “employment at will”), para construir sobre tierra agrícola y en zonas ambientalmente sensibles, es decir, libertad para maltratar la gente y el ambiente. No es raro entonces que sus primeros ataques se enfilaron contra Rosa Seguí, una candidata del MVC. Eso se intensificará según se acerquen las elecciones.


Por último, cabe mencionar la ofensiva legal que pretende sacar cinco candidatos nacionales del MVC de la papeleta. El líder de esta gestión ha sido el abogado y columnista Iván Rivera. Sus columnas revelan los motivos que inspiran el pleito contra el MVC, que nada tiene que ver con preocupaciones sobre algún detalle de la ley electoral. Según Rivera, algunos líderes del PNP y el PPD, cediendo a la tentación populista y para ganar votos, “han hecho causa común y coro a los grupos populistas de izquierda y uniones”. Los “socialistas disfrazados de progresistas” con la ayuda de aliados en el PPD y PNP han “erigido un intervencionismo de estado sobre la libertad de mercado y las libertades individuales en general, que ha terminado siendo una camisa de fuerza para el desarrollo económico”. Ante este socialismo que ha ido avanzando silenciosamente, disfrazándose de “progresismo”, Rivera convoca a que los electores del PNP y PPD se aseguren de que sus candidatos en 2024 sean personas comprometidas con “la libertad económica y el libre mercado” para que así puedan enfrentar a “los socialistas y ramas anexas”.[5] Por supuesto, Rivera no se limita a llamar a los electores a que voten contra los candidatos populistas. También hace lo que puede con su pleito por sacar a los populistas de la papeleta de manera tal que los electores ni siquiera tengan oportunidad de votar por ellos.


Aquí podemos aterrizar en los comentarios que mencionamos al principio. Vemos como el elogio de Bhatia a Pierluisi y el rechazo de su contrincante (y ahora candidata a la gobernación) como populista forma parte del mismo panorama. Ahora, la presión caerá sobre la candidata para asegurarse que también abrace la bandera de la “libertad económica” y renuncie a toda inclinación populista. En algunos de sus discursos, empezando por el anuncio de su candidatura, ya resuena la palabra clave y slogan de la campaña patronal, la cacareada “libertad económica”.

Por otro lado, también cobran sentido los comentarios de Fortuño. No está de más recordar que Fortuño es el tipo de político que Gustavo Vélez tanto añora: en 2009 vino “con voluntad y sin miedo a perder votos” a imponer a la ley 7 y la “medicina amarga”, sin importar las consecuencias electorales, que provocaron su derrota en 2012. Ahora Fortuño no está dispuesto a apoyar a candidatos del PNP que, cediendo a la tentación populista, no están dispuestos a imponer la “medicina amarga” con la decisión requerida.


Por lo mismo, está dispuesto a apoyar a Joanne Rodríguez Veve, pues ella sí ha abrazado sin reparo la agenda neoliberal y patronal. Sobre esto, hay que destacar la posición elaborada por el vicepresidente de Proyecto Dignidad, Juan Manuel Frontera. Según Frontera, el bipartidismo PNP y PPD está en crisis. Pero ese bipartidismo, según él, encarna la tradición de reformas estatistas y populistas, que se inician con el Nuevo Trato. El MVC lejos de ser una ruptura con eso, sería su continuidad. La verdadera alternativa de “libertad económica” se encuentra en Proyecto Dignidad.[6] En otras palabras, Frontera dice a nuestras clases poseedoras: el bipartidismo PNP y PPD está en crisis. Pero Proyecto Dignidad está dispuesto y listo a asumir la defensa de sus intereses, ante esa crisis del bipartidismo y la amenaza del populismo MVC y PIP.


Hasta ahora, las clases poseedoras siguen prefiriendo el PNP y el PPD a cualquier otra alternativa. Sin embargo, esto puede cambiar con rapidez, si la crisis del PNP y el PPD se acelera y profundiza. En ese caso, un sector de esas clases podría trasladar su apoyo a Proyecto Dignidad. Ese es el significado y advertencia que contiene el comentario de Fortuño, uno de los representantes más consistentes de esas clases: el puente hacia Proyecto Dignidad está construido, aunque aún no se haya decidido transitarlo.


Vemos entonces un panorama que incluye: la acción de los think tanks; la ofensiva en defensa de la “libertad económica”; la denuncia del populismo y de la amenaza del MVC y PIP; la exigencia dirigida también al interior del PNP y del PPD de ruptura con el populismo; la formación del súper pac patronal; el elogio por un líder PPD a un gobernador PNP contra su contrincante, tildada de populista; el elogio por un líder PNP a una candidata de Proyecto Dignidad a la vez que critica a los populistas de su propio partido; la acción legal para sacar a cinco candidatos del MVC de la papeleta. Se trata, en fin, de la activación y de un realineamiento de fuerzas, fluido e inestable, pero que tiene un eje muy claro: defender en todos los espacios y por todos los medios posibles los privilegios y ganancias de las clases poseedoras ante cualquier proyecto de democracia o justicia económica y social. Y, nótese como, en este empeño, se dan la mano estadistas, estado-libristas e independentistas.


En otras palabras, ante el desprestigio de sus partidos, los de arriba no se quedan de brazos cruzados. Al contrario, han creado think tanks; lanzado su ofensiva de ideas engañosas pero atractivas (“libertad económica”); inventado villanos a los cuales achacar los problemas sociales (el populismo); organizado súper pacs para apoyar a sus candidatos y atacar a los demás; ido a los tribunales para esgrimir el lawfare contra sus oponentes y han fomentado apoyos mutuos por encima de líneas partidistas. Ya han logrado que la prensa dé por dato comprobado los estudios realizados por fundaciones de derecha como el American Enterprise Institute, el Cato Institute, la Heritage Foundation, entre otras.


Los de arriba se organizan. Entonces ¿qué haremos las y los de abajo? ¿Qué haremos los sindicatos, los grupos ambientales, de mujeres, estudiantiles y universitarios, comunitarios, LGBTTQ, etc.? En la actualidad, existen muchas organizaciones, pero la matrícula de muchas de ellas (las sindicales, por ejemplo) está desmotivada y desmovilizada. Existen muchas iniciativas, pero están fragmentadas. Hay grandes simpatías por la alianza del MVC y el PIP, pero no se traduce en mayor compromiso para asegurar su victoria. El enemigo de clase nos da la clave: tenemos que elaborar nuestras propuestas compartidas (combinando las exigencias de distintas luchas) y un lenguaje común; tenemos que coordinar nuestras luchas y tenemos que construir los partidos que puedan ser su vehículo político. Mientras sigamos encontrando razones para no pasar de la lamentación a la acción; de la fragmentación y la división a la coordinación y unidad; y del rechazo del PNP y PPD a la construcción de una alternativa política—mientras no aprendamos del enemigo, ese enemigo seguirá venciendo e imponiéndose.

 

Notas:

[1] “Eduardo Bhatia dice que Pierluisi le ha brindado ‘estabilidad’ a Puerto Rico y llama ‘populista’ a Jennifer González”, @JugandoPelotaPR, 31 mayo 2024 (la entrevista se transmitió por Notiuno).

[2] Efraín Montalbán Ríos, “Luis Fortuño: ‘Hay gente en mi partido por la que no podría votar’”, Nuevo Día, 28 mayo 2024.

[3] Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, “Estadísticas de puestos ocupados en el gobierno de Puerto Rico. Junio 2023”, 17 agosto 2023; “Tabla 1”, Departamento del Trabajo, Empleo asalariado no agrícola, 18 agosto 2023.

[4] Oscar J. Serrano, “Súper Pac de empresarios elige más de la mitad de candidatos en su papeleta”, Noticel, 3 junio 2024.

[5] Iván Rivera, "El acecho de la izquierda en Puerto Rico”, El Vocero, 11 septiembre 2023.

[6] Juan Manuel Frontera, "Después del bipartidismo, ¿qué?”, Metro, 17 agosto 2023.


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Rafael Bernabe es senador por el Movimiento Victoria Ciudadana.






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