Por Manuel Rodríguez Banchs
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En las últimas semanas hemos visto una nueva ola de movilizaciones del pueblo palestino para defender su derecho fundamental a vivir. Luchan contra los intentos del gobierno israelí y de las organizaciones de colonos extremistas de expulsarlos y sustituirlos por colonos judíos en la ofensiva más reciente de la política expansionista y de limpieza étnica del sionismo.
Como resultado del más reciente e igualmente intenso bombardeo israelí - que se extendió por once días - cientos de palestinos - hombres, mujeres, niñas y niños - perdieron la vida en Gaza, Cisjordania e Israel. Dejó a más de seis mil personas palestinas heridas, casi una tercera parte de estas en Gaza [1]. La Organización de Naciones Unidas estima que hasta el momento más de 50 mil palestinos se han visto obligados a abandonar sus hogares y buscar refugio. Pero el gobierno de Israel repite las mismas indignantes justificaciones: la invasión es un acto de “defensa”, las bombas sobre refugios son calumnias o “errores”; las muertes de civiles son culpa de Hamas que los usa como escudos; los agredidos, bloqueados y segregados son terroristas; los agresores son demócratas. La realidad es que el ejército de Israel confirma con cada una de sus ofensivas que no se trata de una guerra, sino de masacres, de crímenes de guerra cometidos a lo largo de más de 70 años de sionismo.
Las raíces del sionismo
El sionismo es un movimiento que nació en el último cuarto del siglo XIX. No es el anhelo histórico de regresar a Sión como suele presentarse. Su desarrollo como movimiento político fue producto de la sociedad europea en la época del imperialismo, y es imposible de entender fuera de este contexto.
La historia judía moderna comienza con la Revolución Francesa pues fue a raíz de sus ideales revolucionarios de libertad, igualdad y hermandad, que lograron la emancipación en toda Europa occidental. La gran mayoría de los judíos europeos acogió con agrado la emancipación [2]. Querían poder integrarse y participar como miembros iguales en la sociedad. Sin embargo, la emancipación nunca llegó a Europa del Este, donde vivía la mayoría de la población judía del mundo. En el Imperio zarista, los judíos vivían en la pobreza y el aislamiento, confinados a áreas industrialmente subdesarrolladas en Polonia y Ucrania llamadas “Pale of Settlement”. La vida en Pale estuvo marcada por los sangrientos pogromos, violentos disturbios contra las comunidades judías promovidas por funcionarios del gobierno y la policía local. El revolucionario ruso León Trotsky describió los pogromos de 1905: “un gran número de ciudades y localidades [de Rusia] se había transformado en un infierno. El humo de los incendios velaba los rayos del sol, las llamas devoraban calles enteras, sus casas y sus habitantes. El antiguo régimen se vengaba de las humillaciones que había sufrido” [3].
El surgimiento del capitalismo industrial en Europa no trajo consigo el fin del antisemitismo o prejuicio anti-judío . Por el contrario, los violentos auges y recesiones económicas del sistema crearon un clima en el que los judíos se convirtieron en chivos expiatorios. La década de 1880 vio un resurgimiento del antisemitismo en toda Europa, provocada por la prolongada crisis económica de 1870. Durante las siguientes tres décadas, más de cinco millones de judíos abandonaron Europa del Este. La mayoría de estos refugiados fueron a los países de Europa occidental o a los Estados Unidos. Solo una pequeña fracción de un par de miles eligió ir a Palestina.
Este resurgimiento del antisemitismo también proporcionó el contexto para que el sionismo creciera. Hasta la década de 1880, el movimiento sionista había estado formado por un puñado de sectas religiosas fanáticas. En 1896 Theodor Herzl publicó El estado de los judíos, una especie de manifiesto del nuevo movimiento político sionista.
El sionismo político
El sionismo político de Herzl era secular y pragmático. Bajo su propuesta, el estado judío solo podría construirse bajo el patrocinio de una de las potencias imperialistas. Según Herzl, los judíos siempre serían una minoría dondequiera que se establecieran, y como su proyecto enfrentaría la resistencia de cualquier población que intentaran colonizar, no tendría éxito sin el apoyo militar de alguna gran potencia imperialista que lo respaldara. De hecho, Palestina fue solo uno de los territorios que Herzl consideró para el proyecto colonizador. También consideró Argentina, Uganda, Chipre y hasta un par de estados en el “midwest” de los Estados Unidos como posibles ubicaciones para el estado judío. Pero la facción religiosa en el movimiento sionista logró que se seleccionara Palestina.
Sin embargo, la característica que definió el sionismo no fue la selección de Palestina, sino la voluntad de los sionistas de aliarse con el imperialismo europeo para lograr sus objetivos. Herzl rechazó los ideales más progresistas del siglo XIX - democracia, socialismo, republicanismo - y en su lugar abrazó los más reaccionarios: la monarquía, el nacionalismo, el chovinismo y el racismo. El sionismo se identificó con las potencias imperialistas y aceptó ideas racistas sobre las virtudes “civilizadoras” de la colonización.
Si una de las características que definió el sionismo fue su identificación con el poder imperial, otra fue la forma en la que los fundadores del movimiento veían a los mismos judíos que decían representar. Para Herzl y su colega Max Nordau, la pobreza desesperada de los judíos de Europa del Este era un signo de debilidad en el carácter judío [4]. Estos puntos de vista tan repulsivos fluían de manera bastante lógica a partir de las suposiciones básicas del sionismo sobre los judíos. Los sionistas aceptaron la visión del siglo XIX de que el antisemitismo - de hecho, toda la animosidad racial o étnica - era una característica permanente de la naturaleza humana. Por eso pensaban que era inútil luchar en su contra. En su opinión, la solución para los judíos era formar un estado y convencer al mundo europeo de que los judíos pertenecían a la clase de los colonizadores, que eran “superiores” y que no eran parte de la de los colonizados, lo que lo llevó a la conclusión disparatada de que los judíos mismos eran la causa del antisemitismo. Aceptaban la idea de que los judíos eran una carga económica y que su mera presencia provocaba la violencia del resto de la sociedad.
Sionismo e imperialismo
Para adquirir la tierra para su estado, Herzl se ofreció servilmente a todas las potencias imperialistas de la época. Trató de seducirlos a todos: al Káiser alemán, a los turcos, al zar ruso y al imperio británico. En 1896 entabló negociaciones con el sultán turco del Imperio Otomano, que había gobernado Palestina durante más de quinientos años. Herzl le propuso al sultán que, a cambio de entregar Palestina a los judíos, el movimiento sionista ayudaría a suavizar la condena mundial a Turquía por su campaña genocida contra los armenios. Incluso se comprometió a reunirse con los líderes armenios para convencerlos de que suspendieran su lucha de resistencia. El sultán rechazó la oferta [5]. En 1903 fue ante el zar de Rusia para ver si podía convencerlo de presionar a los otomanos para que le entregaran a Palestina. La reunión de Herzl con el representante del zar resultó ser un desastre táctico, pues alienó a los mismos judíos rusos que estaba tratando de reclutar para su movimiento.
El movimiento sionista moderno celebró su primer congreso en Basilea, Suiza, en 1897. Después de eso, oleadas de pioneros sionistas comenzaron a emigrar a Palestina. El colonialismo de repoblación por medio de colonos sionistas no vino a explotar a los árabes, sino que buscaba reemplazarlos por completo. El objetivo era crear un estado exclusivamente judío y con una mayoría judía en su población. Para lograr esto, los sionistas tuvieron que destruir la economía palestina, robarse la tierra, expulsar a los árabes del mercado laboral y borrar el recuerdo mismo de que alguna vez habían estado allí.
Al comenzar la Primera Guerra Mundial los judíos eran un pueblo oprimido, principalmente en Europa. Como detalla Rafael Bernabe en su artículo "Gaza, ¿hasta cuándo?“, los judíos en Europa, sobre todo en Europa oriental y Rusia, eran sin duda un pueblo discriminado, oprimido y segregado. La Europa cristiana portaba en su interior un antisemitismo que se manifestaba de diversas formas y con distintos grados de violencia según el país. Distintos movimientos proponían diversas rutas de emancipación. Los liberales proponían la progresiva superación de las discriminaciones bajo gobiernos democráticos. Otros vinculaban la emancipación del pueblo judío al derrocamiento del capitalismo, es decir, al socialismo. De hecho, en ese momento era notoria la sobrerrepresentación de judíos en los partidos revolucionarios: baste recordar figuras como León Trotsky y Rosa Luxemburgo. Es en ese contexto que también nace el movimiento sionista” [6].
La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa provocaron el colapso de los tres patrocinadores de Herzl: el Imperio Otomano, el Káiser alemán y el zar ruso. Además, como indica Bernabe, la guerra “marcó el inicio de una nueva época en la civilización capitalista moderna: una época en que su lado más destructivo, en que la barbarie que porta en su interior se manifestaría de manera más evidente, más catastrófica, más inhumana, como demostrarían las dos guerras mundiales, la gran depresión, el surgimiento del fascismo, el holocausto del pueblo judío, el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón, para dar solo algunos ejemplos. El drama de Gaza, la historia de Israel y Palestina no pueden separarse de ese escenario. Si queremos entender el presente tenemos que decir algunas palabras sobre ese pasado que no es pasado” [7]. Cuando terminó la guerra, Palestina se convirtió en una colonia británica y los sionistas descubrieron que compartían muchos intereses con sus nuevos amos coloniales.
Después de la guerra mundial se disolvió el imperio Otomano y la Liga de las Naciones concedió a Gran Bretaña el control de Palestina. En 1917, Gran Bretaña emitió la Declaración de Balfour, el primer reconocimiento oficial de los asentamientos sionistas en Palestina. Bajo el gobierno del Mandato Británico se privilegió a la pequeña población judía sobre los palestinos. En 1917 había 56 mil judíos en Palestina y 644,000 palestinos. A pesar de esto, Gran Bretaña otorgó el 90 por ciento de las concesiones para proyectos como la construcción de carreteras y plantas de energía a capitalistas judíos, y en 1935 los sionistas poseían 872 de las 1212 empresas industriales en Palestina [8]. La clase dominante británica, rabiosamente antisemita, tenía sus propias razones para justificar su apoyo. Después de la Primera Guerra Mundial, el nacionalismo árabe representaba una gran amenaza para la dominación británica del Medio Oriente. y Gran Bretaña se proponía usar a los sionistas para vigilar y contener a los árabes.
La Gran Revuelta Árabe
En 1936, los palestinos comenzaron la Gran Revuelta Árabe contra la colonización británica y sionista. La revuelta duró tres años y solo pudo ser derrotada mediante la brutal represión británica, la cual en algunos momentos llegó a desplegar en la región a la mitad de su ejército. Los sionistas organizaron milicias armadas, llamadas Haganah, y unidades paramilitares, que desempeñaron un importante papel para sofocar la revuelta. También aprovecharon la huelga general palestina para lograr el control de nuevos sectores de la economía, reemplazando a más propietarios y trabajadores palestinos por propietarios y trabajadores judíos. La represión militar británica fue tan severa que dejó a la población palestina desmoralizada y exhausta durante muchos años. Esto despejó el camino para que los sionistas se centraran en el último obstáculo que quedaba para un estado judío: el propio Mandato Británico. En 1945 le declararon la guerra a los británicos con la intención de tomar el control total sobre los territorios del Mandato. La Organización de las Naciones Unidas impuso la partición de Palestina en 1947. Esa partición criminal otorgó a una minoría de colonos judíos la mayor parte del territorio palestino. Para los sionistas, esta fue la señal, una especie de luz verde que dio paso a la limpieza étnica del Nakba.
Sionismo y la clase obrera
Muchos de los líderes, como Herzl, eran extremadamente hostiles al socialismo. Pero el marxismo tuvo una enorme influencia en las comunidades judías de Europa del Este. Si el sionismo iba a desarrollarse en esa atmósfera, tenía que hacer algunos ajustes. Ber Borochov fue el padre del "sionismo proletario", que, como su nombre lo indica, trató de sintetizar el marxismo y el nacionalismo judío. El análisis supuestamente marxista de Borochov era que, debido a que el proletariado judío de Europa del Este mantenía trabajos económicamente marginales, no tenían poder social como trabajadores. Por lo tanto, eran impotentes para lograr cambios en Rusia. Así, los trabajadores judíos necesitaban ir a construir su propia nación, donde pudieran convertirse en un proletariado “real”, organizado en los verdaderos centros de producción. Solo entonces podrían hacer una revolución socialista.
La organización que fundó Borochov durante el cambio de siglo - los Trabajadores de Sion (Po’ale Zion) - desempeñó un papel reaccionario en el movimiento obrero ruso. Los sionistas en los sindicatos se oponían a cualquier acción unida con los trabajadores que no fueran judíos, asumiendo muchas veces la posición de rompehuelgas. En 1901, miembros del Bund, la organización revolucionaria judía que se oponía militantemente al sionismo, se organizaron para expulsar a los sionistas de sus sindicatos.
En Palestina, los “sionistas socialistas” construyeron organizaciones que fueron centrales para el proceso de colonización. Fundaron la Histadrut, la federación sindical solo para judíos, que organizó la exclusión de los trabajadores árabes del mercado laboral. Comenzaron los kibutz - colectivos agrícolas - que construyeron asentamientos judíos en tierras palestinas, los cuales defendieron con armas.
Sionismo y Holocausto
El reclamo de legitimidad más poderoso del sionismo es que el Estado de Israel es necesario para prevenir otro Holocausto. El Holocausto se invoca para justificar todas las atrocidades cometidas por Israel. Pero es precisamente cómo la Agencia Judía (el liderato sionista que gobernaba los asentamientos judíos en Palestina antes del establecimiento de Israel en 1948) respondió al Holocausto lo que proporciona la evidencia condenatoria contra el sionismo. Para los líderes de la Agencia Judía, el ascenso del fascismo tuvo una ventaja. Para los sionistas esa tragedia fue “una oportunidad para construir y prosperar” [9]. La oportunidad se refería al potencial de que miles de nuevos inmigrantes inundaran Palestina.
Sin embargo, los funcionarios sionistas afirmaron sin pudor que no querían a todos los refugiados del Holocausto. No querían la carga de absorber a millones de refugiados enfermos y empobrecidos que no tenían ninguna pasión ideológica por la tierra Palestina. La agencia solo quería judíos jóvenes y saludables que pudieran ir a trabajar, a combatir y a construir el estado. Como escribe el historiador israelí Tom Segev: “La vida urbana era, ante sus ojos [de los líderes sionistas], un síntoma de degeneración social y moral; regresar a la tierra daría a luz al ‘hombre nuevo’ que esperaban crear en Palestina. Por lo tanto, al repartir los certificados de inmigración, dieron preferencia a quienes podrían desempeñar ese papel en su programa de construcción de país. Preferían jóvenes sionistas sanos” [10].
El Comité de Rescate de la Agencia Judía escribió un memorando privado en 1943 sobre las perspectivas de su trabajo. En el momento de su redacción habría sido posible salvar a millones de judíos. Pero ni siquiera lo intentaron: “A quién salvar: ¿Debemos ayudar a todos los necesitados, sin importar la calidad de las personas? ¿No deberíamos darle a esta actividad un carácter nacional sionista y tratar sobre todo de salvar a aquellos que pueden ser útiles para la Tierra de Israel y para los judíos? Entiendo que parece cruel plantear la pregunta de esta forma, pero desafortunadamente debemos afirmar que si somos capaces de salvar solo a 10,000 personas de entre 50,000 que pueden contribuir a construir el país... en contra de salvar a un millón de judíos que serán un carga, o en el mejor de los casos un elemento apático, debemos contenernos y salvar a los 10,000 que pueden salvarse de entre los 50,000, a pesar de las acusaciones y súplicas de un millón” [11]. La Agencia Judía en Palestina tuvo muchas oportunidades para rescatar a decenas de miles de judíos. Pero sabotearon todas las propuestas y eligieron usar el dinero para más asentamientos en lugar de rescatarlos.
Los nazis eliminaron a la izquierda revolucionaria judía en Europa; asesinaron a sus mejores líderes y organizaciones. Fueron estos socialistas y comunistas quienes ayudaron a organizar la resistencia clandestina al fascismo en países de toda Europa, quienes lucharon valientemente para defender el gueto de Varsovia contra el asalto nazi. Con la eliminación de estos luchadores se fue el recuerdo de lo que habían logrado y de lo que habían representado. Es vital señalar este hecho porque el sionismo impulsa la amnesia histórica. La destrucción de la fuerte tradición antisionista entre los judíos europeos permitió al sionismo convertirse en representante de la voz unificada de los judíos de todo el mundo. Frente a esa voz, cualquiera que se oponga al sionismo es denunciado - falsa y engañosamente - como antisemita.
En 1910, el socialista judío Karl Kautsky escribió estas líneas que son ejemplo de esa tradición antisionista: “es el trabajo lo que le da a la gente el derecho a la tierra en la que vive, por lo que el judaísmo no puede reclamar nada sobre Palestina. Sobre la base del derecho al trabajo y de la autodeterminación democrática, hoy Palestina no pertenece a los judíos de Viena, Londres o Nueva York, que la reclaman por judaísmo, sino a los árabes del mismo país, la gran mayoría de la población” [12].
No es difícil ver por qué muchos judíos eran hostiles al sionismo. El sionismo llamó a retirarse de la lucha contra el antisemitismo. Pero el movimiento socialista argumentó que la lucha contra el antisemitismo era fundamental para la lucha revolucionaria contra el capitalismo. Así, de un lado estaban los revolucionarios que organizaron a judíos y no judíos para luchar contra los pogromos, liderar huelgas y derrocar al régimen zarista. Del otro lado estaban los sionistas que colaboraron con el zar, se apartaron de las luchas por la autodefensa y sabotearon el trabajo en los sindicatos. Fue el movimiento obrero revolucionario, no el sionismo, el que ofreció una esperanza genuina de liberación para los judíos europeos. Lenin y los bolcheviques adoptaron una posición intransigente contra el antisemitismo, considerándolo una fuente de debilidad en la clase obrera rusa. Esa es la orientación, pues los socialistas debemos luchar - siempre - contra todo tipo de opresión.
Al Nakba
En marzo de 1948 se inició la campaña de limpieza étnica contra el pueblo palestino, que por un lado debía suponer la toma de los mandos militares y civiles que los británicos empezaban a abandonar, y por otro la limpieza étnica del mayor número posible de palestinos. El inicio de esa campaña se conoce como Nakba (catastrofe) [13] - cuya conmemoración por el pueblo palestino ha estado prohibida - y sigue siendo ejecutada por el estado de Israel. Las masacres llevadas a cabo por las brigadas sionistas no tenían - ni tienen - un carácter marginal; por el contrario, formaban parte de un plan claro y con la intención deliberada de eliminar a los palestinos del futuro Estado judío. El estado de Israel se construye sobre la base del desplazamiento del pueblo palestino, primero bajo el régimen colonial británico y luego como resultado de la guerra de 1948.
Según el proyecto sionista, el pueblo palestino debía desaparecer y resignarse a la pérdida de su tierra y de su historia. Pero lejos de desaparecer, mantuvo firme su demanda legítima de regresar y vivir en Palestina. “El estado de Israel, como estado judío, como proyecto colonial se ha reproducido desde entonces negando, combatiendo y reprimiendo esa resistencia palestina, resistencia que desde el principio ha sido combatida y descrita como terrorista y que ha tenido que enfrentar un enemigo mucho más poderoso desde el punto de vista militar” [14].
El racismo y la violencia inherentes al proyecto sionista siguen muy presentes. El número de gobiernos, partidos de derecha, grupos antiderechos y sectas fundamentalistas neopentecostales que son aliados de Israel en la actualidad es asombroso. Israel es la vanguardia de la extrema derecha internacional.
Las políticas criminales del actual régimen israelí y su estrecha alianza con el “establishment” estadounidense deben verse en el contexto de una larga historia de ocupación y colonización de Palestina. Nos recuerda que el Nakba no es cosa del pasado. Su conmemoración es parte de la resistencia ante el intento sistemático de ocultar la violencia y las muertes provocadas por Israel desde antes de su fundación. Por eso, tenemos que educarnos sobre la historia de la situación en Palestina, pues la mayoría de los medios de comunicación reproducen la versión sesgada del gobierno israelí.
Por último, debemos recordar que el proyecto sionista depende del apoyo de Estados Unidos: económico, militar y diplomático. Por eso, tenemos que exigir el fin del apoyo al gobierno israelí. Además, debemos apoyar el amplio y creciente movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) cuyas demandas son: poner fin a la ocupación y colonización de todas las tierras árabes robadas en el Nakba y desmantelar el Muro del Apartheid; reconocer los derechos fundamentales de los ciudadanos árabe-palestinos de Israel con plena igualdad; respetar, promover y proteger los derechos de los refugiados palestinos, incluyendo su derecho a regresar a sus hogares y propiedades según lo estipula la Resolución 194 de las Naciones Unidas.
Notas
[1] En Gaza viven alrededor de 2 millones de personas, la mayoría de ellos fueron expulsados del territorio que hoy en día es considerado Israel.
[2] Recomiendo la lectura de Sumaya Awad & Brian Bean, Ed., Palestine: a socialist introduction (Chicago: Haymarket Books, 2020).
[3] Leon Trotsky, 1905 (Ligugé: Ruedo Ibérico, 1971), 125.
[4] Arthur Hertzberg, The Zionist Idea: A Historical Analysis and Reader (Philadelphia: The Jewish Publication Society, 1997), 240.
[5] Lenni Brenner, The Iron Wall: Zionist Revisionism from Jabotinsky to Shamir (London: Zed Books, 1984), 42.
[6] Rafael Bernabe, Gaza, ¿hasta cuándo? en https://www.80grados.net/gaza-hasta-cuando/, última visita 26 de mayo de 2021.
[7] Rafael Bernabe, Gaza.
[8] Ralph Schoenman, The Hidden History of Zionism (Santa Barbara, CA: Veritas, 1988), 27-28
[9] Tom Segev, The Seventh Million: The Israelis and the Holocaust (New York: Henry Holt and Company, 1991), 18.
[10] Segev, Seventh Million, 42.
[11] Segev, Seventh Million, 99–100.
[12] Citado en Enzo Traverso, The Marxists and Jewish Question: The History of a Debate (Atlantic Highlands, NJ: Humanities Press, 1990), 86.
[13] El 15 de mayo es la conmemoración de Al Nakba, que se traduce como la “catástrofe”. En Israel, el 14 de mayo se celebra la “fiesta patria”, la fecha de la fundación de su estado en 1948. Para los palestinos, en cambio, es el momento en que comenzó su tragedia, lo conmemoran un día después como el momento que marca el desplazamiento de sus tierras y lo consideran la fecha más triste de su calendario. Se trata del recuerdo amargo de los cientos de pueblos que fueron arrasados en 1948 y los cientos de miles de refugiados que fueron expulsados violentamente de sus hogares.
[14] Rafael Bernabe, Gaza.
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Manuel Rodríguez Banchs es abogado, activista político y social. Es miembro de Democracia Socialista.
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