Por Rafael Bernabe
En 2020 se cumplieron cien años del nacimiento de Ernest Mandel. En varios países se realizaron eventos analizando su vida y su obra. Mandel es una de las figuras que más han influenciado nuestra trayectoria política e intelectual. Otras tareas nos impidieron redactar una contribución que teníamos pensada a la conmemoración del centenario, referente a su teoría de las ondas largas y su pertinencia para el estudio de la historia de Puerto Rico. Aquí presentamos ese texto con cierto retraso. Añadimos al plan original unas breves consideraciones sobre algunas críticas a la teoría de Mandel de las ondas largas recientemente formuladas por Claudio Katz.
Mandel y las ondas largas
Según Mandel, el capitalismo industrial ha exhibido largos periodos de crecimiento acelerado (20-25 años) que desembocan en largos periodos de crecimiento desacelerado o estancamiento (también de más de 20 años, pero de duración más irregular, como veremos). Así, la evolución del capitalismo, además de las crisis recurrentes de más corta duración, se ha presentado como una alternancia de ondas expansivas y depresivas.[1] Mandel identifica las siguientes:
1848-1873 (25), expansiva
1873-1893 (20), depresiva
1893-1913 (20), expansiva
1913-1940/48 (27/35), depresiva
1940/48-1973 (25/33), expansiva
1973, inicio de onda depresiva
Más tentativamente, Mandel señala la posibilidad de reconocer dos ondas anteriores, que serían las siguientes:
1790s-1825, expansiva
1825-1848, depresiva[2]
Mandel murió en 1995 y no pudo extender su estudio de la onda depresiva que se inició en 1973. ¿Condujo esta onda depresiva a una onda expansiva (débil y desigual) en la década de 1990, que habría terminado con la recesión de 2008, o se extiende (con altas y bajas coyunturales) hasta nuestros días? Es un tema de discusión al que volveremos al final.
Mandel coloca la tasa de ganancia en el eje de su explicación de las ondas largas. Durante los periodos expansivos el nivel y tendencia de la tasa de ganancia estimulan la inversión masiva y el crecimiento acelerado de la producción y el comercio. Durante los periodos depresivos ocurre lo contrario: la caída y el bajo nivel de la tasa de ganancia reducen el ritmo de la acumulación y las tasas de crecimiento. Siguiendo a Marx, Mandel considera que la tasa de ganancia está determinada por tres variables: la tasa de explotación o tasa de plusvalor, la composición orgánica del capital y la velocidad de rotación del capital. El aumento de la velocidad de rotación y el aumento de la tasa de explotación aumentan la tasa de ganancia. El aumento de la composición del capital la reduce. También, siguiendo a Marx, Mandel considera que, según se extiende un periodo de acumulación acelerada, los primeros dos factores no pueden prevalecer sobre el tercero, lo cual provoca una tendencia decreciente de la tasa de ganancia. El paso de una onda expansiva a una onda depresiva está, por tanto, programado en las tendencias internas del sistema. Esa tendencia a la caída de la tasa de ganancia, resultado de ese mecanismo inherente al capitalismo, explica los virajes de 1873, 1913 y 1973 hacía una onda depresiva (y el de 1825, si se incluye esa onda).
Por otro lado, los periodos expansivos se inician como resultado de un aumento duradero de la tasa de ganancia que provoca la inversión productiva de capital ocioso y de invenciones no aprovechadas que caracterizan el periodo de crecimiento desacelerado. Pero la entrada y la salida de la crisis no está determinada de igual manera. A diferencia de la caída de la tasa de ganancia, los aumentos que provocan el inicio de periodos de expansión (1848, 1893, 1940/48) dependen de cambios que van más allá del terreno estrictamente económico. Así, dependen de conquistas geográficas del capitalismo, revoluciones (o contrarrevoluciones) sociales, el resultado de enfrentamientos de clases, de luchas de liberación nacional o de conflictos, incluyendo guerras, interimperialistas y de su impacto en la tasa de ganancia. Por esta razón, Mandel rechaza el término ciclos largos: la palabra ciclo sugiere un salto igualmente predeterminado de la expansión a la onda depresiva, por un lado, que de la onda depresiva a la expansiva. Mandel insiste, al contrario, en el “ritmo asimétrico” de las ondas largas: la caída de la expansión en la crisis (resultado de las contradicciones internas del sistema) es predecible e inevitable, no así la salida del periodo depresivo. Así, Mandel considera que los periodos de expansión se iniciaron como resultado del impacto de:
1848- Expansión del mercado. Un aumento del mercado para mercancías industriales (descubrimiento de oro en California, revoluciones de 1848)
1893- Expansión imperialista. Ganancias extraordinarias producto de la exportación de capital a países atrasados, abaratamiento de materias primas, aceleración de la rotación.
1940/48- Derrotas de la clase obrera (fascismo) y guerra (destrucción masiva de capital)
En ocasiones se ha descrito la concepción de Mandel como una teoría tecnológica de las ondas largas. No es correcto. Como indicamos, Mandel considera que durante los periodos de expansión aumenta la inversión y la innovación tecnológica (es uno de los elementos que luego provocarán la crisis, con el aumento de la composición orgánica). Por tanto, los periodos de expansión se han caracterizado por lo que él llama revoluciones tecnológicas (es decir, por el inicio impetuoso de cambios que luego seguirán extendiéndose en el periodo de crisis). Mandel estudia las siguientes:
1848-1873- la fabricación de máquinas con máquinas
1893-1913- la “segunda revolución tecnológica” (industria eléctrica, química, motor de combustión interna)
1940/48- automatización y semi automatización
Pero las revoluciones tecnológicas no provocan la salida de la onda depresiva. La prolongan y amplían una vez se inicia. Pero el inicio depende de otro hecho: el aumento previo de la tasa de ganancia que a su vez provoca la aceleración de la inversión.
La historia de Puerto Rico a partir del inicio del siglo XIX es la historia de su creciente integración a la economía mundial capitalista. Si la concepción de Mandel describe acertadamente las transformaciones de esa economía, cabría esperar que la historia de Puerto Rico se ajuste al flujo y reflujo de las ondas largas. Y eso es precisamente lo que observamos. Así, la historia de Puerto Rico habla a favor de la concepción de Mandel y la concepción de Mandel ayuda a entender mejor el pulso de la historia de Puerto Rico. Veamos las sucesivas ondas y su presencia en la historia de Puerto Rico.[3]
Expansión 1848 a 1873 (y las ondas anteriores)
En esta época, la acumulación capitalista industrial ocurre básicamente en Europa Occidental y Estados Unidos. La exportación de mercancías industriales se extiende en el mundo y tiende a destruir la producción artesanal y la manufactura local, sin que aún pueda desplazarla plenamente. Muchas regiones tienden a embarcarse en la producción de materias primas y alimentos para los países avanzados. Esa producción se realiza con tecnología preindustrial y a partir de relaciones no capitalistas o semi capitalistas (la producción de algodón en el sur esclavista de Estados Unidos, por ejemplo). Por otro lado, el capital metropolitano aún no obstruye ni controla el proceso de formación de capital en los países no industrializados. Algunos de ellos inician procesos de industrialización autónomos (Japón, Italia, Rusia, por ejemplo).
En Puerto Rico observamos la integración al mercado mundial a través de la producción esclavista de azúcar.[4] También se intentan otras formas de trabajo forzado o de coerción estatal, como el régimen de la libreta.
Estas formas de explotación son el resultado de la incapacidad de imponer las relaciones capitalistas de producción. Esas relaciones, como sabemos, tienen como fundamento la desposesión de los productores, su separación de los medios de producción, empezando por su separación de la tierra, que les permitiría vivir independientemente de los explotadores. Esa separación les obliga a venderse por un salario. Desde principios del siglo XIX, gobierno y clases poseedoras, conscientes de las oportunidades en el mercado internacional, aspiran a desarrollar la producción comercial en gran escala. En 1809, en las instrucciones al primer diputado a Cortes, Ramón Power, señalan lo que será su queja durante las siguientes ocho décadas: la “falta de brazos” para las proyectadas plantaciones y haciendas. La “falta de brazos” a menudo se atribuye a la “vagancia” y los “vicios” de la población. Como dirían hoy: “la gente no quiere trabajar”.[5] Por supuesto, no había tal falta de brazos, ni problema de vagancia. La gente trabajaba. Trabajaba por su cuenta y el acceso a la tierra les permitía hacerlo. El acceso a la tierra, aunque no tuvieran títulos de propiedad, les permitía evitar la explotación a las que se les quería someter. Eso era lo que molestaba a sus potenciales explotadores: vagancia era el nombre que le daban al trabajo independiente y que no podían explotar. La situación nos recuerda la descripción de Edward Wakefield, citada por Marx, de la situación en las regiones en las que los productores tenían acceso a la tierra. Según Wakefield: “Allí donde … todo el mundo puede … obtener un pedazo de tierra … la dificultad está en obtener trabajo combinado a cualquier precio”.[6] En 1877, un grupo de hacendados de Guayama se referirían a esto como la “huelga pasiva” de los habitantes del campo.[7] Esa “huelga pasiva” atraviesa todo el siglo XIX.
Dado que no era posible explotar el trabajo asalariado “libre” (que supone su expropiación y desposesión), había que romper la “huelga pasiva” de otro modo. Una de ellas fue recurrir a la esclavitud y las otras medidas contra los “vagos” que culminan con el régimen de la libreta decretado en 1849.[8] Repitamos que no se trataba, como se proclamaba, de obligar a los vagos a trabajar, sino de obligar a los trabajadores independientes a trabajar para otros. A principios del siglo XIX fuera de San Juan, dominaba la pequeña agricultura de subsistencia.[9] Según la producción comercial esclavista se iba extendiendo por zonas de la costa, la pequeña producción se movió hacia el interior montañoso.
Hacia el final de este periodo, se inicia el auge de la exportación de café. Con el desarrollo de la hacienda de café en el interior se cierra la ruta de escape del trabajo asalariado, aunque todavía estará mezclado con otras formas de subordinación del trabajo (la relación de agrego, etc.)[10] Pero ya en los 1880s se estaba en la entrada de una nueva onda larga en la economía mundial.
Onda depresiva 1873-1893 y salida imperialista 1893-1913
A partir de 1873 se inicia la gran depresión del siglo XIX. La depresión acelera el proceso de centralización de capital industrial y bancario. Parte de estas nuevas grandes empresas se interesan en la inversión directa para la producción capitalista de materias primas con técnicas más avanzadas en los países atrasados. Es la época de la expansión de la plantación capitalista. Esta exportación de capital a menudo ocurre en el contexto de nuevas o antiguas relaciones coloniales o semicoloniales, como las impuestas por Estados Unidos en Centro América y el Caribe. Las ganancias extraordinarias generadas por la inversión externa y el efecto positivo en la tasa de ganancia de la reducción del costo de materias primas y alimentos provocan el avivamiento de la inversión y el inicio de una nueva onda expansiva a partir de mediados de la década de 1890.
Con la expansión se inicia la segunda revolución tecnológica (electricidad, industria química, motor de combustión interna) que la intensifica y extiende. En este periodo se consolida la nueva estructura de la economía mundial en la que la acumulación en los países atrasados queda mucho más estrechamente subordinada a los países avanzados. Pasan del atraso a la dependencia. Bajo formas de subordinación colonial o semicolonial, los primeros exhibirán las características típicas del subdesarrollo: control de sectores clave por el capital externo; especialización productiva con acuerdo a las necesidades del capital externo; extracción de parte importante del ingreso excedente generado; vasto ejército de reserva industrial (desempleo y subempleo); bajos salarios.
En Puerto Rico encontramos todos los aspectos descritos por Mandel del periodo 1873 a 1893 y luego de 1893 a 1913: el surgimiento del gran capital en las metrópolis; la inversión, en el contexto de nuevas relaciones coloniales, de capital metropolitano en la producción de materias primas y alimentos en los países atrasados y la nueva estructura económica dependiente de los últimos. Desde la década de 1870, en Puerto Rico y otros países productores de azúcar de caña estaba planteada la transición del ingenio a la central, con todas sus exigencias. Para la década de 1890 era evidente que los productores de azúcar en Puerto Rico habían fracasado en completar esa transformación. La industria del azúcar estaba en franco retroceso. Pero, durante la década del 1890, se consolidan los grandes oligopolios de la refinación del azúcar en Estados Unidos, encabezados por la American Sugar Refininig Company y la National Sugar Refining Company.[11] Luego de la Guerra hispanoamericana, la ocupación por Estados Unidos y en el contexto de una nueva relación colonial (los tres son muestras de la nueva época imperialista), el capital estadounidense invertirá masivamente en la caña, la elaboración del tabaco y otros sectores de la economía de Puerto Rico, completando aceleradamente la transición del ingenio a la central y la generalización de las relaciones de producción capitalista.[12] Puerto Rico exhibirá los aspectos señalados de una economía subordinada: dominio del capital externo; especialización unilateral; extracción de excedente; presión del desempleo y subempleo sobre los salarios, entre otros. Este también fue el caso de otros países especializados en la producción de azúcar cruda de caña en esta época, bajo relaciones coloniales y semicoloniales, por ejemplo, Cuba, Filipinas, Java y Taiwán, sometidos a los imperialismos estadounidense, holandés y japonés, respectivamente.
Onda depresiva, 1913-1940/48
A partir de 1913 se manifiesta la tendencia al agotamiento de la expansión en curso, acelerada por el desorden político y social provocado por la guerra (incluyendo el derrocamiento del capitalismo en el imperio ruso). La profundidad y duración de la crisis, sobre todo a partir de 1929, quiebra la fe de los gobiernos capitalistas en la capacidad del sistema de autoregularse y autocorregirse. Se reconoce de hecho la necesidad de la intervención masiva del estado para rescatar al capitalismo de sus contradicciones. La salida de la crisis dependerá de un aumento de la tasa de plusvalor y una destrucción masiva de capital, que abra horizontes de expansión para los sobrevivientes. Esa será la función del fascismo y su dominio sobre Europa y de la guerra mundial. Pero esto no es un desenlace automático, depende del curso de grandes batallas políticas y sociales. En Estados Unidos en la década del 1930 no se impone el fascismo, sino que crece el movimiento obrero y se logran importantes reformas sociales. Pero el capitalismo estadounidense se beneficia de la ruina de sus contrincantes por la guerra y durante la guerra y el inicio de la guerra fría logra domesticar a la clase trabajadora con represión y concesiones. A partir de 1940 en Estados Unidos y de 1948 en Europa se inicia un periodo de expansión que se extenderá hasta 1973, el boom de postguerra.
La Primera Guerra Mundial reduce la producción de azúcar de remolacha en Europa y estimula la expansión de la producción de azúcar de caña. Es lo que se conocerá como la danza de los millones. Con la normalización después de la Guerra, el mercado mundial del azúcar entra en una crisis prolongada. En Puerto Rico su impacto es amortiguado por la política proteccionista del gobierno de Estados Unidos durante la década del 1920, que intenta evitar la caída del precio en su mercado interno, excluyendo la azúcar extranjera (básicamente azúcar de Cuba). Aunque era auspiciada por los intereses remolacheros, los productores coloniales en Puerto Rico y de Filipinas son quienes más se benefician de esa política proteccionista. Para 1933, la crisis en Cuba se combina con la resistencia a la dictadura de Machado para provocar la revolución de 1933; los intereses remolacheros presionan para conceder la independencia a Filipinas; y Puerto Rico vive un periodo de agudas protestas y movilizaciones sociales. La administración Roosevelt comprendió que era necesario reorganizar “el imperio del azúcar americano”[13], lo cual hace a través de la Ley del Azúcar de 1934 que establece un sistema de cuotas, de impuestos y de compensaciones para limitar la producción.[14] En Puerto Rico incluye la adopción de reformas dirigidas a redistribuir tierras, diversificar la producción y ampliar instalaciones públicas, cuya expresión más clara fue el Plan Chardón y la creación de la Puerto Rico Reconstruction Administration. Estas medidas encontraron apoyo y colaboración de sectores afines en Puerto Rico, como el sector agrupado alrededor de Luis Muñoz Marín. Sus propuestas hasta 1945 se orientarían hacia la reducción de la injerencia de capital externo, la redistribución de la tierra, el fomento del cooperativismo, la empresa pública y la producción hacia el mercado interno.[15]
“Los treinta gloriosos”, 1940/1948
En 1940 en Estados Unidos y 1948 en Europa se inicia la onda expansiva de postguerra. La tercera revolución tecnológica permite aumentar la productividad y con ello las tasas de explotación a la vez que se aumentan los salarios reales. En los países desarrollados y sectores de otros países, los medios de consumo duraderos (automóvil, electrodomésticos) transforman la vida diaria de millones. Se generaliza la educación primaria e intermedia y se amplía la educación universitaria. Se reduce el peso de la población rural y campesina. Durante estos años, la inmigración de países atrasados permite reconstituir el ejército industrial de reserva (y su efecto limitante sobre los salarios), a pesar del crecimiento del empleo. El estado reglamenta la actividad económica, financia programas y medidas de bienestar social con impuestos progresivos. Y estimula la economía con gasto público y con ajustes de la tasa de interés, entre otras prácticas: una inflación moderada se considera un precio razonable para evitar la recaída en el desempleo masivo anterior a la guerra. Se habla de “estado de bienestar”, “economía mixta” y de era keynesiana, que habría superado los desequilibrios del capitalismo.
La resistencia de los pueblos del mundo colonial y el debilitamiento de los antiguos imperios durante la depresión y la guerra abre paso a la descolonización en Asia y África. Estos países aspiran a la modernización. Por otro lado, en los países imperialistas crece la tendencia a la exportación de maquinaria industrial (además de productos terminados). Ambos procesos se traducen en la alteración de la división internacional del trabajo heredada, con el inicio de la industrialización parcial de algunos países, hasta entonces especializados en la exportación de materias primas y alimentos.
A partir de 1940, con el aumento de los gastos militares y la devolución de impuestos del ron (cuya demanda aumenta como resultado de la guerra), Puerto Rico empieza a participar en la expansión que se extenderá por treinta años. El capital externo se siente atraído a Puerto Rico, dado su acceso al mercado de Estados Unidos combinado con los “salarios más bajos de la bandera americana”, a lo cual el gobierno de Puerto Rico añade la exención contributiva a partir de 1947. Se abandona la crítica del control “absentista” y se abraza al capital foráneo como el agente clave de la deseada transformación económica.[16] Puerto Rico inicia dos décadas y media de crecimiento acelerado en las que vive su versión de los cambios globales: caída del peso del campesinado, urbanización, crecimiento de la industria, ampliación de la educación, mejoras en la salud y la vivienda, difusión de medios de consumo duraderos. La mayor parte de la población escapa de la pobreza extrema, lo cual es un logro nada despreciable. Pero este crecimiento no altera la estructura colonial y dependiente de la economía insular, incluyendo el control del capital foráneo, la falta de relación orgánica entre sus componentes, la salida de excedente, el desempleo crónico y los bajos salarios, comparados con la metrópoli. El desempleo y los salarios relativamente bajos, cuando coinciden con la expansión económica en Estados Unidos, se traducen en la emigración de parte de la fuerza laboral, que se convierte en una parte a menudo super explotada y discriminada de la clase obrera en Estados Unidos. Puerto Rico seguía siendo una economía colonial y subordinada.[17]
Onda depresiva, a partir de 1973
Como advirtió Mandel desde inicios de la década de 1960, ni las políticas keynesianas para atenuar las recesiones, o la limitación de competencia entre grandes empresas, o la existencia de un amplio sector público, o la planificación indicativa de algunos estados, o los acuerdos monetarios internacionales y la regulación del movimiento de capitales, o la mezcla de todas estas acciones, habían suprimido o eliminado o podrían suprimir y eliminar las contradicciones fundamentales del capitalismo.[18] La expansión de postguerra terminaría en una nueva crisis prolongada. La historia le dio la razón. El aumento de la composición orgánica del capital, resultado de la expansión, era cada vez más difícil de contrarrestar con un aumento de la tasa de explotación, en condiciones de pleno empleo, también resultante de la expansión. Las medidas inflacionarias, necesarias para atenuar las recesiones, desordenaban el sistema monetario internacional. Se planteaba el dilema: ¿controlar la inflación a costa de recesiones más profundas o evitar las últimas a costa de una inflación cada vez más descontrolada? En 1973, la recesión generalizada que afectó a las principales economías cerró la expansión de postguerra e inició una nueva onda recesiva.
La respuesta capitalista a la crisis tenía que ser y fue lograr un aumento de la tasa de ganancia a través de un ataque a las conquistas logradas en las décadas anteriores por las clases trabajadoras y los países no metropolitanos. Igualmente buscaba penetrar las economías de los países en que el capitalismo había sido derribado. El llamado “golpe de Volcker” de 1979 (un repentino y brutal aumento de las tasas de interés por la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos) ejemplifica esas políticas: provoca una recesión que, a través del aumento en el desempleo, debía disciplinar a la clase obrera a la vez que agravaba las dificultades de las economías de los países dependientes e incluso semiindustrializados para cumplir con el servicio de sus deudas. A su vez, esas crisis y dificultades de repago se empleaban, a través de la intervención del Fondo Monetario Internacional, para imponer planes de ajuste estructural favorables al capital en general y al capital metropolitano en particular. Entre esas medidas, desplegadas tanto en países dominantes como dominados, se encuentran la reducción de impuestos a las grandes empresas, la reducción del gasto público social, la privatización de empresas públicas, la eliminación de protecciones laborales, la desregulación de mercados y el desmantelamiento de la protección de empresas nacionales y las políticas antisindicales. Estas y otras medidas llegarían a conocerse como las políticas neoliberales. A esto se añade el traslado de inversiones a zonas de bajos salarios y la amenaza de traslado como palanca para obtener concesiones en el país de origen.
En Puerto Rico, la larga onda depresiva que se inicia en 1973 exhibe muchos de los elementos indicados: crecimiento desacelerado hasta 2004 y posteriormente estancamiento; impacto de las políticas antiinflacionarias, de liberación del comercio y de desreglamentación financiera; política de bajos impuestos al gran capital, de privatización y de reducción del empleo público; endeudamiento y su utilización para imponer políticas de austeridad y medidas anti obreras.
En 1973 la economía de Puerto Rico vive su primera caída del PIB en el periodo de postguerra. Luego de esta primera recesión sufre un impacto aún más severo como resultado de la recesión provocada por el “golpe Volcker”. Durante la recesión de 1981-83 la tasa de desempleo oficial asciende a 23 por ciento. A principios de la década del noventa una tercera recesión afecta la economía isleña. La tasa de crecimiento anual se reduce de 7 por ciento en la década de 1960, a 3.3 por ciento en la década de 1970 y luego a 2.1 en la década de 1980. El gobierno responde a la recesión de 1973 logrando una reformulación de la política de exención contributiva por el Congreso de Estados Unidos, encarnada en la sección 936 del Código de Rentas Internas de Estados Unidos. La medida logra atraer importantes inversiones de empresas de alta composición de capital, como las farmacéuticas. A la vez, aumentan la entrada de fondos federales tanto al gobierno como a individuos. Estos procesos evitan una desaceleración y un empobrecimiento mayores, pero la tasa de crecimiento económica se mantiene a menos de la mitad del periodo anterior a 1973. En la década de 1990 se implementa la política de privatización, destacándose la privatización del sistema de salud y de la Telefónica. Mientras tanto, la política de libre comercio, incluyendo el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, aumenta los sitios de inversión con bajos salarios y acceso al mercado de Estados Unidos. En 1996, el Congreso de Estados Unidos empieza la extinción de la sección 936 que beneficia a empresas que operan en Puerto Rico, transición que termina en 2006. Estos procesos provocan una recesión en Puerto Rico en 2005, 2006 y 2007, con reducciones del PIB cada año.[19] En 2008, la gran recesión global, detonada por el impacto de la desregulación financiera, acentúa la desaceleración de la economía. Puerto Rico sigue su curso depresivo durante toda la década de 2010.
En el caso de Puerto Rico, la onda depresiva que se inicia en 1973 se extiende, con las altas y bajas recurrentes a toda economía capitalista, hasta nuestros días. Así el promedio de crecimiento anual entre 1961 y 1972, al final de la onda expansiva, fue 5.9 %. Se redujo a 2.67 % entre 1973 y 2004, para desplomarse a .18 % entre 2004 a 2022.
Según el crecimiento se reducía antes de 2005 y luego de iniciarse la depresión de 2005 a 2021, el gobierno compensó la reducción de recaudos con algunos incrementos a las contribuciones a las empresas foráneas, medidas de austeridad (despidos, nuevos impuestos al consumo) y un creciente endeudamiento. La mezcla de estancamiento económico y creciente endeudamiento condujo inevitablemente al impago que el gobierno tuvo que reconocer en 2015. El gobierno de Estados Unidos respondió apretando las tuercas de la subordinación colonial, imponiendo una Junta de Control Fiscal para dirigir las finanzas del gobierno de Puerto Rico y ajustar su deuda. La Junta ha cumplido su misión de lograr el ajuste lo más favorable posible a los acreedores a la vez que impone políticas de austeridad, privatización y destrucción de derechos laborales, incluso en el sector privado. Su diagnóstico es típicamente neoliberal: la deuda se debe al “gigantismo” gubernamental, que debe atenderse reduciendo el tamaño del sector público y la falta de crecimiento se debe a las demasiado generosas protecciones laborales, que deben recortarse.[20]
Recientemente, en parte gracias al flujo masivo de fondos federales, la economía de Puerto Rico ha iniciado un proceso de expansión, con un aumento del PIB, del empleo y de los recaudos del gobierno. Pero estas fluctuaciones son normales en toda economía capitalista, tanto en las ondas expansivas como depresivas. Lo excepcional, en todo caso, fue el casi completo estancamiento durante quince años, entre 2005 y 2020. Nadie debe pensar que la recuperación en curso indique un cambio de época hacia un largo periodo de expansión.
Conviene subrayar que en este recuento nos hemos limitado a las transformaciones económicas. En nuestro trabajo con César Ayala hemos señalado como durante las ondas largas expansivas se han instalado instituciones y se han consolidado partidos, y otras organizaciones (sindicales, por ejemplo) que luego, en las ondas depresivas son sometidos a fuertes presiones y sufren crisis, mutaciones y fracturas o desaparecen. Así, la depresión de la década de 1930 coincide con la crisis de legitimidad del estado colonial y de los partidos que habían surgido en la onda anterior; la expansión de postguerra coincidió con la hegemonía del Partido Popular Democrático y la creación del Estado Libre Asociado; el fin del boom de postguerra coincidió con la pérdida del predominio electoral del PPD, por dar algunos ejemplos. Esto corresponde a la tesis de Mandel de que las ondas largas no son meros hechos estadísticos sino “periodos históricos específicos”.[21]
¿Fin de las ondas largas?
Mandel murió en 1995. ¿Cuál ha sido el curso de la onda larga de crecimiento desacelerado cuyo inicio el ubicó entre 1968 y 1973? Mandel consideraba que solo una aplastante derrota de la clase trabajadora en los países avanzados y de los países del sur ante la presión imperialista y la integración de las economías de transición al capitalismo podía lanzar un periodo de expansión. En sus últimos escritos insistía que ese desenlace no era inminente, ni lo sería por muchos años. El balance de fuerzas implicaba que ni la clase capitalista era capaz de imponer su salida a la clase trabajadora (al menos hasta el grado necesario para relanzar una onda expansiva), ni era la clase obrera capaz de imponer su salida socialista a la crisis: vislumbraba una prolongada onda depresiva, en la cual los socialistas debían seguir luchando por reconstruir el proyecto socialista de las ruinas de la social democracia y el estalinismo.[22]
Luego de la muerte de Mandel se completó el proceso de restauración capitalista en el antiguo bloque soviético y en China, lo cual supuso una ampliación del mercado y de la fuerza de trabajo disponible para la explotación capitalista. La clase trabajadora continuó recibiendo duros golpes como resultado de las políticas neoliberales. De igual forma, buena parte de los países del sur global sufrieron imposiciones por el FMI y otros agentes en lo que algunos han llamado un proceso de recolonización por el capital transnacional. ¿Fueron las victorias del capital suficientes para provocar el aumento en la tasa de ganancia necesario para lanzar un nuevo periodo de expansión? Sobre esto hay opiniones divergentes.
Autores como Nathan Johnson consideran que los procesos indicados provocaron el inicio de una débil y desigual onda expansiva a principios de la década de 1990 que se extendió hasta la gran recesión de 2008, cuando se inició una nueva onda depresiva.[23] Michel Husson plantea una apreciación híbrida: según él, la tasa de ganancia se recupera apreciablemente a partir de la década de 1990, pero ese ascenso no se traslada a la tasa de acumulación y, por tanto, de crecimiento. Así, la onda depresiva se perpetúa, a pesar del aumento de la tasa de ganancia. Andrew Kliman critica el modo en que Husson mide la tasa de ganancia y postula que esta no se recupera desde la década de 1970 y, por tanto, tampoco la tasa de acumulación. Aunque Kliman no maneja el concepto de las ondas largas, su análisis abonaría a la conclusión de que la onda depresiva que se inició en 1973 se extiende hasta el presente.[24]
Claudio Katz considera que la economía mundial se ha movido de manera desigual: mientras algunas economías asiáticas han crecido aceleradamente, las de Europa, Estados Unidos y Japón no las han seguido. Pero las primeras no han logrado arrastrar a las segundas y, por tanto, globalmente no puede hablarse de una nueva onda expansiva.[25] Katz considera, sin embargo, que la persistencia de una onda depresiva que ya dura cincuenta años pone en duda la concepción de las ondas largas de Mandel. En pocas palabras: una onda larga que deja de alternar con una onda de sentido contrario dejaría de ser una onda. Según Katz: “una caída tan prolongada terminaría contradiciendo la propia lógica ondulante de esos movimientos y sugeriría más bien la presencia de regresiones continuadas, en sintonía con los enfoques marxistas más ortodoxos de la crisis capitalista”. Para Katz, el problema de la onda excepcionalmente larga posterior a 1973 apunta a otro problema de la teoría: según Katz, Mandel no ha podido explicar el “ciclo regular” o la “lógica repetitiva” de las ondas largas o su “inexorable secuencia pendular”.[26]
Esta objeción es un tanto sorprendente, viniendo de un autor que conoce bien la teoría de Mandel. La objeción sería válida contra una teoría de los ciclos largos que postule una salida endógena de las ondas depresivas y, por tanto, un “ciclo regular” o una “lógica repetitiva” o su “inexorable secuencia pendular”, a semejanza de las crisis recurrentes o periódicas. De acuerdo con esa perspectiva, los mecanismos internos de recuperación del sistema debieron entrar en acción hace décadas e iniciado la “inexorable” reversión pendular. Pero, como se sabe, Mandel rechaza enfáticamente la idea un ciclo largo, análogo a los inexorables ciclos cortos. Plantea, al contrario, que la salida de las ondas depresivas no está prescrita ni determinada por el funcionamiento interno de la economía capitalista, sino que dependen de alteraciones externas a ese mecanismo interno, alteraciones que no tienen por qué ser ni regulares, ni inexorables. En ausencia de esas alteraciones, la onda depresiva tenderá a perpetuarse. Por tanto, la duración de la onda depresiva habla en contra de la teoría de los ciclos largos o de quienes postulen salidas automáticas de la onda depresiva, pero no refuta la concepción de Mandel.
Según Katz: “Mandel no logró explicar la lógica repetitiva de esos movimientos y su inexorable secuencia pendular. En el ciclo capitalista corriente hay recesión, depresión, recuperación, prosperidad y auge, hasta un cenit que inaugura la sucesión inversa. Este curso sigue la secuencia habitual de la acumulación y todos los economistas reconocen y miden esos movimientos de coyuntura. Pero la traslación de esos vaivenes a ondas de largo plazo no se sostiene con fundamentos tan sólidos”. Pero Mandel no solo consideraba que trasladar “los vaivenes” del “ciclo capitalista” a las ondas largas no tenía “fundamento tan sólido”, sino que rechazaba completamente la idea de semejante traslado. En otras palabras, Katz considera que Mandel no logró explicar cómo las ondas largas funcionan como ciclos. Pero esto es un problema para una teoría de ciclos largos, no para Mandel, cuya teoría postula, al contrario, que las ondas no se comportan como los ciclos. No es justo criticar a Mandel por no solucionar los problemas de una teoría que él rechazaba.
Recapitulemos la concepción de Mandel. El capitalismo exhibe altas y bajas recurrentes: el ciclo industrial, periódico o recurrente, al que Katz hace referencia y que prácticamente todos los economistas reconocen. A través de una serie de estos ciclos recurrentes se abre paso la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, como resultado de las contradicciones internas del sistema. Por tanto, una serie expansiva de tales ciclos conducen inexorablemente a una onda larga depresiva. Pero la salida de esa onda depresiva no está prescrita ni determinada automática o endógenamente, a semejanza de las recuperaciones del ciclo o crisis recurrentes de más corto plazo. Depende de alteraciones externas (expansiones del mercado, revoluciones, desenlace de conflictos de clase, conflictos inter imperialistas, etc.). En tres ocasiones (hacia 1848, 1893 y 1940/48), la tendencia del sistema hacia la caída de la tasa de ganancia y el crecimiento desacelerado se vio contrarrestado duraderamente, lo cual permitió nuevas ondas expansivas. En ausencia de tal estímulo, el resultado será la prolongación del crecimiento desacelerado. Tal prolongación no constituye una refutación de la teoría de las ondas largas, al menos de la versión formulada por Mandel.
Aquí no pretendemos dilucidar el debate sobre lo ocurrido a partir de la década del 1990. Solo deseamos explicar por qué la hipótesis de una prolongación de la onda larga depresiva no constituye una refutación de la concepción de Mandel.
Katz propone el concepto de desarrollo desigual y combinado como alternativa a la perspectiva de las ondas largas. Según él, el concepto de desarrollo desigual y combinado, a diferencia del concepto de las ondas largas, “no incluye supuestos de repetición, ni exige considerar inexorables regularidades”. Pero, como hemos visto, la concepción de las ondas largas de Mandel considera inexorable la caída de una onda expansiva en una onda depresiva, y, quizás la predecible ofensiva capitalista contra la clase obrera y la resistencia de la segunda, más allá de eso no postula ni desenlaces predeterminados, “supuestos de repetición”, mucho menos “inexorables regularidades”.
Por otro lado, es interesante señalar cómo al referirse a las ondas depresivas, Mandel explica que se manifiestan de forma diferenciada, según la ley del desarrollo desigual: los países que en determinados momentos surgían como economías industriales, como Estados Unidos y Japón, aventajaban en crecimiento a sus predecesores. Así, planteaba Mandel:
“Estas ondas largas son más evidentes en las economías de los países capitalistas más avanzados (Gran Bretaña durante el período anterior a la primera guerra mundial, EEUU en el período posterior a la primera guerra mundial) y más en la producción mundial en su conjunto que en las economías de los países capitalistas considerados aisladamente. También aquí opera la ley del desarrollo desigual. Los países capitalistas, entregados a un esfuerzo máximo por ponerse al día en el proceso de industrialización, como fue el caso de EEUU después de la guerra de Secesión y de Japón en el siglo XX, arrojan tasas de crecimiento superiores a la media incluso durante la fase de estancamiento de una onda larga, Pero este hecho sólo subraya con mayor énfasis la importancia general de las ondas largas.”[27]
Katz plantea que en la actualidad “El único indicio de una onda larga ascendente ha sido la expansión de China, pero las tendencias opuestas que predominan en Occidente desmienten los diagnósticos de vigencia de ese ciclo a escala mundial. Y las ondas largas sólo operan a ese nivel global, definiendo la tónica general del capitalismo”.[28] Pero la concepción de las ondas largas de Mandel es capaz de combinar la noción de una onda de crecimiento desacelerado general y de desarrollo desigual de distintas economías, como Katz describe la situación actual.
Por último, Katz señala que el principio de desarrollo desigual y combinado “realza, además, el rol de los sujetos asignando a estos actores un protagonismo omitido (o forzado) en la teoría de las ondas largas. Reconoce que las clases dominantes y dominadas son determinantes de desenlaces históricos muy variados y no restringe esa evaluación a definir la apertura o el cierre de una onda ascendente”. De nuevo, esta es una crítica válida al concepto de ciclos largos, de movimiento automático e inexorable, independiente de las iniciativas de los sujetos políticos y sociales, y de las iniciativas de las clases dominantes y dominadas. Pero la concepción de Mandel, plantea precisamente que la salida de la crisis no está determinada por el mecanismo interno de la economía capitalista, sino que, al contrario, la salida o prolongación de la crisis capitalista, y el tipo de salida o las condiciones de prolongación de la crisis dependen de las acciones e iniciativas de las clases, de sus distintas fracciones, de sus partidos y organizaciones. Las condiciones para el periodo de expansión de postguerra fueron creadas por la derrota de la clase obrera alemana por el fascismo en 1933, la derrota de la revolución española en 1936-39, la derrota y desmoralización de la clase obrera francesa luego de la derrota del Frente Popular, la aceptación del no-strike pledge y luego de la ley Taft-Hartley por el liderato sindical de Estados Unidos, entre otros procesos, ninguno de los cuales estaba predeterminado por la situación económica. No hay contradicción entre la valoración de las iniciativas de las clases en conflicto, o del “factor subjetivo” y la concepción de las ondas largas, según formulada por Mandel. La concepción de Mandel de los factores exógenos como determinantes de la salida de la crisis supone y afirma la autonomía relativa de los procesos políticos y la capacidad (y necesidad) de la clase obrera de asegurar una salida a la crisis favorable a sus intereses.
Desarrollo, crecimiento y decrecimiento
En determinados periodos del pasado, Puerto Rico ha experimentado crecimiento acelerado (1900 a 1929; 1940-1973) y desacelerado (1973-2005) a la vez que su economía retiene su carácter dependiente y colonial. Podemos resumirlo planteando que hemos tenido crecimiento sin superar el subdesarrollo, aunque el subdesarrollo ahora no suponga los niveles de pobreza anteriores. Hemos tenido crecimiento sin desarrollo. Ante esto, la izquierda independentista, anticolonial y socialista ha planteado que, además de crecimiento, es necesario asegurar el desarrollo. Hoy sabemos que el problema adquiere otra dimensión: entendemos que uno de los males del capitalismo es su búsqueda de un crecimiento incesante e ilimitado, que es incompatible con la reproducción de las condiciones que hacen posible la vida humana y de otras especies. Es decir, hoy sabemos que es necesario divorciar la noción de progreso, desarrollo y bienestar del imperativo capitalista hacia la acumulación ilimitada de ganancias y mercancías y el consiguiente incremento ilimitado de la producción material. El ecosocialismo plantea, precisamente, cómo y por qué la abolición del capitalismo, al eliminar sus imperativos, permitirá y fomentará una nueva forma de concebir el bienestar y el progreso.[29] Si en Puerto Rico hemos tenido crecimiento sin desarrollo y hemos aspirado a crecimiento y desarrollo hoy habría que insistir en una perspectiva de desarrollo que se desprenda del concepto de crecimiento. Es un tema que la izquierda internacional se está planteando y que la izquierda puertorriqueña no puede ignorar.[30]
Mandel anticipó parte de estas discusiones hace más de cuarenta años en sus conferencias sobre las ondas largas. Más allá del costo social de aumentar la tasa de ganancia para propiciar una onda expansiva, Mandel planteaba “el problema de si el medio ambiente humano puede o no soportar otros veinte o veinticinco años de crecimiento económico del tipo que hemos conocido durante el período 1940/48-1968, con su enorme despilfarro de recursos naturales y la creciente amenaza que implica para el equilibrio ecológico.”[31] Sobre este tema, advertía que “Los socialistas y los marxistas no compartimos el irresponsable credo ‘productivista’ de los años cincuenta y sesenta” y advertía que “la actual generación tiene la responsabilidad colectiva de transmitir a las generaciones venideras un medio y unas reservas de riqueza natural que constituyen la condición previa necesaria para la supervivencia y el florecimiento de la civilización humana”. Para Mandel, el crecimiento ilimitado es un aspecto del capitalismo, no del socialismo. Según él, “la producción siempre creciente de una infinita variedad de productos más o menos innecesarios (productos cada vez más nocivos tanto para el medio ambiente como para el saludable desarrollo del individuo social) no responde a un ideal socialista. Semejante producción expresa simplemente las necesidades y la codicia del capital por obtener cantidades cada vez mayores de plusvalor, encarnado en una montaña siempre creciente de mercancías”.
Mandel estaba convencido de que una organización social basada en la garantía de la satisfacción de las necesidades de todo ser humano provocaría nuevas formas de “crecimiento”:
“Estamos convencidos de que una vez que se haya asegurado esa satisfacción (de las ‘necesidades materiales básicas’) en una sociedad donde vayan desapareciendo los incentivos para el enriquecimiento personal, la codicia y el comportamiento competitivo, el ‘crecimiento’ ulterior girará en torno a la necesidad de una producción ‘no material’ (por ejemplo, el fomento de relaciones sociales más ricas). Las necesidades morales, psicológicas e intelectuales reemplazarán la tendencia a adquirir y acumular más bienes materiales.” [32]
Todo esto conducía a Mandel a plantear la necesidad de la salida socialista a la crisis del capitalismo. En sus conferencias sobre las ondas largas, resumía esa alternativa del siguiente modo (alteramos el formato para presentarla como una enumeración):
"Esta es la vía del socialismo:
apropiación por los productores de sus medios de producción;
empleo planificado de los mismos con el fin de satisfacer directamente las necesidades, y no de realizar ganancias;
determinación de las prioridades de la planificación por mayoría y mediante procesos democráticos que supongan todas las libertades democráticas de información, elección, debate, crítica y pluralismo político;
gestión de la economía por los propios productores asociados y de la sociedad por sus ciudadanos organizados en órganos democráticos de autogobierno;
desaparición acelerada del costoso y abultado aparato de Estado burocrático;
rápida reducción de las desigualdades en la renta de la economía dineraria y mercantil;
reducción drástica de la jornada laboral, sin la cual la autogestión y el autogobierno no son sino una utopía o un fraude.
Esto es lo que implica el socialismo, tal como fue concebido por Karl Marx (un régimen de productores asociados). Sólo puede llevarse a cabo a una amplia escala internacional”.[33]
Mandel estaba convencido de que la supervivencia de la humanidad dependía de la realización de este programa. La historia de las cuatro décadas transcurridas desde que se redactaron estas líneas confirma plenamente la validez de esa convicción.
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[1] Ernest Mandel, El capitalismo tardío, trad. Manuel Aguilar Mora (Barcelona: Verso, Viento Sur, Sylone, 2023, primera edición en alemán 1972); Las ondas largas del desarrollo capitalista. Una interpretación marxista, trad. Javier Maestro (Madrid-México D.F.: Siglo XXI, 1986, primera edición en inglés 1980). Existe una versión actualizada en inglés publicada en 1995: Long Waves of Capitalist Development. A Marxist Interpretation (London: Verso, 1995). Ver también “The International Debate on Long Waves of Capitalist Development: An Intermediary Balance Sheet” en A. Kleinknecht, E. Mandel, I. Wallerstein, eds., New Findings in Long Wave Research, (New York: St. Martin’s Press, 1992).
[2] Mandel, Las ondas largas, 6.
[3] La estructura de nuestro libro (junto a César Ayala) de historia de Puerto Rico en el siglo XX sigue de cerca la alternancia de las ondas expansivas y depresivas estudiada por Mandel. César Ayala y Rafael Bernabe, Puerto Rico en el Siglo Americana: una historia desde 1898 (San Juan: Callejón, 2011, primera edición en ingles 2006).
[4] Francisco A. Scarano, Sugar and Slavery in Puerto Rico. The Plantation Economy of Ponce, 1800-1850 (Madison: University of Wisconsin Press, 1984).
[5] Discutimos el tema en “De la falta de ‘brazos’ a la ‘sobrepoblación’: ideología y lucha de clases en el surgimiento del capitalismo en Puerto Rico” Parte I y Parte II, momento crítico (25 julio 2021, 2 agosto 2021).
[6] Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política. Trad. Wenceslao Roces (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1975), Vol. I, 653. Sobre este tema ver también: Sidney W. Mintz, "The Origins of Reconstituted Peasantries" y "Slavery and Forced Labor in Puerto Rico" ambos en Caribbean Transformations (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1974).
[7] Luis A. Figueroa, Sugar, Slavery and Freedom in Nineteenth-Century Puerto Rico (San Juan, Chapel Hill: University of Puerto Rico Press and University of North Carolina Press, 2005), 171.
[8] Para la historia de estas medidas ver: Labor Gómez Acevedo, Organización y reglamentación del trabajo en el Puerto Rico del Siglo XIX (Propietarios y jornaleros) (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970).
[9] Sobre este modo de vida, ver los informes de Alejandro O’Reilly (1765) e Iñigo Abbad (1782) y Bernabe, “La falta de brazos”.
[10] Laird W. Bergad, Coffee and the Growth of Agrarian Capitalism in Nineteenth-Century Puerto Rico (Princeton: Princeton University Press, 1983).
[11] Alfred S. Eichner, The Emergence of Oligopoly: Sugar Refining as a Case Study (Baltimore: Jonhs Hopkins University Press, 1969).
[12] Puede consultarse “Rehacer la economía de Puerto Rico, 1898-1934”, capítulo 2 de Ayala, Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano.
[13] César J. Ayala, American Sugar Kingdom: The Plantation Economy of the Spanish Caribbean, 1898-1934 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1999).
[14] John Dalton, Sugar: A Case Study of Government Control (New York: Macmillan Company, 1937).
[15] Para este periodo puede consultarse “Depresión económica y crisis política: la turbulenta década del treinta”, capítulo 5 de Ayala, Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano.
[16] Para este viraje consultar “Momento crucial en la década de los cuarenta: el surgimiento del Partido Popular Democrático”, capítulo 7 de Ayala, Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano.
[17] Para esta transformación de postguerra puede consultarse “Transformación y desplazamiento: Operación manos a la obra”, capítulo 9 de Ayala, Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano.
[18] Algunos de sus textos se recogen en Ernest Mandel, Ensayos sobre el neo capitalismo (México D.F.: ERA, 1971).
[19] Para la onda depresiva que se inicia en 1973 en sus distintas fases puede consultarse “Debilitamiento de la hegemonía del PPD: de la movilización a la recesión, 1960-1975”; “Estancamiento económico y tranque político, 1976-1992” y “Política y conflictos sociales en la época del neoliberalismo, 1992-2004”, capítulos 11, 13 y 14 de Ayala, Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano.
[20] Discutimos la combinación de crisis económica, crisis de la deuda en “Puerto Rico: Economic reconstruction, debt cancellation, and self-determination”, International Socialist Review, 111, Winter 2018-19.
[21] Mandel, Las ondas largas.
[22] “… the crisis will be a prolonged one. No radical outcome will occur in the coming years, one way or another”. “The Relevance of Marxist Theory for Understanding the Present World Crisis” en Antonio Callari, Stephen Cullenberg, Carole Biewener, eds., Marxism in the Posmodern Age. Confronting the New World Order (New York-London: Guilford Press, 1995), 439.
[23] Nathan Johhson, “Empirical Evaluation of Long Waves of Capitalist Development”, Critique, 48:2-3, 2020.
[24] Andrew Kliman, The Failure of Capitalist Production. Underlying Causes of the Great Recession (London: Pluto Press, 2012). En pocas palabras: Kliman considera que la masiva destrucción de capital durante la Gran Depresión y la guerra fue necesaria para despejar el terreno para la expansión de postguerra. A partir de la década de 1970, los gobiernos capitalistas, temerosos de las consecuencias políticas y sociales desestabilizadoras han seguido políticas que evitan similar destrucción, pero esto implica que el crecimiento desacelerado se prolonga, a la vez que se combina con burbujas especulativas y crisis de deuda de diverso tipo, que luego se extienden al sector productivo. Aunque Kliman no lo afirme, esta perspectiva es muy compatible con la de Mandel.
[25]“En los últimos cuarenta años se verifica un bajo crecimiento en Occidente y un alto crecimiento en Oriente, que no alcanza para motorizar el crecimiento global. La locomotora asiática no arrastra al vagón euro-americano y el promedio de crecimiento general resulta muy bajo en comparación al antecedente de posguerra.” También: “El diagnóstico de una onda larga ascendente –que habría emergido luego de la crisis de los años 70 con el comienzo del neoliberalismo– carece de verificación empírica. Estados Unidos, Europa y Japón no han contado con tasas de crecimiento acordes a un ciclo sostenido de prosperidad. Ningún analista serio convalidaría esa evaluación”. Y: “El único indicio de una onda larga ascendente ha sido la expansión de China, pero las tendencias opuestas que predominan en Occidente desmienten los diagnósticos de vigencia de ese ciclo a escala mundial. Y las ondas largas sólo operan a ese nivel global, definiendo la tónica general del capitalismo”. Claudio Katz, “Etapas y ondas largas a la luz del desarrollo desigual y combinado”, Viento Sur, 191, enero 2024.
[26] Así, Katz pregunta: “¿Cómo se puede combinar el ciclo regular de las ondas largas con un ciclo irregular de las luchas de clases?” Pero para Mandel no existe tal “ciclo regular de las ondas largas”.
[27] Mandel, Las ondas largas, 2.
[28] Claudio Katz, “Etapas y ondas largas a la luz del desarrollo desigual y combinado”.
[29] Ver, por ejemplo, Daniel Tanuro, ¡Demasiado tarde para ser pesimistas! (La catástrofe ecológica y los medios para detenerla), trad. Javier Garitacelaya (Barcelona: Sylone, Viento Sur, 2020). Discutimos algunos temas relacionados al marxismo y la crisis ecológica en “Saito, Marx and the Anthropocene”, Against the Current, 225, July-August 2023. Versión en español en momento crítico, 3 diciembre 2023.
[30] Discutimos el tema de la crisis ecológica y Puerto Rico en “Descarbonización y descolonización: el Green New Deal y Puerto Rico”, Parte I y Parte II, momento crítico, 23 abril y 15 mayo 2023. Pronto se publicará una versión en inglés en la revista New Politics.
[31] Mandel, Las ondas largas, 106.
[32] Mandel planteaba, por otro lado, la necesidad de rechazar “la tecnología capitalista” pero sin rechazar el “potencial emancipador” de la tecnología. Es decir, se trataba de crear “tecnologías alternativas que extiendan —y no restrinjan— el potencial emancipador de la maquinaria (es decir, la posibilidad de liberar a todos los seres humanos de la carga de un trabajo mecánico, mutilador, no creativo, de facilitar un desarrollo enriquecedor de la personalidad humana a todos los individuos a través de la satisfacción de todas sus necesidades materiales básicas)”. Mandel, Las ondas largas, 90-91.
[33] Mandel, Las ondas largas, 107.
Rafael Bernabe es senador, profesor de la Universidad de Puerto Rico, activista social y político, autor de libros y artículos sobre historia y literatura puertorriqueña.