Por Gilbert Achcar
En los últimos días, se han multiplicado las amenazas israelíes sobre un ataque inminente contra Líbano, especialmente desde el ataque preventivo israelí contra Hezbolá del 25 de agosto, al que siguió el ataque del partido Hezbolá en represalia por el asesinato del comandante militar Fouad Shukr. Desde ese día, un coro empezó a culpar a Benjamin Netanyahu por la envergadura de la operación preventiva, que algunos comentaristas sionistas consideraron insuficiente, ya que desean un ataque que vaya más allá de los objetivos militares y alcance proporciones disuasorias desatando una destrucción intensiva sobre las concentraciones de población en las que prevalece Hezbolá.
Lo que llama la atención es que la culpabilización no se limitó a los miembros más extremistas de la extrema derecha sionista, campeones de la puja permanente, sino que también incluyó al "centro" sionista representado por Benny Gantz, uno de los líderes de la oposición a Netanyahu, antiguo jefe del Estado Mayor del ejército israelí y miembro del gabinete de guerra que se formó para supervisar la reocupación de Gaza hasta su dimisión del mismo el pasado mes de junio, provocando así su disolución. Gantz calificó el ataque de "demasiado poco, demasiado tarde". Un comentarista de Maariv, el periódico que representa las opiniones del "centro-derecha" sionista, escribió que no bastaba con impedir lo que Hezbolá estaba preparando, sino que lo que se requería era una campaña aérea a gran escala que disuadiera al partido de seguir intercambiando misiles a través de la frontera, permitiendo a los israelíes desplazados desde el comienzo de la guerra actual regresar a sus hogares.
Desde entonces, el debate se ha intensificado en los círculos sionistas, mientras que los pilares de la extrema derecha sionista se apresuraban a rechazar la acusación de su aliado Netanyahu, que les llevó al poder, tratando de desviar las críticas hacia el ministro de Guerra, rival de Netanyahu en el gobierno y dentro del partido Likud, Yoav Galant. La respuesta de este último fue superar a sus críticos insistiendo en la necesidad de ampliar el alcance de la guerra contra Hezbolá y darle prioridad sobre la guerra en Gaza, cuyos principales objetivos, en su opinión, ya se han alcanzado. El actual jefe del Estado Mayor israelí, Herzi Halevi, ha destacado desde entonces la eficacia de los ataques que sus fuerzas han lanzado y siguen lanzando mientras se preparan para una guerra a gran escala contra Hezbolá, incluidos los ejercicios realizados a finales del mes pasado que comprendían el entrenamiento de infantería para un ataque terrestre contra Líbano.
El propio Netanyahu ha contribuido a hacer sonar los tambores de la próxima guerra contra Líbano, a través de uno de sus estrechos colaboradores en el Partido Likud, que le atribuyó la intención de lanzar una guerra que hará que el suburbio de Beirut "parezca Gaza", como dijo el hombre, y que irá precedida de un ataque "preventivo" similar al del 25 de agosto, pero que durará unos días en lugar de unos minutos u horas. El comandante del Mando Norte de Israel, el general de división Ori Gordin, veterano de una larga serie de guerras que comenzó con la última fase de la ocupación sionista del sur de Líbano (1985-2000), participó en este "uno contra uno". Según noticias filtradas desde su entorno, Gordin pidió luz verde para que el ejército sionista volviera a ocupar una zona de amortiguamiento en el sur de Líbano. Como las mismas noticias indicaban que Galant y Halevi discrepaban con Gordin sobre la cuestión de lanzar una guerra a gran escala contra Líbano en el momento actual, el asunto parece inscribirse en el tira y afloja entre Netanyahu y Galant. La enemistad entre ambos hombres ha llegado al punto de que se rumorea que el primero está a punto de destituir al segundo de su cargo ministerial.
El gobierno de Biden temía que esta escalada de amenazas condujera a un gran ataque israelí contra Líbano en el momento actual, lo cual no desea por dos razones: primero, porque se encuentra en una condición débil al final de su término, ya que no comparecerá en las próximas elecciones, lo que le impediría poder controlar la situación, y segundo, porque una nueva guerra aparecería como un fracaso de sus esfuerzos, que su adversario, Donald Trump, explotará en su campaña electoral a costa de la actual vicepresidente de Biden y candidata de su partido a sucederle en la presidencia, Kamala Harris. Washington envió apresuradamente a su enviado especial para el conflicto entre Israel y Hezbolá, Amos Hochstein, que se reunió el lunes con Galant. El ministro de la Guerra elevó el tono, subrayando durante la reunión que la guerra contra Líbano era inminente y que ya no confiaba en la posibilidad de alcanzar pacíficamente lo que Washington intentaba conseguir mediante negociaciones. La administración Biden ha venido abogando por una vuelta a la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada al final de la guerra de 2006, con la retirada de las fuerzas de Hezbolá del sur de Líbano hasta el norte del río Litani, y su sustitución por el ejército regular libanés, además de las fuerzas de la ONU allí presentes.
¿Dónde está la verdad en todo este tirijala e intimidación? Sólo podemos repetir aquí lo que subrayamos a finales del pasado mes de junio, a saber, que "ambas partes, Netanyahu y la oposición, creen que no existe una tercera opción en su frente septentrional, salvo que Hezbolá consienta y acepte retirarse hacia el norte..., o que libren una guerra encarnizada contra Hezbolá a un alto costo, que todos consideran necesario para reforzar la capacidad de disuasión de su Estado, significativamente mermada en el frente libanés desde el 7 de octubre". ("Is the drumbeat of war on the Israel/Lebanon front a prelude to all-out war?", 25 de junio de 2024). Dado que el Estado sionista no puede lanzar una guerra a gran escala contra el Líbano sin la plena participación de Estados Unidos, sobre todo teniendo en cuenta que la administración Biden ha venido advirtiendo de que una guerra de este tipo se convertiría en una conflagración regional, es difícil que Netanyahu o Galant apoyen la iniciativa de lanzar una agresión sorpresa a gran escala contra el Líbano sin la luz verde de Washington. Israel ni siquiera habría podido librar su guerra genocida contra Gaza sin la participación de Estados Unidos, y Hezbolá es mucho más fuerte que Hamás y sus aliados dentro de la Franja.
Netanyahu actúa, pues, actualmente con la vista puesta en las elecciones estadounidenses: Si cree que ganará Trump, esperará a que se confirme el asunto, o incluso a que Trump regrese a la Casa Blanca, antes de lanzar una guerra contra el Líbano en connivencia con él, como preámbulo de una agresión a gran escala contra los reactores nucleares del propio Irán. Si, por el contrario, considera que la victoria de Kamala Harris es la más probable, o si esta se produce en las elecciones del 5 de noviembre, esto lo impulsará a aprovechar el tiempo que resta de la presencia de Biden en la Casa Blanca para escalar las cosas a un estado de guerra. Es probable que entonces intente asegurarse de que Biden se vea implicado en el apoyo a la agresión, dando a Hezbolá un ultimátum con un plazo concreto y breve para someterse a la presión y retirarse.
Las recientes posturas de Netanyahu, incluido su rechazo al alto el fuego en Gaza y al intercambio de cautivos que pretende la administración Biden, no pueden entenderse sin tener en cuenta las elecciones estadounidenses. Contrariamente a los análisis centrados únicamente en la política interior israelí, no cabe duda de que la negativa de Netanyahu a conceder a la administración Biden lo que parecería un logro político en medio de la actual campaña electoral estadounidense es un gran servicio a Trump, cuyos frutos Netanyahu tratará de recoger si este último gana la presidencia por segunda vez.
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Gilbert Achcar es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en SOAS, Universidad de Londres. Entre sus libros se encuentran: El choque de barbaries: la creación del nuevo desorden mundial; Dangerous Power: The Middle East and U.S. Foreign Policy, con Noam Chomsky; Los árabes y el Holocausto: la guerra árabe-israelí de narrativas; El pueblo quiere: una exploración radical de la insurrección árabe; y La nueva Guerra Fría: Estados Unidos, Rusia y China, de Kosovo a Ucrania.
Traducido por César Ayala de la versión en inglés que aparece en https://gilbert-achcar.net/lebanon-and-israeli-intimidation; el original árabe fue publicado por Al-Quds al-Arabi el 17 de septiembre de 2024.
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