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Los trabajadores y el proyecto modernizador del Programa Manos a la Obra: Una reseña

Iyari Ríos González



Aguja y Poder: Educación, cultura del trabajo, clase y género durante el proceso de industrialización en Puerto Rico (1950-1960) es el más reciente de Jesús Delgado Burgos. El trabajo es el resultado de su investigación doctoral en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. El autor ha ejercido la profesión de maestro de Historia en el sistema público por más de 40 años y participa de manera activa del movimiento sindical como miembro de organizaciones magisteriales. En los inicios de la década del 2000, presidió la Federación de Maestros de Puerto Rico.


En este libro, publicado por Ediciones Laberinto, Delgado Burgos estudia los relatos culturales e ideológicos que adoptó el Gobierno de Puerto Rico durante el Programa Manos a la Obra a mitad del siglo xx. La contención principal del autor es que mediante la utilización de diferentes medios e instituciones las autoridades gubernamentales deseaban que los trabajadores y las trabajadoras se identificaran con el proyecto modernizador y las nuevas formas de trabajo implícitas en la industrialización del país.


Cuando me solicitaron que reseñara  este libro, leí el título y pensé que iba a trabajar con un texto donde el tema de investigación era la industria de la aguja en Puerto Rico durante el proceso de transformación del país de una economía agraria a una economía industrial.  Sin embargo, me equivoqué. El objeto de estudio excede los confines de ese sector de la producción. El periodo histórico que el autor examina en el libro reseñado es principalmente la década de 1950; por lo tanto, el estudio abarca solo la primera etapa del proceso de industrialización en Puerto Rico. El Programa Manos a la Obra tuvo, en términos generales, tres etapas:


  1. industrias livianas intensivas en mano de obra

  2. industrias pesadas intensivas en capital

  3. industrias de alta tecnología


Tomando en consideración que en la primera etapa del proceso de industrialización, uno de los principales sectores de la economía fue la producción de textiles donde las mujeres constituían la mayor parte de la fuerza laboral, se entiende que en el título se señale como objeto de estudio la industria de la aguja. Sin embargo, a mi modo de ver, el mismo no le rinde total justicia al libro pues estudia mucho más que eso.               


El autor analiza discursos culturales e ideológicos elaborados por el gobierno y sus objetivos a partir de su impacto en tres dimensiones vinculadas al espacio laboral y el quehacer social:


  1. la cultura de trabajo

  2. las relaciones capital-trabajo y el concepto de clase

  3. las relaciones hombre-mujer y el concepto de género


El interés es estudiar la construcción de identidades de sujetos históricos desde espacios de poder en un momento fundamental de la historia de Puerto Rico. El discurso elaborado sirvió a los fines de justificar un modelo económico basado en salarios bajos y la importación de capital foráneo en un marco colonial que ha organizado históricamente la base productiva del país en función de los intereses de la metrópoli. 


Varias instituciones gubernamentales se crearon durante ese periodo histórico que contribuyeron de forma significativa a construir esas narrativas; entre ellas, se encuentran el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO). Junto al Departamento de Instrucción, estas instituciones fueron fundamentales en la intención del gobierno en desarrollar un sentido de identidad cultural y una orientación ideológica que fueran cónsonas con las transformaciones sociales y económicas que acontecían como parte de ese proceso de industrialización y modernización. 


El libro se divide en tres capítulos con ocho secciones en total, sin considerar la conclusión. En el primer capítulo, se discute el trasfondo histórico del proceso de industrialización en Puerto Rico. El segundo capítulo aborda los discursos elaborados por las autoridades públicas en torno a la educación y la cultura de trabajo como parte del proyecto modernizador durante la década de 1950. En el tercer capítulo, el autor examina los relatos que fueron adoptados por el gobierno sobre la relación capital-trabajo para la construcción de una nueva identidad de la clase obrera; aborda las líneas discursivas desarrolladas sobre el salario, la negociación colectiva y la paz laboral; y, por último, discute la narrativa que el gobierno construyó con respecto a las funciones que debían desempeñar el hombre y la mujer en el espacio doméstico y en el espacio laboral.


El autor emplea en su trabajo diversas fuentes primarias y secundarias tanto en español como en inglés. Entre las fuentes primarias utilizadas se hallan discursos del gobernador, memorandos, correspondencia tramitada entre diferentes funcionarios públicos, empresarios y líderes sindicales, informes gubernamentales, revistas y folletos oficiales, manuales educativos y notas de prensa, entre otros. Con respecto a las fuentes secundarias usa tanto libros como artículos de revistas en forma impresa y electrónica que fueron publicados en Puerto Rico, América Latina, EE. UU. y Europa. El autor utiliza herramientas de análisis de diversa índole para poder abordar su objeto de estudio. Algunas de ellas son el análisis de textos, el análisis de imágenes y datos estadísticos.


Delgado Burgos emplea como referentes teóricos herramientas de escuelas de pensamiento que ofrecen una mirada alterna a historias oficiales que vindican acciones de grupos de poder. Aborda esta importante etapa de la historia del país utilizando como ejes centrales para el análisis los conceptos de trabajo y de clases sociales. Los trabajadores y trabajadoras son los protagonistas. Desde esta perspectiva, vemos una influencia de marcos conceptuales y herramientas de análisis del materialismo histórico y simpatías con la corriente historiográfica de la Nueva Historia. 


Sin embargo, dicho acercamiento es de naturaleza crítica pues hace señalamientos a lo que entiende representan unos análisis fragmentados con respecto a los procesos sociales y la presencia de silencios historiográficos en interpretaciones de autores afines con esa corriente. Sobre el primer asunto destaca el énfasis en temas económicos que se hace en la Nueva Historia. Este enfoque, a su juicio, considera los procesos sociales, culturales e ideológicos como "expresiones derivadas exclusivamente de modos y relaciones producción dominantes" (p.16). Sobre el segundo asunto, señala silencios que existen particularmente en torno a "la construcción de las relaciones de poder al interior de [las clases sociales], la formación de identidades y roles asignados a hombres y mujeres en la organización de la producción y la división del trabajo" (p. 15). Señala al respecto que la clase obrera no es un sujeto histórico homogéneo y que, por lo tanto, deben considerarse las diferencias e intereses sectoriales que existen al interior de la propia clase. En tal contexto, a su juicio, se deja al margen del campo de estudio otros sujetos históricos y relaciones sociales; específicamente, la mujer trabajadora como parte integrante de la clase obrera.


En ese sentido, adopta enfoques y perspectivas de otras tendencias en estudios del trabajo donde se emplean otros métodos y categorías analíticas a través de la incorporación como elemento central del concepto género según la tradición establecida por académicas feministas como Joan Scott y Louise Tilly. A juicio del autor, este acercamiento historiográfico representó una "una ruptura con la masculinización de la historia y un enfrentamiento epistemológico con las categorías y conceptos universales" (p. 57). El papel de reparto que había tenido la mujer en la historia del trabajo posiblemente responde a que el mundo laboral era dominado por los hombres. La mayor participación de la mujer en el mercado laboral desde la industrialización de Puerto Rico y el impacto que provocó en las nociones sobre la relación hombre-mujer en el ámbito familiar y en el mundo laboral tornaba necesario colocarla como una protagonista de la historia del trabajo del país. En ese ejercicio, el materialismo histórico y los estudios de género son referentes importantes para el autor.   


De esta manera, Delgado Burgos interesa realizar con su trabajo una aportación a la historiografía puertorriqueña sobre el tránsito del país al mundo industrial y moderno durante la segunda mitad del siglo xx. En dicho ejercicio, desea rebasar los límites que impone las coordenadas económicas para poder otorgar entonces una mayor atención al reacomodo de prácticas sociales o culturales correspondientes a lo que identifica como “ideología del patriarcado” y la construcción de saberes por grupos de poder como parte de un andamiaje cultural e ideológico. Sin embargo, esto lo hace sin abandonar el concepto de clase social como un elemento central en el análisis.


Utilizando este marco conceptual, el autor demuestra cómo desde diferentes instituciones —en especial, educativas— se construyó un discurso gubernamental que tenía la aspiración de crear una cultura de trabajo cónsona al proyecto modernizador; mientras, a la vez, se impulsaba la subordinación de trabajadores al capital con un discurso de paz industrial y la negociación colectiva. A su juicio, ese discurso en torno al trabajo y la clase obrera se complementó con la resignificación de prácticas sociales y culturales correspondientes a la sociedad agraria y patriarcal con el objetivo de mantener el control de los hombres sobre el trabajo asalariado y la segregación de la mujer hacia tareas "femeninas" manteniendo así a la mujer trabajadora subordinada a la figura del hombre. 


Nos señala el autor que el discurso en torno al trabajo se erigió a partir de las ideas de armonía, bien común y deber. Como actividad que nos relaciona con la naturaleza y la sociedad se asumió el trabajo como expresión de orden divino, manifestación de vida y responsabilidad social. La representación del trabajo como una forma de honrar a dios resulta interesante si se toma en consideración que en la biblia el trabajo se origina en la forma de castigo a los seres humanos por no seguir instrucciones de dios. Es decir, es una acción que se realiza para disciplinar y domesticar. La representación del trabajo como manifestación de la vida se asume como forma de sobrevivencia donde solo el que trabaja es aceptado por la sociedad. Aquellos que por alguna razón no trabajan se les margina o castiga por considerárseles “improductivos”. De esta manera, se muestran unos paralelismos con la idea de la vagancia del siglo xix en Puerto Rico y en otras partes del mundo. Mientras, la representación del trabajo como responsabilidad social se construye a partir de una deuda que contrae el individuo con la sociedad por esta facilitar su desarrollo a través de las diferentes estructuras e instituciones que la constituye y que este debe retribuir mediante el trabajo. Entonces, la dignidad del trabajo se proyecta como valor moral y principio ético que debe asumirse como sacrificio para fomentar el progreso de la sociedad.


En ese contexto, con la representación del trabajo como un valor moral y un principio ético, la clase dirigente construyó un discurso cultural e ideológico sobre los trabajadores que buscaba supeditar sus intereses como clase al proyecto modernizador y de industrialización de Puerto Rico. Para el autor el objetivo era promover la paz industrial desarraigando del imaginario colectivos de los trabajadores la experiencia histórica de luchas obreras que ocurrieron en primera mitad del siglo xx. El interés de lograr esa convivencia pacífica entre trabajadores y patronos tampoco era nuevo. Durante la década de 1930, el Gobierno de Puerto Rico con la Coalición Republicano–Socialista también adoptó la política de paz industrial. Sin embargo, los contextos históricos eran diferentes. En ese momento existía una crisis económica que puso al descubierto los problemas estructurales de la economía del país, según diseñada tras la invasión estadounidense a Puerto Rico en 1898. Dicha situación, junto a la gestión gubernamental, había generado mucho malestar en la sociedad. Los trabajadores protestaban en las calles y talleres de trabajo por mejores condiciones laborales. Los nacionalistas, por su parte, acudieron a la lucha armada para combatir el colonialismo de EE. UU. Había mucha inconformidad con las instituciones. Trabajadores y otros sectores sociales buscaron nuevos vehículos políticos que encontraron en la fundación del Partido Popular Democrático (PPD). Este partido tuvo en las elecciones de 1940 el apoyo popular con un programa de justicia social.


Desde entonces fue partido hegemónico por casi tres décadas. Durante ese periodo de tiempo, ejecutó un proyecto de industrialización y de modernización a través del Programa Manos a la Obra que —con sus luces y sombras— impulsaría un crecimiento de la economía y mejoras materiales en las condiciones de vida que permitiría a amplios sectores de la sociedad simpatizar con el proyecto. Esta situación a nivel nacional se combinó con un nuevo escenario a nivel internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el inicio de la Guerra Fría y el proceso de descolonización impulsado por la recién creada Organización de Naciones Unidas. Dicha realidad a mi manera de ver – permitió que los discursos identitarios con relación a la cultura de trabajo y la clase tuviera aparentemente un mayor éxito al ejecutar la política de la paz industrial que la que tuvieron gobiernos anteriores. Ahora bien, desde el punto de vista de las relaciones de género, queda constatado en este libro que la sociedad patriarcal ha sido —con todos sus matices— una constante histórica independientemente de transformaciones económicas y políticas por las cuales atravesara el país. No obstante, para el autor, el discurso de género construido como parte de la modernidad implicaba un reacomodo de las nociones patriarcales con el interés de que el control ejercido por los hombres en la sociedad y el trabajo se mantuviera inalterado. El ajuste —que enfrentó resistencias— fue incorporar a la lógica del mercado y del capital las destrezas de las mujeres en el espacio doméstico. 


Este libro aborda un tema de gran pertinencia para la sociedad puertorriqueña del siglo xxi. El proceso de industrialización que inició con el Programa Manos a la Obra a mitad del siglo xx fue la última instancia donde se ejecutó un plan económico de alcance nacional para Puerto Rico. Representó un programa para la transformación de la estructura productiva del país de una economía agraria a una economía industrial. Ambos modelos económicos, se sostenían en la importación de capital foráneo y su producción se orientaba principalmente al mercado de EE. UU. Tras el fin de ese proceso de industrialización con la eliminación a mediados de la década de 1990 de la Sección 936 por el Congreso de EEUU —y el apoyo del Gobierno de Puerto Rico— no se ha adoptado un plan económico de país. En cambio, las autoridades apostaron al funcionamiento de las fuerzas del mercado y su mano invisible como principal estrategia para impulsar la economía. Los resultados los conocemos y sufrimos. Justo al finalizar el periodo de transición de 10 años tras la eliminación de la Sección 936, inició la crisis económica que significó el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo para muchas familias en Puerto Rico. Paradójicamente, la economía ha mostrado señales de recuperación solo tras la inyección de miles de millones de dólares de fondos federales no-recurrentes después del golpe de los huracanes, los terremotos y la pandemia. Ahora, como entonces, parecen aproximarse procesos de transición social, económico y político. Pero hay una diferencia importante. Ahora el país no tiene un proyecto económico. La tarea urge.


Aguja y Poder. Educación, cultura del trabajo, clase y género durante el proceso de industrialización en Puerto Rico (1950-1960) es un trabajo comprometido que realiza una apuesta a un futuro progresista donde los trabajadores como clase y las mujeres como grupo no estén sometidos a estructuras de dominación de manera tal que puedan ejercer sus derechos libremente. En tal coyuntura, el Delgado Burgos propone investigaciones adicionales que ayuden a tener una mejor comprensión del proceso de industrialización a mediados del siglo xx. Sugiere, por ejemplo:


  1. estudiar las diferencias en las escalas salariales de acuerdo con el género y el tipo de empresa. 

  2. investigar la efectividad del movimiento obrero en su lucha por mejores condiciones de trabajo.

  3. examinar los efectos de la organización sindical de trabajadores en las condiciones laborales.

  4. estudiar los posibles vínculos entre sectores del movimiento sindical estadounidense y PPD.

  5. investigar mecanismos de resistencia obrera durante dicho programa de industrialización.


Añado que debería realizarse un estudio similar al efectuado por el Jesús Delgado Burgos para continuar estudiando los vínculos entre la economía, el trabajo y la educación con una perspectiva de clase, género e, incluso, raza no solo durante la primera etapa del proceso de industrialización de Puerto Rico a mediados del siglo xx sino también en las demás etapas y extender dicho análisis a otros contextos históricos y coyunturas sociales.


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Iyari Ríos González completó sus estudios subgraduados en Geografía y Ciencias Sociales. Además posee una maestría en Economía y un doctorado en Historia. Actualmente trabaja en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.


Bibliografía:


Delgado Burgos, Jesús. Aguja y poder. Educación, cultura del trabajo, clase y género durante el proceso de industrialización en Puerto Rico (1950-1960). San Juan: Ediciones Laberinto, 2024.

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