La propuesta de “orden ejecutiva” y la orientación estratégica del independentismo
- Democracia Socialista
- 3 abr
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Camino a nuestro segundo congreso, el debate sobre la propuesta de orden ejecutiva para reconocer la independencia de Puerto Rico ofrece una buena oportunidad para repasar nuestras orientaciones estratégicas y la razón de ser de Democracia Socialista. Veamos algunos aspectos de la propuesta y el debate generado.
Ante las voces que desde distintas perspectivas han criticado la propuesta, sus autores han lanzado la acusación de “inmovilismo”. La respuesta tiene cierta base, pues algunos de los críticos de la propuesta son en realidad “inmovilistas” que pretenden perpetuar la relación colonial. Pero, estrictamente hablando, la objeción es falsa: es posible rechazar el ELA y la estadidad y rechazar el “inmovilismo” y aun así objetar esta propuesta bien porque se le considera inútil, inapropiada, contraproducente, etc. No hay que escoger entre el inmovilismo y esta propuesta. Hay otras iniciativas posibles. Tan solo quien carezca de otra perspectiva puede pensar que la única alternativa a esta propuesta es no hacer nada o el “inmovilismo”. Desafortunadamente, esa parece ser la situación de buena parte del independentismo.
A las objeciones de que la propuesta propone la independencia por decreto, sin participación del pueblo afectado, y de que es, por tanto, antidemocrática, sus autores han respondido de tres maneras.
Han señalado el carácter antidemocrático de la relación colonial y las muchas imposiciones sin consultar al pueblo implicado. De nuevo, la respuesta tiene cierto, aunque limitado, fundamento en la medida en que muchos de los que presentan este argumento son defensores de la relación colonial que han querido presentar como democrática o libremente asumida. Pero, estrictamente hablando, la objeción carece de lógica: si la colonia es una imposición y es antidemocrática, el proceso de superarla no tiene por qué serlo. No hay que escoger entre solicitar la independencia por decreto o abrazar la colonia como democrática. Es posible denunciar la colonia como antidemocrática y construir un proceso de independencia participativo y democrático.
Los autores de la propuesta (o, al menos, algunos de ellos) también han planteado que no puede esperarse que un pueblo que ha sido sometido a la dominación política, económica e ideológica pueda escoger libremente su destino. Esta respuesta niega la posibilidad de autoliberación y autoemancipación de los pueblos y arte de la idea de que los explotados y oprimidos no pueden liberarse, sino que tienen que ser liberados por otros. Esto, a su vez, niega la realidad de las rebeliones y revoluciones de los pueblos contra las formas de dominación a que han sido sometidos.
En tercer lugar, los autores de la propuesta han planteado que, aunque sería ideal, no es realista esperar un proceso democrático diseñado por una metrópoli que nada concreto ha hecho en esa dirección durante los pasados 127 años. Este argumento es válido. El independentismo no puede sentarse a esperar a que la metrópoli inicie un proceso de descolonización o que proponga un proceso ideal y democrático. Pero de ello no se deriva que la propuesta de orden ejecutiva sea el único camino que seguir. Por ejemplo, si no podemos esperar por el Congreso: ¿por qué no convocar a nuestro pueblo a organizarse a través de una asamblea nacional, libremente electa, para exigir el reconocimiento de la soberanía y la independencia de Puerto Rico?
Los autores de la propuesta han objetado la propuesta de asamblea constitucional de estatus bajo el argumento de que no podemos esperar que el Congreso dé paso a dicho proceso. Pero ese mecanismo no tiene por qué estar asociado a tal pasividad. De hecho, esa propuesta en el programa del MVC, por ejemplo, está concebida como una iniciativa autoconvocada del pueblo puertorriqueño, no en espera del Congreso, sino enfrentando su inacción.
Se ha sugerido que no se asume tal curso de acción porque se ha entendido que Puerto Rico carece de las fuerzas internas para vencer el poder colonial de la mayor potencia mundial. Pero la realidad es que el independentismo jamás ha sido capaz de organizar tal reto al poder colonial. Si esto no se considera como una opción realista es porque se sabe que el independentismo no cuenta ni con la organización, ni la capacidad de movilización, en fin: no cuenta con el apoyo del pueblo que esto requiere.
Y este es el problema de fondo de la propuesta: es un intento de evadir el problema de la debilidad del independentismo. Es un intento de reemplazar la fuerza del pueblo organizado con otra fuerza (la iniciativa presidencial). Es un intento de encontrar un atrecho para lograr la independencia no con el pueblo organizado, sino a pesar de la falta de organización del pueblo a favor de la independencia. Refleja, no el arraigo, sino el aislamiento de parte del liderato y pensadores independentistas, y la poca disposición de superar ese aislamiento, más bien de lograr la independencia a pesar de ese aislamiento.
En fin, no criticamos esta propuesta ni desde (a) el inmovilismo ni (b) la defensa del colonialismo como democrático ni (c) la esperanza de que el poder colonial diseñará un proceso de descolonización adecuado ni (d) la idea de que debemos esperar pasivamente a que lo haga. Lo criticamos en la medida que sustituye la organización y movilización del pueblo por la búsqueda de iniciativas presidenciales.
¿Tendrá la propuesta posibilidad de realizarse? Normalmente la respuesta sería negativa. Pero no vivimos en tiempos normales. En la época de Trump casi cualquier cosa es posible. Pero tenga o no posibilidades de implementarse, nuestra respuesta debe ser la misma.
Supongamos que la propuesta tiene base legal, recibe apoyo de Trump y que estamos ante la independencia en el futuro próximo. Esto debe conducirnos a intensificar la organización del pueblo trabajador, las comunidades, estudiantes y sectores oprimidos para la defensa de sus intereses. Esta es la única garantía de que nuestra república esté al servicio de rescatar a la mayoría del maltrato, la desposesión y la frustración de su aspiración a una vida floreciente. Tan solo de este modo será posible un Puerto Rico comprometido con la igualdad, la participación democrática y la reconciliación con la naturaleza. Más aún: en ausencia de fuerzas políticas que defienden ese programa, lo que podemos esperar es la continuación de las formas de dominación, desigualdad, explotación y destrucción ambiental existentes. Esta no es razón para rechazar la independencia: es razón para preparar la independencia liberadora que necesitamos.
Algunos dirán: “logremos la independencia y veamos luego qué independencia queremos”, pero las organizaciones sociales y políticas que pueden asegurar la independencia que queremos no pueden construirse de un día para otro. El momento de construirlas es ahora. Dejarlo para después es permitir que nos impongan lo que no queremos.
Pensemos que se logre el fondo de transición propuesto: $36 mil millones anuales durante veinte años. ¿Cómo se usarán? ¿Para crear un país igualitario, solidario y ecológico, con un amplio sector público bajo control obrero y ciudadano, sólidas garantías laborales y sociales, planificación democrática y ecológica del uso de sus recursos? ¿O se mantendrá la ganancia privada como eje de las decisiones económicas, la precariedad laboral como supuesta garantía de eficiencia, la inseguridad social a nombre de la “responsabilidad individual”, las concesiones contributivas al gran capital para lograr la inversión, de acuerdo a los modelos neoliberales dominantes? Si no nos organizamos ahora para lograr lo primero, se impondrá lo segundo.
Sobre esto hay que retar otro argumento esgrimido por algunos autores o defensores de la propuesta: de la relación colonial antidemocrática se pasa a la conclusión de que en la colonia la democracia es inexistente o imposible. Esta visión maniquea que opone democracia plena a la total ausencia de democracia es falsa y confunde muchas cosas. Incluso bajo la dominación de clase, y bajo la dominación imperialista o colonial, es posible lograr importantes conquistas democráticas: libertad de expresión y de asociación, de organización sindical y de huelga, derechos laborales y ambientales, de las mujeres y contra distintas formas de discriminación. Estas libertades son reales, aunque bajo el capitalismo y el colonialismo estén limitadas. Lejos de ignorarlas, pasarlas por alto o, peor aún, menospreciarlas, hay que reconocerlas y, de ese modo, prepararnos para defenderlas antes los que, en caso de una nueva constitución, quieran aprovechar para limitarlas. Resulta irónico que el independentismo no lo entienda así, pues los independentistas a menudo han sido la vanguardia de la lucha por esas conquistas democráticas en el ámbito colonial.
Supongamos, al contrario, que la propuesta no tiene base legal, o que no despierta el interés de Trump. La conclusión sería igual: hay que intensificar la organización del pueblo trabajador, de nuestras comunidades y sectores oprimidos. Tan solo de esa autoorganización puede surgir la capacidad y el deseo de lograr la soberanía para rehacer nuestra sociedad de una manera más justa y democrática.
Así, la propuesta de orden ejecutiva nos permite replantear nuestra orientación estratégica como socialistas e independentistas. Esa orientación puede resumirse de este modo: lucha por la autodeterminación, la independencia y la descolonización a través de la autoorganización del pueblo trabajador para la defensa de sus intereses.
La experiencia de más de un siglo demuestra que la burguesía puertorriqueña carece de voluntad y capacidad para lograr la independencia nacional. Se ha conformado y conforma con ser socio subordinado del imperialismo con todas sus consecuencias (control externo y especialización unilateral de la economía; fuga de ganancias; desempleo masivo crónico; pobreza relativa; estancamiento a partir de 2006, etc.) Como único sería capaz de acceder a la independencia sería precisamente por imposición del poder colonial. Bajo su dominio, la independencia sería inevitablemente un medio de subordinación semicolonial.
Por tanto, la clase trabajadora es la única fuerza social que tiene el potencial de alcanzar la independencia en la medida que su creciente autoorganización para la defensa de sus intereses la conduzca a verla como un medio necesario para asegurar esos intereses.
Por tanto, es necesario combinar la lucha anticolonial con la organización de la clase trabajadora, la única capaz de lograr la independencia o, en caso de que la independencia se imponga de otro modo, de transformarla en un vehículo de emancipación social.
Nuestro trabajo debe partir de un diagnóstico de los esfuerzos de autoorganización del pueblo trabajador y sus diversas luchas. Muy brevemente, esta situación puede resumirse en:
La no organización. La mayor parte del pueblo no está organizada. No pertenece a ninguna organización sindical, ambiental, comunitaria, estudiantil, de mujeres, jubilados, etc. (En el sector privado, por ejemplo, menos del 5 por ciento está organizado.)
La desmovilización. Muchos de quienes están organizados están inactivos y desmovilizados.
La fragmentación y división. Existen múltiples, y a veces militantes iniciativas y movilizaciones (ambientales, comunitarias, estudiantiles, feministas, etc.), pero carecen de coordinación entre ellas.
La dispersión política. No hay consenso entre las organizaciones y lideratos de distintas luchas de cómo impulsar sus agendas políticamente (participación electoral o no, qué forma de participación, qué partidos apoyar o fundar, etc.)
De aquí se derivan una serie de orientaciones generales que debemos impulsar en todos los espacios en que nos encontremos:
La organización de los no organizados.
La activación y movilización de los organizados.
La coordinación y elaboración de un programa y plan de acción compartido de las distintas luchas.
La búsqueda de acuerdo sobre cuál es la mejor estrategia para lograr el poder político necesario para impulsar un proceso de transformación política, económica y ecológica al servicio de las mayorías.
Esas son las tareas que nos proponemos como socialistas. Mucho más efectivo que impulsarlas individualmente resulta organizarnos para hacerlo coordinada y colectivamente. Por eso, como parte de la organización del pueblo trabajador, creemos que es necesaria la organización de las y los socialistas para impulsar su análisis, su programa y sus propuestas de acción. Esa es la razón de ser de nuestra organización, Democracia Socialista, y de su participación en distintas luchas.
Recientes expresiones de algunos proponentes de la orden ejecutiva confirman la validez de nuestra orientación de lucha por la independencia a través de la autoorganización del pueblo trabajador. Así, algunos de sus proponentes han evolucionado muy rápidamente de plantear que es útil proponer al presidente de Estados Unidos una transición a la independencia y cómo realizarla, lo cual es legítimo, a plantear que esa agenda independentista está alienada con las medidas de recortes del gobierno Trump, con su política de “America First” y que, a través de la independencia de Puerto Rico, Estados Unidos ganaría un “aliado y un socio estratégico en la región”. No es necesario decir que la política de recortes de Trump, la orientación de “America First” no contiene nada positivo para los pueblos, ni dentro ni fuera de Estados Unidos. Asociar la lucha por la independencia con esa agenda es tratar de vincularla a la agenda más reaccionaria de nuestro tiempo. Un Puerto Rico independiente al servicio del imperialismo (que tendría que estar al servicio del capitalismo) no puede ser nuestro objetivo. Sería vaciar la independencia de su potencial emancipador. El problema, como puede verse es que, cuando se abandona la perspectiva de lograr la independencia a través de la organización del pueblo, se cae en la necesidad de encontrar otras fuerzas que puedan realizarla y se abre entonces el peligro de que esas fuerzas nada tengan que ver, incluso sean opuestas, a los intereses del pueblo.
La única manera de evitar esto es reafirmar nuestra orientación, señalada anteriormente: la lucha por la autodeterminación, la independencia y la descolonización a través de la autoorganización del pueblo trabajador para la defensa de sus intereses.