La prensa como negocio, la máquina de fango y el lawfare.
Por Manuel Rodríguez Banchs y Jorge Lefevre Tavárez
[Esta es la primera entrega del ensayo "La propiedad privada sobre la libertad de expresión", escrito para momento crítico. Esta entrega concentra su atención en algunos de los rasgos generales de la prensa como industria capitalista. La segunda tratará sobre la prensa en Puerto Rico y la necesidad de fortalecer la prensa independiente y de desarrollar una prensa obrera, para la construcción efectiva de cualquier vehículo político que busque retar y derrocar los grandes intereses.]
En abstracto, la función de la prensa es comunicar - de la manera más fidedigna posible y con un sentido ético - los acontecimientos que ocurren en el presente, usualmente en una geografía determinada que corresponde con su mercado principal. Por eso, se ha generalizado la noción de que la prensa cumple una importante función social como depositaria de la confianza pública (“public trust”). En ese sentido, se percibe como un servicio vital para la sociedad y para la democracia liberal, pues permite que la ciudadanía tome decisiones informadas basadas en lo que divulgan los medios.
Sin embargo, la capacidad de la prensa para llevar su mensaje exige unas operaciones materiales considerables. El periódico, por ejemplo, además del costo de la fuerza de trabajo de quienes producen el contenido, requiere impresión (costos de tinta y de papel) y su eventual distribución (que requiere, también, una inversión en la circulación del periódico físico o de la publicidad necesaria para el periódico digital). Los programas radiales y televisivos requieren un estudio, micrófonos, cámaras, iluminación e inversiones constantes en tecnología. En todos estos casos, además, el rol de los auspiciadores es fundamental para poder costear esta gran producción material. En gran medida, esta masiva inversión material condiciona la efectividad de la transmisión y distribución de la información.
Se va observando, entonces, que aunque el propósito de la prensa es, en abstracto, únicamente ideológico (en el buen sentido de la palabra: la transmisión de ideas), requiere de todo un aparato material productivo para poder llevarse a cabo. A pesar de que la prensa se supone que comunique ideas, estas ideas, digamos, tienen una "envoltura material". En ese sentido, la prensa, como cualquier otra industria en la sociedad capitalista, produce una mercancía que necesita venderse: sea el períodico físico, la noticia digital, el programa radial, el noticiero televisivo. Si bien es cierto que esta mercancía particular tiene como propósito abstracto la comunicación de ideas objetivas, su envoltura material termina por condicionar la manera en que esta idea-mercancía se produce y se distribuye.
Es por eso que, más allá de su propósito ideológico abstracto, es posible estudiar a la prensa como una industria, como una empresa capitalista moderna, productora de una mercancía particular. Y este hecho resulta fundamental pues terminará por condicionar el contenido que se trabaja, la información que se transmite y la manera en que se lleva a cabo el proceso en su conjunto. En resumen, los medios de comunicación en la sociedad capitalista son incapaces de superar las exigencias que le requiere la producción mercantil, de la misma manera que la mayoría de las personas son incapaces de superar el hecho de que solo entrando a la fuerza laboral pueden generar los ingresos - en forma de salarios - como para adquirir sus medios de vida. La materialidad de los procesos condiciona ciertos aspectos de estas relaciones sociales.
Y, de esta misma manera, la industria de la prensa tendrá que, necesariamente, compartir los mismos intereses económicos que las demás industrias importantes de la sociedad capitalista. La prensa se inserta irremediablemente en la lucha de clases porque el proceso productivo no le permite otra opción. En la medida en que la prensa es una industria, supeditará la distribución de información a sus propios intereses.
Por la brevedad de este escrito y la complejidad del tema, más que un análisis exhaustivo, nos interesa hacer un panorama del funcionamiento de la prensa empresarial, que pueda aportar a los movimientos sociales a articular y afinar su acercamiento a la prensa. Como se verá, cualquier movimiento político que aspire a tomar el poder (incluso, tomar el gobierno) deberá no solo hacer frente a la propaganda mediática, sino, a mediano y a largo plazo, crear o auspiciar una prensa alternativa, una prensa obrera, capaz de contrarrestar la ofensiva patronal y promover las perspectivas críticas de la sociedad.
Los criterios para publicar información
Los medios masivos de comunicación aparentan cubrir los acontecimientos e informar las noticias desde una perspectiva neutral y objetiva. Sin embargo, ocultan los intereses que representan y el sesgo editorial que esos intereses de clase exigen. Se oculta además que la información, así como su control, selección, énfasis y distribución es, más que nunca, un ejercicio de poder.
En las democracias capitalistas contemporáneas, la sumisión del poder político al poder económico facilita que se impulse la propaganda disfrazada como "libertad de prensa" e "independencia mediática". Según Chomsky y Herman, “los medios de comunicación de masas actúan como sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio. Su función es la de divertir, entretener e informar, así como inculcar a los individuos los valores, creencias y códigos de comportamiento que les harán integrarse en las estructuras institucionales de la sociedad. En un mundo en el que la riqueza está concentrada y en el que existen grandes conflictos de intereses de clase, el cumplimiento de tal papel requiere una propaganda sistemática” [1].
Los autores señalan que los medios de comunicación más importantes determinan qué información publican usando cinco filtros.
El primer filtro tiene que ver con la configuración empresarial del mercado de los medios de comunicación masiva. En síntesis, las grandes inversiones de capital necesarias para entrar a esta industria lleva a que sean pocas las compañías que controlan gran parte de la prensa, aunque estas compañías o corporaciones tengan una "variedad" de productos de prensa, de periódicos, de estaciones y de canales. Esto aplica - de manera consistente aunque a grados desiguales - tanto en el panorama internacional como en el panorama local (donde destaca GFR Media: El Nuevo Día, Primera Hora, etc.). Como consecuencia de la fe neoliberal en el mercado, las desregulaciones y las privatizaciones, el panorama mediático se configura como un conjunto de enormes concentraciones empresariales [2].
Esta es la primera barrera. Ante tal poder económico, las posibilidades de una prensa alterna sin grandes recursos se dificulta; en ocasiones, se imposibilita. Los medios con escaso poder económico son absorbidos, desplazados o ignorados. Además de los conglomerados mediáticos, otros elementos de esta configuración institucional son el gobierno, grupos de presión y los vínculos de las empresas de medios con otras industrias y poderes financieros.
El segundo filtro responde a la increíble influencia de la publicidad. Según los autores “con anterioridad al auge de la publicidad, el precio de un periódico debía cubrir todos los costes. Con el crecimiento de ésta, los periódicos que atraían anuncios podían permitirse un precio por ejemplar muy por debajo de los costes de producción. Ello representó una seria desventaja para los periódicos que carecían de anuncios: sus precios tendían a aumentar, reduciendo sus ventas y dejándoles un menor superávit para invertir y mejorar sus posibilidades de promoción[...] Por esta razón, un sistema basado en la publicidad llevaba a la disolución o a la marginación de las empresas y los géneros de comunicación que dependían exclusivamente de los beneficios obtenidos por las ventas. Con la publicidad, el mercado libre no ofrece un sistema neutral en el que finalmente decide el comprador. Las elecciones de los anunciantes son las que influyen en la prosperidad y la supervivencia de los medios” [3]. Los temas, las discusiones y la cultura resultante se caracterizarán por “cuestiones secundarias o poco comprometidas” [4]. Se consolida así la era del entretenimiento fácil, de todo aquello que sea comercial y vendible, sin las molestias de visiones críticas. Aquella información que cuestione el dogma empresarial o que ofenda a los patrocinadores simplemente desaparece.
El tercer filtro se basa en la distribución y creación de noticias a los medios de comunicación, y lo podemos dividir, a su vez, en tres partes. Primero, tiene que ver con qué se considera noticia ("newsworthy") y qué no. El modelo de propaganda funciona principalmente mediante la información generada por el gobierno y las corporaciones. Son estas las instituciones que se consideran más importantes y, por tanto, las más que la prensa debe atender. Toda conferencia de prensa que haga el gobierno central se entiende que tiene que ser atendida por la prensa. En Puerto Rico, este hecho - aparentemente lógico - llegaba al ridículo durante la gobernación de Wanda Vázquez, quien anunciaba conferencias de prensa para luego hacer esperar durante horas a los y las periodistas enviadas a cubrirlas. Pero ocurre, también, con las grandes empresas e industrias: todo comunicado que emiten, solo por ser estas "grandes industrias", se considera una noticia que vale la pena publicar. Esto contrasta con las dificultades que tienen comunidades, grupos de derechos democráticos, e incluso sindicatos y organizaciones políticas para tener acceso a la prensa.
Pero este tercer filtro no se limita a qué se considera "noticia", sino, también, a la manera en que la "reciben". La información que se le brinda a los periodistas es curada y producida deliberadamente por las tecnocracias gubernamentales o empresariales, con el fin de “facilitar” su trabajo. A través de la manipulación de los medios, se manipula también a los públicos y la información “independiente” que estos reciben. Esto es propaganda en su estado más puro.
Finalmente, este tercer filtro incluye también la limitada diversidad de voces que se presentan en la prensa. No se consulta a "cualquiera" a la hora de hacer investigaciones de prensa, sino a un grupo reducido y selecto de personas que continúan con la lógica empresarial y su propaganda. Estas, usualmente, forman parte, también, de los grandes intereses (banqueros, dueños de empresas, líderes industriales) o fueron formados por programas o instituciones que los promueven. Esta generación de propaganda, además, incluye en muchas ocasiones la financiación de “expertos” - intelectuales a sueldo - o "think thanks" que se pronuncian sobre diversos temas [5]. Podrían ser muchas voces, pero todas representan una misma ideología, unos mismos intereses de clase.
El cuarto filtro se relaciona con el último: trata del control sobre las críticas a los contenidos de los medios de comunicación. Así las élites empresariales y gubernamentales organizan respuestas para acallar cualquier información que atente contra sus intereses. Se valen de instituciones dedicadas a velar para que en los medios se presente una imagen positiva del mundo empresarial. Por la cantidad reducida de "expertos" avalados por los medios de prensa, rara vez se encuentran estas críticas en sus páginas o programaciones. ¿O es que El Nuevo Día y NotiUno incluyen regularmente programación y análisis de los sectores socialistas, sindicales, feministas radicales?
El quinto filtro se basa en el anticomunismo como mecanismo de control ideológico. Aunque debería ser un tema obsoleto tras la caída del muro de Berlín y el colapso de las burocracias soviéticas, sigue siendo de gran utilidad el discurso del "enemigo único", la narrativa de ellos contra nosotros. Por eso el resabio de la ideología anticomunista sigue presente en los medios como una amenaza contra el individualismo neoliberal, como un obstáculo en las gestiones públicas pro-empresariales. Como parte de ese discurso se intensifican los ataques contra los servicios sociales y contra todo lo que se asemeje a las concesiones que caracterizaron el estado de bienestar. Además, abundan los ataques a los sindicatos, a los grupos políticos progresistas, a cualquiera que se exprese - con éxito - contra los grandes intereses. El anti-comunista vendría a ser, en la sociedad en que vivimos, el fundamentalismo del mercado tan promovido por la prensa patronal.
En todo este panorama, no se puede perder de vista la importancia del periódico, una de las herramientas principales de este control ideológico. Si bien es cierto que la tendencia actual es ver en el periódico un medio cada vez menos leído, en particular por sectores jóvenes, su influencia de todas maneras llega a los sectores que no lo leen: llega, porque es lo que informa, luego, a una parte fundamental de la prensa radial, de la prensa televisiva, de los analistas y comentaristas que sí cuentan con grandes audiencias en la población.
Este esquema se ha fortalecido con las transformaciones que la apertura al mercado y la lógica privatizadora neoliberal siguen provocando a nivel global, aunque esas transformaciones se produzcan de manera desigual. Además, según Carlos del Valle Rojas, ha permitido la “consolidación de estructuras de medios orientadas principalmente por el consumo y la producción de audiencias hiper-segmentadas” [6]. Más adelante, hablaremos de cómo los medios digitales y las redes sociales entran en la nueva era de propaganda patronal.
Las particularidades de la prensa como industria
Existe, aparentemente, una contradicción entre el rol de la prensa como depositaria de la confianza pública y su función como empresa, pues la prensa es también, en última instancia, un negocio. Pero no es un negocio cualquiera. Aunque comparte los intereses, la lógica y el funcionamiento de cualquier empresa capitalista, la prensa posee una posición privilegiada con respecto a otras empresas al tener una especie de "franquicia constitucional" sobre una de las libertades fundamentales de la democracia liberal.
Pero esa aparente contradicción no es real. Se resuelve este contrapeso en favor de su aspecto empresarial: “la prensa, en términos muy generales y en sus diferentes expresiones, representa y promueve las voces del poder [socialmente] establecido” [7]. Para lograrlo - sin ser demasiado evidente - se vale del prestigio, de la credibilidad y de la ética de servicio público de quienes ejercen el periodismo en nuestra sociedad [8]. Aparenta neutralidad, objetividad y profesionalismo mientras promueve una visión particular de la sociedad.
Supuestamente, la primera obligación del periodismo profesional es la verdad y la segunda es su lealtad primaria con la ciudadanía [9]. Una definición de periodismo “lo describe como la profesión que investiga, documenta, redacta y publica de forma periódica, información y eventos de interés público, para que el ciudadano tenga información apropiada y pueda tomar decisiones libremente” [10]. Pero esa definición no toma en cuenta la importancia que tienen las decisiones empresariales de la prensa y el enfoque editorial en el ejercicio del periodismo. No podemos perder de perspectiva, como señala el profesor Luis Fernando Coss, que “la noticia, en realidad, es noticia solo dentro de un marco de fuerzas políticas, económicas y condiciones culturales, y su divulgación depende no necesariamente de actos individuales sino de la compleja trama que hace posible un periódico o una empresa periodística” [11].
Como empresa, la prensa no es ajena a las tendencias del capitalismo, ni está inmune a sus crisis. Así, comparte la tendencia hacia la concentración y la consolidación de monopolios a través de figuras jurídicas que les permiten evadir las prohibiciones formales anti-monopolísticas. En el caso de la prensa, sostiene Carlos del Valle Rojas, “los procesos históricos de concentración de los medios han terminado por lograr una particular estructura en la cual prevalecen dos dimensiones: el control económico de la propiedad y la hegemonía ideológica de los contenidos” [12].
La prensa también enfrenta las crisis cíclicas, recurrentes e inherentes al sistema capitalista igual que cualquier otra empresa. Sin embargo, su respuesta ante esas crisis se asemeja a la lógica empresarial solo hasta cierto punto. Las empresas siguen más o menos las mismas recetas para enfrentar las crisis recurrentes al interior de sus negocios: reducción de salarios y beneficios para sus empleados y empleadas, cesantías y despidos, reducción de gastos y costos fijos, absorción de operaciones y consolidación. Hasta aquí, los medios masivos de comunicación participan de estas políticas.
Cuando estas medidas son insuficientes para superar la crisis, muchas empresas cierran, desaparecen. Ese no siempre es el caso de la prensa, pues la representación y la promoción de las voces del poder establecido tienen un valor incalculable para los grandes intereses capitalistas. Así, resulta que, cuando es conveniente por razones geopolíticas, conglomerados que también son dueños de medios, periódicos, revistas, etc., subsidian muchas veces las operaciones deficitarias de esos medios, aunque nunca por demasiado tiempo, pues se valen de diversos tipos de subsidios y de desvío de fondos públicos (a través de pautas publicitarias, edictos y todo tipo de publicación gubernamental oficial) para recuperar los costos de producción o volver a generar ganancia. Como en tantas otras ocasiones, fondos públicos vienen a ser el salvavidas de la empresa privada que truena en contra de la intervención estatal.
Esta situación ocurre con relativa frecuencia con periódicos que han reducido dramáticamente su circulación y, con ella, sus ingresos publicitarios, como consecuencia además de la proliferación de medios digitales y del uso de las redes sociales [13]. Se mantienen como portavoces de los intereses de su clase a pesar de su falta de sostenibilidad económica. “En su producción y reproducción de narraciones cotidianas [...], sirve principalmente a un grupo económico de la sociedad, [una clase] que busca hacer circular y consagrar relatos que le permitan mantener una coherencia narrativa para justificar el control económico e ideológico, a pesar de la crítica social y política” [14].
La idea de la prensa como arma del pensamiento y la razón, y como instrumento de acción pública de la ciudadanía frente al gobierno y frente a los poderes económicos, ha sido una constante en nuestra historia. La noción de que “a la verdad se accede mediante el uso de la razón ponderada, controlando la pasión política, se encuentra en el centro mismo de la ideología del periodismo profesional” [15]. Es una ideología que está en constante tensión con el papel de la prensa como empresa, como negocio.
Por tanto la contradicción no es tanto entre el rol de la prensa como depositaria de la confianza pública y su función como empresa, sino más bien entre el periodismo profesional por un lado y la prensa como un negocio por el otro. Esta última tiende a imposibilitar que lo primero se lleve a cabo. Existe un evidente conflicto de interés entre los dueños de los medios de comunicación y la función social que debería tener la prensa. Por eso, nunca debe perderse de vista la distinción entre quienes ejercen el periodismo y sus patronos.
La máquina de fango
La prensa capitalista, por todo lo descrito, se encuentra constantemente en una posición de ofensiva. Por eso, no sorprende la manera en que ataca a los sectores que se oponen a los grandes intereses, utilizando sus recursos propagandísticos de siempre, aunque de manera concentrada y dirigida.
En Número cero (Lumen, 2015), Umberto Eco define con elocuencia la infamia en la política y nos presenta lo que él denomina “la máquina del fango” o cómo deslegitimar al adversario usando información personal y aspectos secretos de su vida, tergiversar y exhibirla como si fuera cierta. La máquina de fango consiste en usar información personal y tergiversarla para desprestigiar a una adversaria política que representa una amenaza a los privilegios de quienes la emplean. Utilizan los medios de comunicación y las redes sociales. La prensa digital y las redes sociales, en particular, son un vehículo exitoso para la máquina de fango: tienen la facilidad de publicar información de manera inmediata, de hacerlo sin corroborar o investigar al respecto; más que eso, precisamente por la presión de la competencia capitalista, se ven obligadas a publicar la información sin corroborar, para no perder la ventaja del tiempo y reducir su capacidad de atraer anuncios y auspicios. La combinación de la propaganda de los grandes intereses y las propias presiones económicas crean un círculo vicioso, una verdadera máquina productora de mentiras; y, por supuesto, dado que la ofensiva viene de los grandes intereses y de la cantidad de filtros que contiene la prensa, esta misma máquina rara vez se puede emplear contra esos mismos intereses.
La máquina de fango se vale, además, del comentariado: ese conjunto que combina analistas y comentaristas políticos y de chismes.
El lawfare doméstico
Con la fuerte influencia en la opinión pública mediante la saturación de los espacios con sus portavoces, todo este andamiaje allana el camino para el lawfare doméstico [16]. Este consiste en el uso indebido de las agencias e instrumentos del estado y de los procesos legales y administrativos para perseguir políticamente, dañar la imagen pública e inhabilitar a un adversario político cuyo proyecto consideran una amenaza. El uso de los aparatos estatales muchas veces se hace sabiendo que no llegarán a verdaderamente fallar en contra de las personas atacadas: sin embargo, el mero hecho de que exista una querella o un caso, independientemente de lo fatulo, hacen que se reitere periódicamente en la prensa la máquina de fango, en cada ocasión que se da una vista, una extensión de algún término, prórrogas para presentar informes o un nuevo hallazgo. No hay lawfare sin máquina de fango, pero el lawfare, a su vez, hace que la máquina siga corriendo. Combinan acciones que aparentan ser legales con una amplia cobertura de prensa y columnas de opinión para presionar a la persona y a sus familiares.
Si la máquina de fango tiene un inicio intenso a través de la rapidez con la que se distribuye la información en las redes sociales, el periódico solidificará su funcionamiento. Aquí entran los elementos más "prestigiosos" del comentariado, aquellos con un pedigree académico que justifica sus columnas recurrentes, aunque el bombardeo propagandístico sea tan burdo como el que se aprecia en programas de chismes. Aquí, además, se reitera la multiplicidad de voces de una misma ideología: la industria capitalista de la prensa no hace más que producir cacofonías ideológicas.
Por todo esto, la persona atacada es más vulnerable a la presión de la triada responsable de la ofensiva: partido político, intereses económicos y comentariado. La presión que tiene el objetivo de lograr que pierda el apoyo de la gente para que no tenga capacidad de responder. Estas estrategias no son producto de la creatividad de la derecha en Puerto Rico. Son ampliamente utilizadas por la derecha internacionalmente. Basta recordar los casos contra Cristina Fernández en Argentina y contra Dilma Rousseff y Lula Da Silva en Brasil.
Habiendo trazado este breve panorama del funcionamiento de la prensa empresarial, la próxima entrega concentrará su mirada en el caso particular de Puerto Rico. Se verá una sinopsis del desarrollo de la prensa, el fortalecimiento de El Nuevo Día y GFR Media como brazo propagandístico de los grandes intereses, la tradición de una prensa obrera en Puerto Rico, el surgimiento de prensa independiente y algunas posibles alternativas para contrarrestar las tendencias patronales.
Notas
[1] Noam Chomsky, y Edward Herman, Los guardianes de la libertad (Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media). Traducción de Carme Castells. Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1990, p. 21.
[2] La concentración y consolidación de las empresas de medios en la década de 1990 provocó que diez macroempresas de comunicación controlaran el mercado de los medios globales. Sobre este asunto puede verse a Edward Herman y Robert McChesney, Los medios globales. Traducción de Manuel Talens. Cátedra, Madrid 1999.
[3] Noam Chomsky y Edward Herman, Los guardianes de la libertad, p. 43.
[4] Noam Chomsky y Edward Herman, Los guardianes de la libertad, p. 47.
[5] “De acuerdo con esta fórmula, durante los años setenta y a principios de los ochenta se creó una retahíla de instituciones y se reactivaron las ya existentes con el fin de dar publicidad a los puntos de vista empresariales”. Noam Chomsky y Edward Herman, Los guardianes de la libertad, p.59-60.
[6] Carlos del Valle Rojas, Clase trabajadora, lucha de clases y prensa obrera: repolitizar el trabajo periodístico, p. 184.
[7] Carlos del Valle Rojas, "Clase trabajadora, lucha de clases y prensa obrera: repolitizar el trabajo periodístico'', en Adrián Tarín Sanz y José Manuel Rivas Otero (Coords.) La Clase Trabajadora ¿Sujeto de cambio en el siglo XXI? p. 183, Siglo XXI de España Editores, S.A., Madrid, (2018).
[8] Sobre este tema puede verse el trabajo de Luis Fernando Coss, De El Nuevo Día al periodismo digital: trayectorias y desafíos, Ediciones Callejón, San Juan (2017).
[9] Ver la reseña de la profesora Vivien Mattei Colón sobre el libro de Luis Fernando Coss citado en este trabajo y que puede conseguirse en este enlace: https://www.80grados.net/de-el-nuevo-dia-al-periodismo-digital-una-provocacion-para-estimular-la-investigacion-y-la-mirada-critica/
[10] Id.
[11] Luis Fernando Coss, De El Nuevo Día al periodismo digital: trayectorias y desafíos, Ediciones Callejón, San Juan (2017), p. 77.
[12] Carlos del Valle Rojas, "Clase trabajadora, lucha de clases y prensa obrera: repolitizar el trabajo periodístico", p.184.
[13] La reducción de la impresión en papel y la transición a plataformas virtuales -aunque conlleva necesariamente la reducción en los costos de producción- trae consigo la reducción de las ganancias de esas empresas.
[14] Id., p. 183.
[15] Luis Fernando Coss, "El periodismo en Puerto Rico: la prensa como dispositivo modernizador", https://periodismoabc.files.wordpress.com/2010/01/cap-3-final-tesis-historia.pdf
[16] Utilizamos el término lawfare doméstico para distinguirlo del concepto del lawfare que lo describe como parte de la guerra híbrida desarrollada por el imperialismo con mayor intensidad a partir del fin de la Guerra Fría. Autoras como Arantxa Tirado llaman a la utilización de esta táctica en el ámbito interno de los países, “persecución judicial, instrumentalización de la justicia o la judicialización de la política”. Arantxa Tirado, El Lawfare, golpes de estado en nombre de la ley, p. 39, Akal, S.A., Madrid, (2021).
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Manuel Rodríguez Banchs es abogado, activista político y social. Es miembro de Democracia Socialista.
Jorge Lefevre Tavárez es miembro de Democracia Socialista y de la Junta Editorial de momento crítico.
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