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Estrategias feministas frente a las violencias, pandemias y estados de emergencia

Por Vanesa Contreras Capó


(ilustración por Cristina Pérez)


[Esta es la segunda entrega de la serie "Lucha en tiempos de cuarentena"]


Violencias, pandemias y estados de emergencia deben ser las palabras más utilizadas en los últimos cuatro meses, no solo en la calle y los medios de comunicación, sino también en las mismas estructuras de poder. Por eso, debido a la manipulación que estas han sufrido, creo que es importante especificar a qué nos referimos cuando las mencionamos aquí. Según el filósofo afroamericano Lewis Gordon, la violencia se puede definir como una acción deliberada cuyo propósito principal es infligir daño a una persona (o seres vivos), grupo o pueblo. Por lo tanto, hay muchos tipos de violencia y son muchas las formas de infligirla. Esto no significa que toda violencia le sirve al sistema-mundo moderno o que toda violencia es repudiable; sin embargo, aquí se estarán señalando aquellas infligidas por parte del estado.


Si pensamos en las pandemias, hay que tomar en cuenta cuáles son consideradas como tal y qué organismos tienen la autoridad para “decretarlas”. Desde el año 2000 la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decretado la violencia de género como una pandemia y ha instado a los gobiernos, sin mucho éxito, a tomar cartas sobre el asunto. También confrontamos pandemias que ni siquiera están reconocidas por la OMS como la del hambre, el desempleo o la de la falta de vivienda digna, entre otras.


Sin embargo, ninguna de estas se está confrontando por parte del estado. Un caso muy diferente es la pandemia del COVID-19 que, en término generales, nadie la cuestiona y se han tomado algunas medidas, aunque en muchos casos insuficientes. Es decir, dentro de las múltiples violencias que se ejercen desde el estado, hay que incluir el no reconocimiento de esas otras pandemias ya que esto ha evitado que se tomen medidas para atenderlas.


Algo similar ocurre a la hora de hablar de los estados de emergencia, reconocidos o no, por los estados modernos. En Puerto Rico se impuso una emergencia fiscal en 2009, una después de los huracanes y terremotos y una por el COVID-19; pero ni se nombra la emergencia por violencia machista, aun cuando el número de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas aumentó un 100% de 2017 a 2018. Es por esto que hay que entender el COVID-19 como un intensificador de las otras pandemias; es decir, no ha ocasionado nada nuevo, solo ha empeorado lo que lleva ocurriendo hace décadas. Por consiguiente, para entender el trabajo de los diferentes grupos feministas en Puerto Rico en tiempos del COVID-19, hay que partir del reconocimiento de esas otras pandemias y de la falta de políticas públicas, habiendo propuestas desde los grupos feministas, para tratar de frenar la situación a la que hemos llegado.


Un ejemplo particular de cómo el COVID-19 agravó la pandemia de la violencia machista lo vemos si comparamos el número de incidentes reportados el año pasado y este año; en Puerto Rico, según Kilómetro 0, en 2019 se reportaron 181 incidentes del 1 al 31 de marzo en todo el país y en 2020 del 19 al 22 de marzo se reportaron 141 incidentes en solo 4 pueblos (San Juan, Bayamón, Carolina y Ponce). Y es que, en un mundo que lleva más de 20 años ignorando la pandemia de la violencia machista, la primera medida que se tomó para frenar el COVID-19, en todo el mundo, fue imponer un riguroso Lock down, aun cuando las estadísticas demuestran que el 40% de los feminicidios en el mundo ocurre en las casas.


Si consideramos el resultado de la mezcla del COVID-19 con la pandemia del hambre, vemos algo parecido; según la socióloga Linda Colón, antes del virus más de un millón de personas en Puerto Rico recibía cupones del PAN, es decir, 1 de cada 4 personas pasaba hambre antes del virus. Para el 19 de abril de este año se recibieron, adicional a las que ya estaban, 71 mil solicitudes nuevas y para el 25 de abril ya llegaban a las 80 mil solicitudes y solo 8,335, el 10%, habían sido aprobadas. De estas solicitudes, 68% eran de mujeres con niñxs.


Si a esta situación le añadimos la pandemia de la falta de vivienda digna y del tsunami de embargos que se dieron entre 2018-19, nos damos cuenta de que el “sueño de un Puerto Rico sin puertorriqueños” del famoso “boys-chat” se pone en práctica a diario. No solo las personas han perdido sus casas una vez pasó el tiempo de la moratoria después de los huracanes; es que la misma ley de las moratorias deja sin ninguna protección a una gran parte de las personas en Puerto Rico, ya que esta solo “beneficia” a dueñxs de casas, no a las personas que rentan, y para las personas que viven en viviendas públicas, solo la tienen por 120 días. Si juntamos todas estas violencias del estado y miramos con detenimiento quiénes son las personas afectadas, veremos que todas se encuentran en los mismos cuerpos, principalmente de mujeres, pobres y racializadas y que además tienen que bregar con la vigilancia y represión estatal contra ellas y sus familias. Según Kilómetro 0, desde 2019 la policía ha asesinado a 22 personas y de estas 17 eran jóvenes negros.


De cara a este panorama y reconociendo que los grupos y organizaciones activistas no pueden sustituir el servicio que tiene que dar el estado, las feministas nos hemos dado a la tarea de inventar, organizar y construir un movimiento. Este no solo brega desde lo micro con proyectos de alcance limitado pero que retan el discurso dominante, sino también desde lo macro confrontando al estado moderno colonial con proyectos de impacto nacional. El 2016 marcó un año de nuevo empuje para los movimientos feministas nacionales e internacionales gracias a la plataforma #NiUnaMenos en América Latina y al Paro Internacional de Mujeres. Esto no significa que estos movimientos no lleven gestándose desde mucho antes. Chela Sandoval explica en su libro Metodología del oprimido cómo los grupos de mujeres del tercer mundo en EE.UU, las colonizadas, han sabido re-articularse frente a los nuevos ataques del neoliberalismo. Partiendo de las identidades colectivas, fragmentadas y diversas, estos grupos, según Sandoval, se han organizado desde el “mecanismo diferencial”. Es decir, permiten que tanto los debates como las acciones corran con diferentes ritmos, formas y estrategias.


En Puerto Rico hemos sabido practicar ese “mecanismo diferencial” desde una nutrida diversidad de propuestas. En los últimos años, hemos planteado una hoja de ruta para sacar al país de la crisis, plasmada en los más de 100 reclamos, discutidos y aprobados en la Asamblea Feminista del 3 de junio de 2017 y entregados al gobierno de Ricardo Rosselló. Hemos redactado órdenes ejecutivas, creado protocolos con perspectiva de género para atender emergencias, hecho Embargos Feministas contra la banca, organizado Caravanas Violetas para apoyar a los pueblos destruidos por los terremotos y Caravanas Feministas para denunciar la falta de transparencia, corrupción y violencia del gobierno en plena pandemia. Se han organizado vigilias y protestas en contra del racismo, se han hecho actividades educativas y de denuncia en contra de la violencia ambiental y se siguen multiplicando las Alacenas Feministas. Estas últimas no solo se suman a los múltiples esfuerzos de compañerxs de lucha para atajar el hambre, sino también para seguir impulsando la solidaridad entre las personas. Con el lema “dona lo que puedas y llévate lo que necesites” apostamos a destruir el individualismo y a impulsar el cuidado colectivo. Todas estas acciones demuestran la capacidad de trabajo organizativo colectivo de un movimiento que parte de la diversidad del colectivo y de las fracturas que se viven en un territorio ocupado. Es decir, reconociendo las dificultades que se presentan en nuestro trabajo debido a nuestro estatus político, pero también aprendiendo a construir puentes entre esas fracturas.


En Puerto Rico lxs feministas estamos bien clarxs acerca de cuál es nuestro principal enemigo: el estado moderno, patriarcal, racista e imperialista, y nuestros métodos para denunciarlo, confrontarlo y derrumbarlo son variados pero, desde mi punto de vista, todos parten de dos importantes planteamientos: nadie se queda afuera, es decir, hay que erradicar todas las opresiones a la vez, y que utilizaremos cualquier método necesario para lograrlo. Es momento de cambiar la retórica de juntar esfuerzos por la de multiplicarlos. No hay una sola forma para hacer las cosas y por lo tanto no se debe descartar ninguna. Desde la izquierda hemos dedicado mucho tiempo a identificar el método para lograr algo en vez de probarlos todos y reconocer que, aunque no siempre funcionen, no hay por qué descartarlos completamente. Además, ha aparecido un nuevo reto al que nos enfrentamos como feministas y activistas, el “cancel culture”, que cada día se propaga más rápido por las redes sociales y cuyo propósito principal es ese: cancelar a personas o grupos. Es un debate que urge tener entre las personas que estamos decididas a erradicar todos los sistemas de opresión y abolir el estado moderno colonial, sin ignorar que somos parte de ese sistema y que, por lo tanto, va a requerir destruir nuestros propios privilegios. Y este reto se debe afrontar de la misma forma que la lucha en sí, reconociendo que no hay procesos, organizaciones ni personas perfectas, que no hay una sola forma de atajarlo y que lo que funcionó una vez no siempre funcionará. Pero sí, apostando a que se confronte y discuta desde esos diversos y fracturados colectivos.


Bibliografía

Ayuda Legal Puerto Rico. < https://ayudalegalpr.org>


Colectiva Feminista en Construcción: Escuela Feminista Radical.


Gordon, L. “What if the Global South Ruled the World”, 4th Franz Fanon Foundation


Rencontres. Fanon Hope and the Day After. 6-7 December 2019, Birbeck University, London.

<https://www.youtube.com/watch?v=9_rCs3HC7HI>


Sandoval, Chela (2000). Methodology of the Oppressed. Minneapolis: University of Minnesota Press.


 

Vanesa Contreras Capó es co- fundadora de la Colectiva Feminista en Construcción y de la Coalición 8 de Marzo. Actualmente participa en la Coalición 8 de Marzo, en el Centro Interdisciplinario de Investigación y Estudios del Género (CIIEG) y en el grupo Teorizando el Giro Decolonial.

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