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El voluntariado y las formas de solidaridad política



La lucha de clases del siglo XXI girará en gran medida en torno a cómo se responda a las preguntas de qué son los alimentos, qué es la naturaleza y qué es valioso.

—Jason W. Moore, El capitalismo en la trama de la vida, p. 329 (1)


El debate sobre el voluntariado en las fincas agroecológicas es una buena oportunidad para analizar las contradicciones del sistema capitalista. No soy agricultora, pero apoyo y defiendo el modelo agroecológico. He participado en brigadas, he facilitado voluntariados en proyectos agroecológicos como parte de procesos de formación en soberanía alimentaria y, con mi familia, apoyamos fincas como consumidoras de sus cosechas y productos. En la respuesta más reciente publicada en esta revista, el debate sobre los voluntariados se convierte en una crítica a los proyectos agroecológicos en Puerto Rico en general. Tres son los señalamientos principales: la dependencia en financiación ONGista, la explotación del trabajo voluntario como mano de obra gratuita y los productos inaccesibles para la clase trabajadora. Reconozco la seriedad de estas advertencias y sus argumentos. Sin embargo, pienso que es un error asumir que estos señalamientos definen el modo en que se ha desarrollado el movimiento agroecológico en Puerto Rico. Antes de atender cada uno de estos, quisiera repasar algunos aspectos definitorios del modelo agroecológico y subrayar ciertos factores que afectan directamente las posibilidades del desarrollo agrícola en nuestro archipiélago. Esto nos permitirá intervenir de forma más justa en el debate.


Por agroecología entendemos un modelo agrícola que integra la ciencia con principios ecológicos, saberes tradicionales campesinos y prácticas sostenibles para diseñar y gestionar sistemas agroalimentarios sustentables, equitativos y regenerativos (Rosset y Altieri, 2018; Álvarez Febles, 2018; Altieri, 2009; Altieri y Nicholls, 2000).(2) La agricultura ecológica es también una propuesta sociopolítica crítica y un movimiento orientado a transformar el sistema agroalimentario corporativo-capitalista, priorizando la soberanía alimentaria, la justicia social y la conservación ambiental. A nivel de los procesos, la agroecología promueve, entre otras prácticas, la biodiversidad funcional, el reciclaje de nutrientes, el manejo ecológico de plagas y la adaptación local de los cultivos, e integra saberes tradicionales. A nivel social y político, implica la construcción de economías solidarias, la defensa del territorio, la equidad de género y la autogestión comunitaria a través de redes de producción, distribución y consumo, en la medida de lo posible, fuera de la lógica de mercado dominante. Como explican Miguel Miguel A. Altieri y Eric Holt-Giménez (2012): 


La agricultura tradicional fue la base cultural y ecológica para el desarrollo de la agroecología como ciencia. Al estar arraigada en los sistemas de pequeños agricultores y basarse en la gestión del agroecosistema más que en insumos externos, la agroecología es también una barrera para las tecnologías de la Revolución Verde. La agroecología hace un uso intensivo del conocimiento (más que del capital), tiende hacia fincas pequeñas y altamente diversificadas, y pone énfasis en la capacidad de las comunidades locales para generar e impulsar innovaciones mediante enfoques de investigación y amplificación de campesinx a campesinx. (Traducción mía, p. 92) (3)


En el contexto de nuestra economía colonial dependiente, bajo un régimen de concentración de tierras que se intensifica cada año (4) con políticas agrícolas desfavorables a la pequeña producción y una alta vulnerabilidad ante la crisis climática, este modelo agroecológico ha sido impulsado en nuestro país por personas agricultoras, educadoras, activistas y organizaciones de base desde la década de los 80 del siglo pasado como alternativa necesaria para superar la crisis generada por el modelo agroindustrial, dependiente de importaciones y extractivista, y sus consecuencias, particularmente nocivas para la salud y el ambiente.

 

Si consideramos, además, que el acceso a la tierra en Puerto Rico es uno de los mayores desafíos para quienes buscan desarrollar proyectos agrícolas sostenibles, y la magnitud de los obstáculos que deben superar para lograrlo, reconocemos de entrada cómo la construcción de un proyecto agroecológico en nuestro archipiélago constituye una gesta tenaz de resistencia. Según el informe del Fideicomiso de Tierras Comunitarias para la Agricultura Sostenible (FiTiCAS), Acceso a tierras agrícolas: política pública actual y experiencias (2024), los mecanismos para la tenencia de tierras existentes enfrentan barreras significativas, como la dificultad de hallar tierras disponibles, contratos de arrendamiento desventajosos, elevados costos de adquisición y la competencia con intereses especulativos. A esto se suma el modelo económico impuesto en Puerto Rico desde mediados del siglo XX, que ha relegado la producción agrícola a un papel marginal, contribuyendo a una dependencia del 85% en importaciones de alimentos y a la extrema vulnerabilidad del archipiélago ante crisis climáticas y de suministro. 


La crisis de tenencia de tierras responde a la naturaleza del capitalismo patriarcal y racista. El sistema históricamente ha despojado a comunidades campesinas y racializadas de sus territorios, priorizando la especulación, el agronegocio y la explotación de los bienes naturales para el beneficio del capital. En el contexto puertorriqueño, esto se manifiesta, entre otros fenómenos, en la concentración de tierras en pocas manos, el desplazamiento histórico de comunidades campesinas, el endeudamiento y la dependencia estructural en importaciones alimentarias impuesta por el colonialismo económico.


A pesar de esto, las fincas agroecológicas resisten y persisten en sus propósitos: ofrecer alternativas a la producción corporativa-capitalista de alimentos mediante prácticas sostenibles, enfocadas en las necesidades de la comunidad para promover la salud y el cuidado del medioambiente. Contribuyen así a la seguridad y soberanía alimentaria, y lo hacen bajo un sistema que opera en su contra. El informe de FiTiCAS confirma algunos de los desafíos: 


Según los testimonios de agricultores entrevistados, la ideología detrás del modelo de agricultura que promueven las agencias, dificulta el acceso a tierras a pequeños agricultores. Esto se agudiza en el caso de proyectos agroecológicos que presentan maneras distintas de hacer agricultura a escalas menores. Aún cuando a nivel internacional entidades del campo, comunidad científica y entidades filantrópicas, abogan por una transición hacia la agroecología y la agricultura regenerativa para alcanzar la sostenibilidad ecológica y alimentaria ante la crisis climática, el modelo de agricultura que todavía prevalece en Puerto Rico está enfocado en la agricultura industrial, el monocultivo y las grandes empresas agropecuarias. Esto se puede ver reflejado, por ejemplo, en el tamaño de las fincas disponibles y la falta de voluntad de ajustar los tamaños de las fincas arrendadas a las necesidades de cada agricultor. (p. 27) 


Esta realidad plantea dinámicas particulares en términos de relaciones de trabajo, acceso a recursos y construcción de comunidad de apoyo, lo que exige una reflexión más matizada sobre las críticas al voluntariado en estos espacios y su configuración en general. Más aún, hay un aspecto alentador del voluntariado cuando se aprecia su carácter estratégico de prefiguración de modelos alternativos de organización social, siempre que se base en la libertad, la cooperación y autogestión colectiva. 


La diversidad de proyectos agroecológicos en Puerto Rico


Una gran limitación que enfrentamos para conocer sobre el desarrollo del movimiento agroecológico en Puerto Rico tiene que ver con la falta de una base de datos centralizada. No obstante, varios estudios valiosos confirman su constitución como una red diversa de proyectos, que incluye fincas familiares, proyectos comunitarios, cooperativas, huertos urbanos, organizaciones sin fines de lucro y redes de distribución alternativa (Álvarez Febles, 2018; Serrano Ocasio, 2017; Avilés-Vázquez 2014) (5) Como señala Nelson Álvarez Febles (2018) al caracterizar el desarrollo del modelo agroecológico en Puerto Rico: “Se experimenta con muchas formas organizativas, desde la familia nuclear, grupos que se articulan alrededor de las siembras y la producción, cooperativas informales y otras estructuras solidarias” (p. 217).


La crítica a la dependencia en financiamiento de las ONG no considera esta diversidad que caracteriza a los proyectos agroecológicos en Puerto Rico. No todas las fincas agroecológicas puertorriqueñas funcionan con el mismo modelo financiero u organizativo. Existen múltiples modalidades de operación, más allá de la dependencia en financiamiento recibido de organizaciones sin fines de lucro o las ONG, y tampoco dependen del trabajo voluntario para su funcionamiento. Algunas son fincas familiares autosuficientes. También hay cooperativas y redes comunitarias locales; algunas reciben apoyo de programas gubernamentales y municipales y/o de sin fines de lucro o de las ONG. Existe, pues, una diversidad de modelos agroecológicos en Puerto Rico que impide que pueda generalizarse su crítica a uno exclusivamente. 


Para fortalecer y multiplicar las iniciativas agroecológicas, debemos apoyar economías comunitarias mediante estructuras cooperativas, redes solidarias de consumo local, fondos rotativos gestionados colectivamente o alianzas con organizaciones de base que compartan principios anticapitalistas. Debemos apoyar iniciativas de educación popular en agroecología y autogestión financiera, para que las fincas no dependan exclusivamente de subvenciones externas, sino que puedan planificar a largo plazo desde criterios de sostenibilidad ecológica, justicia económica y poder comunitario. Esta transición requiere consciencia y compromiso político, así como organización desde abajo, pero es fundamental para que la agroecología no sea una alternativa condicionada por el financiamiento, sino una verdadera alternativa para romper con las lógicas del capitalismo. 


Voluntariado en fincas agroecológicas y explotación capitalista: algunos matices necesarios


La crítica que plantea que el voluntariado en fincas agroecológicas equivale a “explotación encubierta” merece reconsiderarse a la luz de la teoría marxista. Varios argumentos teóricos refutan la equiparación directa entre voluntariado y explotación capitalista. 


En la teoría marxista, la explotación se define por la relación capital-trabajo asalariado en la cual la persona trabajadora produce más valor del que recibe en salario, apropiándose el capitalista de esa plusvalía. Esta relación está mediada por la coacción económica: la persona trabajadora, desposeída de los medios de producción, se ve obligada a vender su fuerza de trabajo bajo la presión de la necesidad y la amenaza del desempleo. Marx señaló que el capitalismo necesita un “ejército industrial de reserva” que, entre otros grupos, incluye a desempleados o subempleados, para disciplinar a las personas trabajadoras empleadas, para obligarlas a trabajar, incluso en condiciones degradantes, inseguras o peligrosas: 


El sobretrabajo de la parte ocupada de la clase obrera engruesa las filas de su reserva, mientras que, a la inversa, la presión incrementada que esta última a través de su competencia ejerce sobre la primera obliga a esta al trabajo excesivo y a someterse al dictado del capital. La condena de una parte de la clase obrera a la ociosidad obligada por el sobretrabajo de la otra parte, y viceversa se convierte en medio de enriquecimiento del capitalista individual y acelera, a la vez., la producción de un ejército industrial de reserva en la escala adecuada al progreso de la acumulación social. (6)


En el caso de voluntariados en fincas agroecológicas, no hay una relación salarial ni dependencia económica directa que la persona dueña o coordinadora de la finca pueda usar como coerción. La persona voluntaria aporta su trabajo de forma libre, sin necesitar ese trabajo para subsistir. Por tanto, no está sujeto al chantaje del despido ni al miedo al hambre que subyace en la explotación del trabajo asalariado. La persona voluntaria puede abandonar la finca en cualquier momento. No existe coacción ni abierta ni encubierta. Esto no niega que su trabajo genere valor, pero sí significa que no hay coacción estructural sobre su persona mediante la necesidad económica inmediata. En términos marxistas, la relación de producción con personas voluntarias no encaja en el esquema capitalista típico porque falta el elemento de compulsión basado en la propiedad y el salario. 


Desde otro punto de vista, el voluntariado puede servir para el desarrollo de economías comunitarias autónomas que disminuyen la dependencia del mercado capitalista. Por ejemplo, redes de trueque, huertas urbanas comunitarias, cooperativas de producción agroecológica y otras formas de economía solidaria que buscan proveer sustento sin mediar la lógica de la ganancia y que existen en Puerto Rico. En la medida en que logran esto, se erosiona el poder coercitivo del capital, pues sus participantes no están tan expuestos al chantaje del salario al tener garantizadas ciertas necesidades básicas por vías colectivas. Por eso, cuando hoy nuestras comunidades rurales recuperan tierras o cuando grupos urbanos siembran sus propios alimentos, se resta eficacia al ejército de reserva: quienes participan de tales iniciativas no están tan forzados a aceptar un empleo explotador si pueden sobrevivir en cierto grado al margen de las dinámicas del capitalismo. 


Ahora bien, pensadoras como Nancy Fraser (2016) han señalado que la explotación no se reduce únicamente a la extracción de plusvalía en la relación capital-trabajo tradicional. (7) También se manifiesta en la subordinación estructural de actividades necesarias para la reproducción social. Desde esta óptica, el voluntariado agroecológico debe analizarse en función de su capacidad para fortalecer la autonomía y la autogestión, en lugar de asumir que toda actividad no remunerada constituye explotación. Debemos preguntarnos si el voluntariado fortalece dinámicas colectivas, democráticas y emancipatorias, o si, por el contrario, reproduce relaciones de dependencia y desigualdad. 


Coincido con que el voluntariado puede ser una forma de solidaridad política, como lo define Nelson Álvarez Febles (2018), al aludir a las experiencias de los huracanes Irma y María de 2017: 


Días después del huracán comenzaron las brigadas en apoyo a las familias de agricultores, especialmente en el interior, pues dos terceras partes de la superficie de la isla es de topografía montañosa. Las brigadas son grupos de voluntarios que se unen para desarrollar tareas en las fincas, una expresión de solidaridad tradicional al campesino puertorriqueño que el movimiento agroecológico ha adoptado. Es una forma de aportar trabajo, capacitación técnica a través de la práctica y generar espacios de formación teórica y política.(8)


Desde este entendido, el voluntariado agroecológico no es, en sí mismo, ni revolucionario ni capitalista. Su potencial emancipador radica en su orientación política, como lo demostraron las colectividades autogestionarias de la Revolución Española de 1936 o las brigadas de trabajo voluntario en Cuba a las que se ha aludido. Efectivamente, existen formas de producción cooperativa que rompen con la lógica de extracción de plusvalía al servir a intereses colectivos, a otras formas de organización y no a la acumulación privada.


Estoy de acuerdo con que para que el voluntariado agroecológico no sea capturado por el mercado, debe orientarse hacia modelos de autogestión y planificación colectiva, como han demostrado movimientos como el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil. Por ejemplo, fue gracias a personas voluntarias que lograron construir la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) de formación política nacional: 


La ENFF se inauguró el 23 de enero de 2005, y su nombre homenajea al sociólogo y militante marxista brasileño Florestan Fernandes. La escuela se ha convertido en referencia internacional por unir la práctica con la teoría política. A lo largo del año, militantes, dirigentes y cuadros de organizaciones populares que luchan por la construcción de cambios sociales en diversos países estudian en profundidad clásicos de la teoría política nacional e internacional. Los cursos pueden durar desde una semana a tres meses, y son impartidos por profesores/as e intelectuales voluntarios. 

[…]

La escuela fue construida literalmente por las manos de los trabajadores Sin Tierra de todo el país, que se organizaron en brigadas de trabajo voluntario. Los recursos para la construcción fueron recaudados gracias al trabajo solidario de comités de apoyo internacionales y a la donación de los derechos de autor de Sebastião Salgado, Chico Buarque y José Saramago con la exposición Terra.


En este sentido, no se trata de rechazar el trabajo voluntario, sino facilitar su integración en un modelo de producción basado en la cooperación, la distribución equitativa y la producción para el bien común, no la ganancia privada.


Justicia económica y agroecología para el pueblo


Otra de las críticas lanzadas al movimiento agroecológico en Puerto Rico es que sus productos son caros y poco accesibles a la clase trabajadora. El señalamiento a los precios elevados de los alimentos agroecológicos debe considerar que el problema no radica en la agroecología en sí, sino en las dinámicas del capitalismo que priorizan el agronegocio y encarecen las prácticas sostenibles. Más aún, se debe partir del reconocimiento de que el abaratamiento de los alimentos a través de la explotación laboral y la destrucción ambiental es parte de la lógica capitalista y la refuerza.


Cualquier estrategia para reducir precios debe respetar los principios de justicia económica para quienes producen, asegurando que su trabajo sea dignamente remunerado y no precarizado en nombre del acceso al consumo. La lucha por una agroecología accesible debe ir de la mano con la exigencia de un modelo económico que no haga de la buena alimentación y la salud un privilegio, sino un derecho garantizado por estructuras solidarias y colectivas. Esta justicia económica es lo que orienta la lucha por una sociedad ecosocialista.


Para garantizar que estos productos sean accesibles para las clases trabajadoras, y garantizar el derecho de todas las personas a una alimentación digna y adecuada, debemos entre otras cosas, exigir incentivos y políticas públicas que promuevan la producción agroecológica, protejan a lxs productorxs de las presiones del mercado y apoyar circuitos cortos de comercialización. Este enfoque de reducir intermediarios y vender directamente a las personas consumidoras a precios justos ya se ha adoptado en nuestro archipiélago. Contamos con mercados agroecológicos, cooperativas y sistemas de agricultura apoyada por la comunidad que facilitan que las personas compren productos o canastas directamente a proyectos, eliminando sobreprecios. 


La accesibilidad de los productos agroecológicos puede y debe mejorarse mediante intervenciones deliberadas de política y organización social, siempre alineadas con la justicia económica. El principio que debe orientarnos es garantizar que la agroecología no sea un lujo elitista, sino una oferta realista para la clase trabajadora que, por supuesto, incluye también a las personas agricultoras.


Para seguir dialogando…


Quise destacar aquí la diversidad de experiencias agroecológicas comunitarias y visibilizar los procesos de construcción de poder popular que emergen en estos espacios, por ejemplo, la misma decisión de hacer un voluntariado en una finca agroecológica. Existen redes de producción alternativa en nuestro país donde el voluntariado ha permitido a comunidades enteras reducir su dependencia en el mercado capitalista y el trabajo asalariado, fortaleciendo su autonomía y capacidad organizativa. Reconozco que el alcance de todas estas estrategias que he nombrado es limitado en este momento bajo el sistema capitalista, pero transformar el sistema no se hará de un día para otro. Estos son pasos importantes que necesitamos dar para una transición hacia otro tipo de sociedad, ecosocialista, basada en la justicia social y ambiental, y la equidad. Si el voluntariado agroecológico es uno de esos pasos hacia la construcción de estructuras económicas autónomas que desafían la lógica de acumulación capitalista rompiendo con el modelo de la agricultura corporativa, entonces debe entenderse como práctica transformadora, no otra forma de precarización. 


Desde una perspectiva feminista y ecosocialista, la práctica de voluntariados en agroecología no se concibe como una forma de explotación y precarización laboral, sino una herramienta de construcción política de resistencia y de prefiguración de otra sociedad posible basada en la cooperación y la solidaridad; una suerte de contrapoder reproductivo. No debe estar al servicio de la acumulación privada, sino de la creación y el fortalecimiento de lo común; no debe reproducir las lógicas de mercado, sino desafiarlas y superarlas. Visto así, el voluntariado no es explotación gratuita para el capital, sino trabajo colectivo y solidario para resistir y construir desde abajo una sociedad libre de opresiones.


Notas y Referencias

1: Jason W. Moore (2020), El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación del capital. (Trad. de María José Castro Lage). Traficantes de Sueños. 


2: Peter Rosset y Miguel Altieri (2018). Agroecología. Ciencia y Política. SOCLA. https://celia.agroeco.org/wp-content/uploads/2018/12/Rosset-y-Altieri-texto-completo-sin-portada-1.pdf ;  Nelson Álvarez Febles (2018) Sembramos a tres partes. Los surcos de la agroecología y la soberanía alimentaria. Ediciones Callejón ; Miguel A. Altieri (2009). Agroecología, pequeñas fincas y soberanía alimentaria. La agricultura del siglo XXI 38: 25-35. https://www.ecologiapolitica.info/wp-content/uploads/2016/03/038_Altieri_2009.pdf ; Miguel A. Altieri y Clara I. Nicholls (2000). Agroecología. Teoría y práctica para una agricultura sustentable. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. https://www.icia.es/icia/download/Agroecolog%C3%ADa/Material/Teoria_agricultura_sustentable.pdf


3: Miguel A. Altieri y Eric Holt-Giménez (2012). Agroecology, Food Sovereignty and the New Green Revolution. Journal of Sustainable Agriculture 37: 90-102, p.92. Cita original: “Traditional agriculture was the cultural and ecological basis for the development of agroecology as a science (Altieri 1995; Gliessman 2007). Because it is rooted in smallholder systems and relies on agroecosystem management rather than external inputs, agroecology is also a barrier to Green Revolution technologies. Agroecology is knowledge intensive (rather than capital intensive), tends toward small, highly diversified farms, and emphasizes the ability of local communities to generate and scale-up innovations through farmer-to-farmer research and extension approaches (Holt-Giménez 2006)”.


4: El Censo de Agricultura de Puerto Rico de 2022, realizado por el Servicio Nacional de Estadísticas Agrícolas (NASS) del USDA, registra que, en 2022, contábamos con 7,602 fincas, lo que representa una disminución del 7.6% (628 fincas menos) en comparación con 2018.​ Sin embargo, el tamaño promedio de las fincas aumentó un 9.6%, pasando de 59.3 cuerdas en 2018 a 65.0 cuerdas en 2022.


5: Nelson Álvarez Febles (2018) Sembramos a tres partes. Los surcos de la agroecología y la soberanía alimentaria. Ediciones Callejón.; Ana G. Ocasio Serrano (2018) El movimiento agroecológico como actor del desarrollo en Puerto Rico: un estudio sobre el rol de las cadenas productivas cortas en la promoción de la agroecología como modelo alternativo local. Tesis de Maestría, Georgetown University, https://repository.digital.georgetown.edu/handle/10822/1050763  ; Katia R. Avilés-Vázquez (2014) Farming and Resistance: Survival Strategies of Smallholder Farmers in Puerto Rico. Tesis doctoral. University of Texas, Austin. https://repositories.lib.utexas.edu/items/106dae18-fe2f-46be-9c87-35ad51149809 


6: Karl Marx, El Capital (1867), Tomo primero, Libro 1. Proceso de producción del capital, Capítulo XXIII, La ley general de la acumulación capitalista, sección 3. Producción progresiva de una sobrepoblación relativa o del ejército industrial de reserva, p. 584. (Traducción al español por Editorial Progreso, 1990) https://www.marxists.org/espanol/m-e/capital/karl-marx-el-capital-tomo-i-editorial-progreso.pdf


7: Nancy Fraser, “Las contradicciones del capital y los cuidados”, New Left Review 100, septiembre-octubre 2016: https://newleftreview.es/issues/100/articles/nancy-fraser-el-capital-y-los-cuidados.pdf 


8: Nelson Álvarez Febles, “El huracán abre el surco a la resiliencia agroecológica”, 80grados, 27 de abril de 2028: https://www.80grados.net/el-huracan-abre-el-surco-a-la-resiliencia-agroecologica/ 


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