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El modernismo marxista

Alex Betancourt


1. Pensamiento dialéctico en la estética marxista


La obra Marxist Modernism de Gillian Rose (Londres: Verso, 2024) se erige como una contribución significativa al campo de la teoría crítica, al ofrecer una exploración matizada de las intersecciones entre el pensamiento marxista y la estética modernista. Rose, conocida por sus análisis incisivos de conceptos filosóficos y sociológicos, aplica su agudo intelecto al examen de las complejas relaciones entre economía política, producción cultural y teoría estética en la era moderna. El libro se estructura en torno a una serie de lecturas detalladas de pensadores clave de la tradición marxista, con un enfoque particular en la Escuela de Frankfurt y sus predecesores intelectuales. El objetivo principal de Rose es dilucidar las formas en que el pensamiento marxista ha informado y ha sido informado por las prácticas artísticas y literarias modernistas, a la vez que critica ciertos aspectos de este linaje intelectual.


Uno de los temas centrales de Marxist Modernism es el papel del pensamiento dialéctico en la configuración de los enfoques marxistas de la estética. Rose argumenta que el método dialéctico, heredado de Hegel y transformado por Marx, proporciona un marco crucial para comprender la compleja interacción entre arte, sociedad y economía política en la modernidad. Hábilmente traza el desarrollo del pensamiento dialéctico desde Hegel, pasando por Marx, hasta la obra de Lukács y Adorno. Enfatiza cómo este modo de pensamiento permite una comprensión más matizada de las contradicciones inherentes a la sociedad capitalista y su expresión en formas artísticas.


Una parte significativa del libro se dedica a un análisis de las contribuciones de la Escuela de Frankfurt a la estética marxista. Rose presta especial atención a la obra de Adorno, Benjamin y Horkheimer, explorando cómo estos pensadores expandieron y complicaron los enfoques marxistas tradicionales de la cultura y el arte. Rose argumenta que el compromiso de la Escuela de Frankfurt con el psicoanálisis, la sociología crítica y la estética filosófica resultó en una comprensión más sofisticada de la relación entre arte y sociedad. Destaca cómo estos pensadores lidiaron con los desafíos planteados por la cultura de masas y la industria cultural, ofreciendo ideas que siguen siendo relevantes en nuestro paisaje mediático contemporáneo.


2. Modernismo y compromiso político


Un tema clave en Marxist Modernism es la relación entre las prácticas artísticas modernistas y el compromiso político. Rose explora cómo varios pensadores marxistas han interpretado el potencial político del arte modernista, desde visiones más ortodoxas que enfatizan el contenido sobre la forma hasta enfoques más matizados que reconocen la naturaleza inherentemente política de la innovación estética. Argumenta de manera conmovedora que los compromisos marxistas más productivos con el modernismo han reconocido la compleja dialéctica entre forma y contenido, viendo la experimentación artística como un sitio potencial de resistencia a la racionalización y la mercantilización capitalistas.


El análisis de Rose se caracteriza por su rigor intelectual y profundidad. Demuestra una comprensión profunda de las tradiciones filosóficas con las que se involucra, ofreciendo lecturas perspicaces de la complejidad filosófica de Hegel, Marx y Adorno. El libro logra tender puentes entre la filosofía, la sociología y la teoría estética, ofreciendo una visión holística de los enfoques marxistas del modernismo, algo que ya había hecho con la tradición judaica en Judaism and Modernity.


Al situar eficazmente a los pensadores y las ideas que discute dentro de sus contextos históricos e intelectuales, Rose proporciona a los lectores una rica comprensión del desarrollo de la estética marxista. Sin embargo, aunque el compromiso de Rose con Adorno es generalmente perspicaz, su afirmación de que Adorno (y Hegel) carecen de una noción de agencia o práctica humana es problemática. Esta interpretación pasa por alto las formas matizadas en que ambos pensadores conceptualizan la agencia y la praxis dentro de sus marcos dialécticos, como veremos más adelante. 


La densidad teórica del libro puede hacerlo desafiante para los lectores sin una sólida formación en filosofía y teoría crítica. El estilo de escritura de Rose, aunque preciso, puede ser exigente. Si bien el libro cubre una amplia gama de pensadores e ideas, algunos lectores podrían encontrar que ciertas áreas reciben menos atención de la que merecen, particularmente en relación con las tradiciones marxistas no occidentales.


El enfoque de Rose en Marxist Modernism es en sí mismo profundamente dialéctico, reflejando las metodologías de los pensadores con los que se involucra. Esto es evidente en varios aspectos de su trabajo. Rose enfatiza constantemente las mediaciones entre diferentes esferas de la vida social y cultural, evitando explicaciones reductivas que priorizan un factor sobre otros. El libro destaca las contradicciones inherentes tanto a la sociedad capitalista como al arte modernista, mostrando cómo estas tensiones impulsan los desarrollos históricos y estéticos. Al tiempo que se esfuerza por comprender los fenómenos en relación con la totalidad social, Rose resiste la tendencia a aislar las prácticas culturales o artísticas de sus contextos más amplios. En línea con la dialéctica negativa de Adorno, Rose a menudo procede a través de la crítica, revelando las limitaciones de varias posiciones teóricas para llegar a comprensiones más matizadas.


3. Los eslabones perdidos de Adorno


Si bien el compromiso de Rose con Adorno es generalmente perspicaz, su afirmación de que Adorno (y Hegel) carecen de una noción de agencia o práctica humana requiere un examen crítico. Esta interpretación pasa por alto las formas matizadas en que ambos pensadores conceptualizan la agencia y la praxis dentro de sus marcos dialécticos.


Contrariamente a la afirmación de Rose, Adorno sí tiene una concepción de la agencia y la práctica humana, aunque una que está profundamente mediada y a menudo enmarcada negativamente. Para Adorno, la agencia no es un dato no problemático, sino que está formada y enredada con condiciones sociales e históricas. Su crítica de la "pseudo-actividad" y el énfasis en la reflexión crítica como una forma de praxis demuestran una preocupación por la agencia humana, incluso si no se articula en términos voluntaristas tradicionales. El concepto de "dialéctica negativa" de Adorno puede verse en sí mismo como una forma de práctica crítica, una que resiste las tendencias totalizadoras del pensamiento identitario y permanece abierta a lo no idéntico. Este enfoque del pensamiento y la crítica está inherentemente ligado a nociones de agencia humana, incluso cuando reconoce las profundas limitaciones impuestas por las condiciones sociales existentes.


De manera similar, la filosofía de Hegel, particularmente como se articula en su Fenomenología del espíritu y La filosofía del derecho, contiene una concepción robusta de la agencia y la práctica humana. La noción de Hegel de "Geist" (espíritu) desarrollándose a través de la historia está fundamentalmente ligada a la acción humana y la autorrealización. Su concepto de "Sittlichkeit" (vida ética) en particular enfatiza el papel de la práctica humana en la conformación de las instituciones sociales y políticas. La caracterización errónea de Hegel por parte de Rose en este punto es particularmente sorprendente dado su profundo análisis del pensamiento hegeliano en sus otras obras. Es posible que esté reaccionando contra lecturas demasiado subjetivistas de Hegel, pero, al hacerlo, se inclina demasiado en la dirección opuesta.


4. La dialéctica negativa de Adorno


Para apreciar plenamente la posición de Adorno sobre la agencia y la práctica, es crucial entender su concepto de dialéctica negativa, que Rose podría haber explorado más plenamente en su análisis. La dialéctica negativa representa el intento de Adorno de reformular el pensamiento dialéctico de una manera que resiste la tendencia hacia la totalización y la reconciliación que se encuentra en la versión de Hegel. Para Adorno, la dialéctica no debe apuntar a una síntesis positiva o resolución de contradicciones, sino que debe mantener una postura crítica hacia todas las afirmaciones de identidad. Adorno argumenta contra la tendencia a equiparar concepto y objeto, enfatizando en cambio la no identidad entre pensamiento y ser. A diferencia de la filosofía idealista tradicional, la dialéctica negativa insiste en la primacía del objeto, reconociendo las formas en que el pensamiento está siempre mediado por condiciones materiales. En lugar de buscar definiciones fijas, Adorno propone organizar conceptos en "constelaciones" benjaminianas que iluminen su objeto desde múltiples perspectivas. Enfatiza la mediación exhaustiva de todos los fenómenos sociales, rechazando cualquier noción de acceso inmediato a la realidad. La dialéctica negativa procede a través de la crítica inmanente, analizando los fenómenos de acuerdo con su propia lógica para revelar sus contradicciones y limitaciones.


Este enfoque de la dialéctica informa la comprensión de Adorno de la agencia y la práctica. Si bien es escéptico de las nociones voluntaristas de libre albedrío, ve la reflexión crítica y la resistencia a la dominación como formas cruciales de praxis humana. El acto mismo de participar en la dialéctica negativa es, para Adorno, una forma de práctica que resiste las tendencias cosificadoras de la sociedad capitalista.


5. La herencia de Marx y Hegel


La dialéctica negativa de Adorno representa un compromiso complejo con los legados tanto de Marx como de Hegel. De Hegel, Adorno hereda el énfasis en la mediación y la crítica del conocimiento inmediato. Sin embargo, rechaza la afirmación última de Hegel del carácter racional de la realidad. De Marx, Adorno toma la crítica del capitalismo y el énfasis en las condiciones materiales del pensamiento. Sin embargo, es escéptico de cualquier noción de progreso histórico o del proletariado como sujeto revolucionario. El enfoque de Adorno puede verse como un intento de mantener el poder crítico tanto de la dialéctica hegeliana como de la marxista, evitando lo que él veía como sus tendencias hacia el cierre y la afirmación. Esto resulta en una forma de pensamiento dialéctico que es más abierta y resistente a la totalización.


Marxist Modernism ofrece una valiosa contribución a nuestra comprensión de las relaciones entre el pensamiento marxista y la estética modernista. Su enfoque dialéctico y profundo compromiso con pensadores clave en la tradición proporcionan numerosas ideas sobre la compleja interacción entre arte, sociedad y economía política. Sin embargo, su interpretación de las visiones de Adorno y Hegel sobre la agencia y la práctica requiere reconsideración. Una lectura más matizada de estos pensadores revela que efectivamente tienen concepciones de la agencia y la práctica humana, aunque profundamente mediadas y a menudo articuladas en términos negativos. Entender la dialéctica negativa de Adorno es crucial para apreciar su enfoque de la agencia y la práctica. Esta acusación anti-pragmática es una crítica infundada que generalmente se hace contra Adorno. Sin embargo, su reformulación del pensamiento dialéctico, con su énfasis en la no identidad y la resistencia a la totalización, ofrece un marco sofisticado para la Teoría Crítica que sigue siendo relevante para los desafíos contemporáneos.


El trabajo de Rose, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo un punto de referencia importante para cualquiera interesado en las intersecciones del marxismo, la teoría crítica y el modernismo estético. Nos invita a seguir lidiando con los complejos legados del pensamiento dialéctico y su relevancia para comprender nuestro presente.


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Alex Betancourt es Catedrático de Teoría Política en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

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