Angel Rodríguez Rivera
Puerto Rico se encuentra en el momento de mayor algidez de las campañas electorales de cara a las elecciones generales a celebrarse el próximo 5 de noviembre. Todo tiende a indicar que se está dando una reconfiguración de fuerzas en el espectro político puertorriqueño. Por un lado, vemos a un Partido Popular Democrático, representado como candidato a la gobernación por Jesús Manuel Ortiz, que aparenta estar condenado a la inconsecuencia política. Por otro lado, una alianza política, representada por Juan Dalmau, que va ganando adeptos en el imaginario político-electoral público del país. Esta remodelación de la habitación política en Puerto Rico ha puesto al Partido Nuevo Progresista a desarrollar estrategias políticas publicitarias que se bandean entre el miedo y la vulgaridad. Entre el “comunismo y el bellakeo”. En ambos casos la campaña está ausente de seriedad sustantiva y anclada en la trivialidad performativa.
En el Siglo XIX el comunismo era un fantasma que recorría Europa tomado de la mano de la militancia de la clase trabajadora organizada. El Partido Nuevo Progresista, en su campaña electoral, lo sustituye por un fantasma que gatea tropezándose por los pasillos de las oficinas centrales del PNP y el comité de campaña de Jennifer González. Luego de identificar a la Alianza y a Juan Dalmau como el “enemigo” político primario, han recurrido las viejas campañas de la Guerra Fría. Frases como “Dalmau es comunista”, “apoya a Maduro”, “va a ser dictador”, se han convertido en estribillos carentes de profundidad que guían la campaña a la gobernación del PNP.
En esta campaña están ausentes varias cosas. No encontramos explicaciones de cómo llegan a la conclusión de que Juan Dalmau y la Alianza son comunistas. Sería interesante saber cuáles de las propuestas descartadas como de corte comunista son realmente de esa índole. Sería de gran beneficio para el electorado puertorriqueño entrar a la caseta de votación, no con estribillos, sino con explicaciones concretas que permitan el debate de ideas. Más importante aún, en contraposición a “los comunistas”, cuáles son las ideas concretas que superan las de “los revoltosos, pelús, socialistas”. En la medida en que la estrategia es el miedo, se elimina la posibilidad del debate de ideas. Nos ahogamos en la trivialidad.
La campaña anticomunista tiene un problema. La juventud de Puerto Rico no vivió el período de la Guerra Fría. Para los jóvenes esa imagen es el equivalente a Gasparín, el fantasma amistoso. Para lidiar con eso utilizan la trivialidad vulgar del bellakeo. En lugar de propuestas concretas para la juventud, deciden decir que van a “barrer para que Bad Bunny **ame”. La Universidad de Puerto Rico está diezmada y en proceso de desmantelamiento por ausencia de un financiamiento adecuado. El sistema de educación pública está en ruinas, tanto en el sentido literal como metafórico. La juventud de Puerto Rico se ve en la obligación de emigrar porque el país perdió el interés mantenerles proveyendo posibilidades de vida digna. Sin embargo, la campaña para atraer el voto joven se circunscribe a imitaciones bufónicas de super héroes y un tra, tra, tra de bellakeo mal llevado.
Puerto Rico está en una encrucijada política. La trivialidad del miedo y la vulgaridad no ayudan a que vayamos construyendo un mejor país. Es tiempo de sacar a política del nivel de betún que ha adquirido. Nos merecemos mucho más.
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Angel Rodríguez Rivera es profesor de sociología en la U PR Cayey y expresidente de la APPU.
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