Manuel Rodríguez Banchs
La Alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana ha resultado ser mucho más que la suma de las fuerzas de cada uno de estos dos partidos. La fuerza que proyecta le ha dado al país un sentido de posibilidad, porque puede ser viable una victoria de la Alianza como alternativa a los gobiernos del PNP y del PPD. Amplios sectores del país tienen el convencimiento de que las cosas se pueden cambiar.
Durante esta campaña, buena parte de la prensa, analistas y comentaristas han quedado al descubierto como instrumentos de esos partidos. Aunque todavía predominan en la prensa y en los medios de comunicación tradicionales discursos y narrativas de impotencia—nada puede hacerse—y de resignación—nuestra realidad es inalterable surgen nuevas voces, una especie de contranarrativa que expresa, producto de las experiencias cotidianas, un nuevo sentido de realidad colectiva. Cada día son más las personas que comprenden que lo que antes se consideraba imposible, es ahora posible.
La mayoría del país es consciente de que nuestra realidad política, social y económica, exige grandes cambios. Puerto Rico atraviesa por una crisis económica que es comparable a la de la década de 1930. Esa depresión provocó la división y el colapso de los partidos dominantes de aquella época (Liberal, Unión-Republicano y Socialista). Provocó también una crisis de legitimidad de las instituciones del estado colonial. Como resultado, surgieron nuevos partidos y nuevas instituciones—el Partido Popular Democrático, el Estado Libre Asociado—que por un periodo lograron dominar y mantener su hegemonía, hasta que una nueva crisis económica estalló y los llevó, también, en crisis.
La crisis actual ha tenido resultados iguales para los partidos responsables, pues son incapaces de desarrollar políticas para superarla, incluyendo la crisis de legitimidad de las instituciones del ELA, la versión actual de la colonia. La victoria del PNP en el 2020 con apenas 33% de los votos y las divisiones en ambos partidos—PNP y PPD—indican claramente que este proceso de colapso, desprestigio y deterioro sigue avanzando al tal grado que el total descrédito de estos dos partidos es irreversible.
Aunque algunos indicadores económicos muestran cierta mejoría—debido exclusivamente a la transferencia tardía de fondos federales de recuperación—lo que ha logrado el gobierno es mitigar temporalmente los efectos de la crisis. Pero esos fondos, según llegan, se van. Y seguirán saliendo sin tener un impacto duradero, pues no se han destinado recursos para estimular ni para incentivar la actividad productiva, mucho menos para impulsar los cambios estructurales necesarios para superar la crisis, que también tiene una dimensión estructural. Esta inercia productiva responde a que las clases dominantes, a cuyo servicio han estado los dos partidos que han gobernado el país, son en su mayoría improductivas, intermediarias y no tienen proyecto propio. Estos, e incluso los sectores industriales, dependen casi exclusivamente del desvío de fondos públicos: directamente a través de la privatización, la subcontratación de servicios públicos y de los subsidios gubernamentales, como los programas de asistencia nutricional y de vivienda (que mantienen el consumo en un ritmo estable a pesar del desplome económico) e indirectamente a través de créditos y exenciones contributivas.
Los sectores empresariales actúan de manera unitaria—comparten incluso las mismas voces—para impulsar sus propuestas más importantes para Puerto Rico, a pesar de su heterogeneidad y de que muchas veces compiten entre sí. Sin embargo, las clases dominantes han sido incapaces de presentar propuestas coherentes para superar la crisis. Por el contrario, sus propuestas corresponden a las mismas políticas públicas que se han adoptado en Puerto Rico desde la segunda mitad de la década de 1980 y han contribuido directamente a la prolongación y profundización de la crisis actual. Han logrado reducir el empleo público y desmantelar instituciones gubernamentales perjudicando la calidad de los servicios. Han precarizado el empleo y flexibilizado la legislación protectora del trabajo. Han avanzado al desproteger el medioambiente y los recursos naturales, dando paso a su destrucción. Todo esto lo han logrado a través de la gestión gubernamental del Partido Popular Democrático y del Partido Nuevo Progresista, brazos políticos de la clase empresarial local y de los intereses del capital externo. Pero quieren continuar y profundizar estas mismas medidas, ahora también con el apoyo de la Junta de Control Fiscal o Proyecto Dignidad.
La responsabilidad de las clases dominantes con la crisis actual es innegable. También es innegable su incapacidad para sacarnos de ella. Sus propuestas siguen siendo las mismas que desembocaron en la crítica situación actual. Por tanto, no servirán para superar la crisis actual.
Puerto Rico necesita un proyecto económico y social que se desarrolle tomando en cuenta nuestras necesidades. Un proyecto que sea capaz de incentivar la actividad productiva y desarrollar un mercado interno coherente orientado a mejorar las condiciones de vida y generar bienestar para nuestra gente. Elaborar un proyecto de la envergadura que necesitamos, que sea capaz de revertir la profunda crisis en la que se encuentra sumergido el país, solo será posible si es producto de discusiones amplias, con participación democrática de los sectores mayoritarios del país. Por eso, el proyecto que necesita el país no vendrá de las clases dominantes. Podemos, aún así, sacar una lección importante de esos sectores: actuar de manera unitaria para impulsar nuestras propuestas más importantes para Puerto Rico, a pesar de nuestras diferencias y heterogeneidad. El proyecto económico y social que necesitamos para superar la crisis sólo será posible si es creado e impulsado por los movimientos sociales, las organizaciones comunitarias, la clase trabajadora y sus organizaciones.
Las posibilidades de la Alianza tienen a las clases gobernantes en pánico. Sus dos partidos están más desprestigiados que nunca. Como consecuencia, algunos de sus portavoces apoyan directamente al Proyecto Dignidad y sus propuestas antidemocráticas de neoliberalismo “limpio” y autoritario. No subestimamos al Proyecto Dignidad. Pero el apoyo de algunos portavoces de las clases dominantes resulta todavía marginal y tardío para este ciclo electoral.
Dignidad podrá mantener su delegación legislativa actual, pero más importante, puede golpear tanto al PNP como al PPD y de esa manera afectar algunas contiendas para otros puestos de importancia. La amenaza de la nueva derecha es real. Por eso, es importante seguir trabajando por una victoria de la Alianza, la cual, está dentro de las posibilidades. Pero igualmente importante es construir, desarrollar y fortalecer estructuras y espacios independientes de la clase trabajadora. El programa de la Alianza incorpora muchas de las demandas de la clase trabajadora, de los movimientos sociales y de las organizaciones comunitarias. En caso de una victoria de la Alianza, será necesaria la organización independiente de estos sectores para defenderlas e impulsarlas.
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Manuel Rodríguez Banchs es miembro de Democracia Socialista, militante de la Cuarta Internacional, editor de Momento Crítico y miembro del consejo editorial de Sylone.