Jorge Lefevre Tavárez
En este proceso electoral extremadamente dinámico, el tema de la relación colonial de Puerto Rico con los Estados Unidos ha sido, a la vez, tocado con frecuencia pero no abordado con detenimiento. El estatus ha estado en boca de muchos, pero no para analizar el tema seriamente y plantear posibles estrategias para dar fin al colonialismo en Puerto Rico, sino para distraer. El tema del estatus se moviliza para etiquetar, no para analizar y adelantar pasos para superar el problema. La superficialidad del trato del tema del estatus, a su vez, guarda relación con una manera de hacer política que se ha resquebrajado: el de definir a los partidos políticos por su preferencia de estatus. En su desesperado intento de mantener cohesión en su base y detener la huida de su electorado, el Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista han expresado, a su manera, que un voto por la Alianza es un paso hacia la independencia.
La propuesta de que las elecciones no son plebiscitarias, sino que se requiere promover otro espacio para trabajar el tema colonial, ha logrado difundirse a lo largo del terreno de la política electoral. Sin embargo, por las propias maniobras de los partidos principales, y quizás el desinterés de los medios, hay una realidad: no se ha podido atender en este ciclo electoral la relación colonial en la coyuntura específica. La propuesta de los sectores laborales de proponer la Asamblea Constitucional de Estatus y separar el tema del estatus de las elecciones generales para nada implica desatender o minimizar el problema del estatus. Incluso, se pudiera decir que el proyecto económico y social de la Alianza, trastoca por completo la manera en que se ha articulado la economía colonial puertorriqueña. Por el ambiente mediático y manipulado, se ha dificultado abordar el tema con seriedad.
¿Cuáles son los intereses que promueven que Puerto Rico se mantenga como colonia de los Estados Unidos? Esta pregunta no debería tener una respuesta ahistórica, sino que en cada coyuntura y con las fluctuaciones del mercado mundial debería revisarse. ¿Qué intereses promueven, hoy día, la colonia, a 15 años de la Gran Recesión, y en pleno contexto de conflicto interimperialista (Estados Unidos, Rusia, China)?
Por un lado, tenemos un sector del capital beneficiado por la relación colonial: aquellos sectores industriales estadounidenses que usan la isla para reducir el pago de impuestos al mínimo y mantener la entrada al mercado estadounidense. Sin embargo, esta “ventaja competitiva” del colonialismo se ha ido fraguando con los tratados de libre comercio característicos de la creciente integración económica mundial a finales del siglo XX y durante el siglo XXI. Todavía queda por verse cómo la implementación de un Impuesto Mínimo Global pudiera trastocar estos intereses en el futuro cercano.
Hay otro sector, comercial, que se enriquece con el hecho de que Puerto Rico es una economía lo suficientemente grande y subsidiada para mantener unos altos niveles de consumo y asegurar, por lo tanto, un mercado. De este hecho, dicho sea de paso, se beneficia tanto el capital comercial extranjero como el local. Las ayudas individuales del gobierno federal incluso llevan a que la economía colonizada puertorriqueña pudiera sufrir menos de una futura recesión que la de Estados Unidos, por ser tan altamente subsidiada y subdesarrollada. La colonia asegura cierto tipo de consumo con lo que estos sectores se enriquecen.
Por supuesto, también hay empresas que viven de fondos públicos, y se han aprovechado de los miles de millones de dólares en fondos federales que han llegado al país como parte de los fondos de reconstrucción posterior al huracán María. El capitalismo tardío en su fase de crecimiento desacelerado, con sus formas perversas y desesperadas de acumulación capitalista, fomenta la economía del desastre: para estos intereses, un futuro huracán es deseado.
Existe, también, una creciente importancia geoestratégica para Puerto Rico. Si bien la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el Periodo Especial en Tiempos de Paz hizo menos necesario que la economía de Puerto Rico reluciera frente a la cubana (lo que, dicho sea de paso, puede ser un factor adicional que explica la eliminación de la Sección 936 por parte del Congreso de Estados Unidos), hay una creciente necesidad por parte de los intereses económicos de Estados Unidos en explorar las llamadas “tierras raras”, en búsqueda de litio y otros elementos químicos de importancia en la producción de tecnologías avanzadas. El U.S. Geological Survey se encuentra precisamente haciendo una evaluación de las tierras y los cuerpos de agua en todo Estados Unidos y en sus territorios, incluyendo Puerto Rico, en lo que muy bien pudiera significar un relanzamiento de la explotación minera en pleno periodo mundial de neoextractivismo. En la medida en que China acapara gran parte de estos recursos, en su país y en países en los que ejerce influencia decisiva, para Estados Unidos estas ventanas de oportunidad en sus territorios se hacen imprescindibles. Este, quizás, sea un interés novedoso que vuelve a unir intereses económicos y militares para preservar la relación colonial. Es difícil precisar hasta qué punto esta competencia interimperialista, tanto económica como militar, pudiera conllevar, también, una nueva militarización de territorios en Puerto Rico.
Si focalizáramos desde los partidos electorales en Estados Unidos, el cambio hacia el tema de Puerto Rico es notable. Hay que señalar de entrada que ambos partidos, el Partido Demócrata y el Partido Republicano, son partidos que apoyan y representan los intereses imperialistas de los Estados Unidos, y en ese sentido no han tenido un deseo genuino de resolver el problema colonial de Puerto Rico. El desinterés de los proyectos de plebiscitos o asambleas de estatus, por un lado, y la burda imposición de la Ley PROMESA y la Junta de Control Fiscal, lo demuestran. Sin embargo, interesa ver el cambio en el discurso de cada cual.
El Partido Demócrata ha eliminado al Estado Libre Asociado de su propuesta con respecto al tema del estatus de Puerto Rico, e incluye únicamente a la independencia, la libre asociación y la estadidad. Todo indica que, como exclamaba Hamlet, esto es mera retórica, “Words, words, words”. Sin embargo, no está de más considerar la posibilidad de que, ante una posible crisis política en su colonia, el partido le abra paso a propuestas libreasocianistas en las que los intereses económicos y políticos se mantienen inmutables. No es difícil de imaginarse relaciones de libre asociación que preservan algunos o incluso todos los intereses mencionados anteriormente que se benefician por la relación colonial. El imperialismo no carece de originalidad cuando le es necesario.
Al hacer referencia a que el Partido Republicano eliminó el apoyo a la estadidad de su programa, ¿qué ocupó su lugar? El Programa 2025 del Heritage Foundation—de los intereses económicos más conservadores y cercanos al Partido Republicano—recalca la importancia geoestratégica de los “territorios” de los Estados Unidos, lo que pudiera ser, implícitamente, la respuesta. Ante la eliminación de la estadidad, el retomar la colonia extractivista parecería ser la respuesta que brinda este sector de la política estadounidense.
Quizás lo más sorprendente del trato del tema del estatus en esta coyuntura electoral es que se le haya dedicado tan poco espacio a la Junta de Control Fiscal. La Junta se impone en un momento en el que el modelo económico de la colonia se encontraba en plena crisis, cuya culminación—desde la perspectiva de los intereses capitalistas—fue el impago y la crisis de la deuda. Ante eso, se aprueba la Ley PROMESA y se crea la Junta de Control Fiscal, como mecanismo de control imperial para estabilizar la crisis colonial.
En ese sentido, el espacio que ocupa la Junta de Control Fiscal es paradójico. Como herramienta del capital, su propósito ha sido claro: encargarse de que los bonistas tengan una ganancia extraordinaria en las distintas renegociaciones de la deuda del país, en los distintos planes fiscales. Para eso, el interés cortoplacista es el que importa, por lo que, en el camino, y a través de su control del presupuesto del país, profundizarán las medidas neoliberales que los partidos patronales han promovido. Poco importa una segunda quiebra, advertida por distintos sectores del país. Poco importa la profundización de la desigualdad, de la corrupción.
Pero ese propósito parecería contradecir el que se afirmó previamente: estabilizar la crisis colonial. Todo lo contrario: la Junta de Control Fiscal, como burda imposición neoliberal e imperial, ha acumulado un rechazo por la mayoría del país. No cabe duda de que un gobierno que proponga un modelo distinto al panfleto de proyecto neoliberal trasladado e impuesto en Puerto Rico tendría que enfrentarse a la Junta de Control Fiscal. Y así, claramente, lo han expresado el Movimiento Victoria Ciudadana y el Partido Independentista Puertorriqueño, cuya Alianza electoral tiene, incluso, posibilidades de triunfo, y, cuando menos, tendrá una presencia importante en la legislatura. Si se aproxima una nueva crisis del estado actual colonial, se dará en la medida en que el gobierno se enfrente a la imposición imperial y a la Junta de Control Fiscal, eliminando su presupuesto y promoviendo una transformación de la economía y la sociedad actual.
En ese sentido, sin que las elecciones sean plebiscitarias, el programa de la Alianza sí promueve un choque con el modelo económico actual de desvío de fondos públicos a bolsillos privados y de control de política pública por parte de la Junta de Control Fiscal. Y es que el colonialismo no es solo una relación política, sino también una subordinación económica, que el proyecto social de la Alianza busca trastocar. La descolonización, se pudiera decir, se promueve en dos frentes, en el económico-social por medio de la política pública y en el político por medio de la Asamblea Constitucional de Estatus.
Hay algo cierto en todo el ruido mediático del bipartidismo y los intereses neoliberales en Puerto Rico: sin sonar alarmista, es posible que un cambio dramático en la representación política del país pueda conllevar unas transformaciones en la relación colonial. Hasta qué punto y a cuánta profundidad lo determinará la propia lucha de clases.
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Jorge Lefevre Tavárez es editor, ensayista y sindicalista. Forma parte de la Junta Nacional de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU). Es miembro de Democracia Socialista y actualmente forma parte de su Comisión Política.
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