Jorge Lefevre Tavárez
La apuesta por una alianza entre el Movimiento Victoria Ciudadana y el Partido Independentista Puertorriqueño partía de la premisa de que los sectores progresistas, antineoliberales, no deberían comparecer al proceso electoral de manera separada, y que la suma de estas dos fuerzas que en el 2020 aglomeraron cerca del 28% del voto popular haría de estas, unidas, la segunda fuerza política del país.
Solo luego de concretada la Alianza y con el tremendo entusiasmo que causó en el país, se sintió como real la posibilidad de un triunfo de la izquierda en Puerto Rico. La paradoja de las elecciones del 2024 es que la premisa original de la Alianza fue correcta, si bien la ilusión del triunfo desembocó en desaliento al enfrentarse a los resultados electorales.
El que Juan Dalmau haya obtenido poco más de 30% como candidato a la gobernación, en términos concretos, siempre fue parte del objetivo y de lo realizable. En el 2020, la suma del PIP y MVC recibió 353,775 votos para la gobernación, casi un 28%. Ahora, Juan Dalmau recibió 364,145 votos en los resultados brindados la noche de la elección, casi un 33% en un universo electoral con 174,000 votos menos.
Con poco más de 33%, Pedro Pierluisi ganó las elecciones del 2020. Que Dalmau haya recibido 33% era parte del resultado deseado, que superaba las encuestas de los medios, y que, en una carrera de estrecho margen como la del 2020, hubiese podido significar una victoria de la Alianza. El bipartidismo, en su conjunto, siguió en su descenso de apoyo electoral, yendo de 834,833 votos en el 2020 a 671,653, un descenso de 163,180 (según los datos de la noche de las elecciones generales del 2024 – este número deberá disminuir con el conteo del voto adelantado, aunque el descenso en apoyo no podrá contrarrestarse).
Lo que ha servido como desaliento para el electorado progresista es el margen entre el triunfo de Jenniffer González y la segunda fuerza representada por Juan Dalmau. El descenso en los números del bipartidismo se debe a la reducción del apoyo al PPD, que perdió 174,347 votos, mientras que el PNP aumentó en unos 11,167 votos, número que aumentará según se cuente el voto adelantado.
Estimábamos que se fortalecería la polarización entre las fuerzas de la izquierda y de la derecha (de la democracia y de la dictadura del capital), y hasta cierto punto esto se vio, aunque no de la manera esperada. En lugar de haber un fortalecimiento de la nueva fuerza de la derecha reaccionaria, Proyecto Dignidad, que, a su vez, le restaría votos al bipartidismo, particularmente al PNP, mantuvo su apoyo en términos de puntos porcentuales, mientras el PNP aumentó el suyo en la medida en que se tornaba cada vez más reaccionaria. La candidatura independiente de Elizabeth Torres tampoco le hizo mella. Si bien siempre ha habido una tendencia fundamentalista y conservadora en el PNP (si fuéramos a denominarla en términos de la política gringa, “republicana”), quizás no es hasta ahora que se ha vuelto hegemónica: Jenniffer González, William Villafañe, Thomás Rivera Shatz, Johnny Méndez, Keren Riquelme, la abogada motorizada, Gregorio Matías, las figuras principales son todas del ala más conservadora, mientras que el ala “liberal” ha quedado sepultada, en parte por sus propias barrabasadas (los “boys” del chat, Pierluisi y LUMA).
Al no acertar con respecto al fortalecimiento de Dignidad, a pesar de que se fortalecería la derecha extrema y reaccionaria, no previmos la manera en que el PNP pudiera ganar con un margen cómodo la gobernación y, sobre todo, copar ambas cámaras legislativas debido al sistema electoral tan desproporcionado con el que cuenta Puerto Rico (en el que una fuerza con un tercio del voto puede tener menos del 8% en cada cámara, y una con 40% llegar a dominar dos terceras partes). De tener cuatro escaños legislativos, Victoria Ciudadana se queda posiblemente sin un escaño legislativo, aunque Eva Prados tiene posibilidades de triunfar en el Distrito Representativo 3. El PIP aumenta de 2 a 3, con la elección de Adriana Gutiérrez a la Cámara de Representantes. El resultado general es que la representación de la Alianza baja de 3 a 1 en el Senado y de 3 a 2 en la Cámara o mantiene la misma presencia.
La candidatura débil de Jesús Manuel, el gran desconocido, logró superar el 20%, lo que en el último año se había puesto en dudas. La reflexión inicial nos lleva a dos puntos: 1) subestimamos la fuerza de arrastre que pudieran recibir las candidaturas nacionales del PPD a partir de la organización del partido en los municipios y en las alcaldías, triunfando este partido en 45 municipios; 2) no calculamos correctamente que la movilización del PPD para las primarias, “débil” para un partido hegemónico, debía llevar a pensar que con facilidad pudieran de todas maneras lograr 200,000 votos o 250,000 votos, lo que le daría los puntos porcentuales que sumó finalmente su candidato.
Nuestra tendencia partía de la premisa de que el Movimiento Victoria Ciudadana, si bien necesariamente tenía que ir en Alianza con el PIP, era, de todas maneras, el esfuerzo político con mayor posibilidad de crecimiento y cambio. Los ataques de Democracia es Prosperidad específicamente diseñadas para Victoria Ciudadana parecerían confirmarla. Sin embargo, los números demuestran que quien ha salido fortalecido en este proceso es el PIP. Incluso en aquellos distritos representativos o senatoriales donde la campaña del PIP tenía muy poca presencia, en reiteradas ocasiones y a lo largo de la isla la candidatura pipiola supera en votos a una campaña mucho más vocal y presente de Victoria Ciudadana.
Aquí, nuevamente, lanzamos reflexiones iniciales: 1) el PIP fue capaz de lograr una campaña nacional de manera más efectiva que MVC; 2) la ausencia de candidaturas por acumulación fue un elemento que debilitó a Victoria Ciudadana a nivel nacional; 3) Victoria Ciudadana, a nivel central, apenas brindó apoyo a las candidaturas de Nominación Directa de Mariana Nogales y Rafael Bernabe, acentuando el segundo punto de una débil presencia a nivel nacional; 4) la candidatura de Ana Irma Rivera Lassén a la Comisaría no sirvió de punto nacional aglutinante, en parte por la campaña de Pablo José Hernández, que llevaba trabajándose desde hace años, y que logró recibir el voto de personas que apoyaban a Dalmau para romper parcialmente con el bipartidismo, pero que no se sentían preparadas para cruzar de barco completamente para la Alianza; 5) se subestimó la influencia de la campaña anticomunista, dirigida con especial énfasis a Victoria Ciudadana, en amplios sectores de la población donde el mensaje de la Alianza no llegó con fuerza por los puntos destacados anteriormente; 6) se cargó todo el cuatrienio con una estructura organizativa, la Red de Redes, que ha sido un lastre para ampliar la militancia del movimiento; 7) parecería apreciarse un aparato electoral que todavía no se ha mostrado estar al nivel del momento histórico.
El panorama, sin embargo, si bien con una debilidad mayor a lo esperado en el terreno legislativo (se pierde no solo presencia progresista en la legislatura, sino presencia francamente anticapitalista y socialista), sigue siendo el de una nación profundamente dividida, división que va adquiriendo cada vez más un carácter de clase. La victoria de Jenniffer y del PNP en la legislatura no debería restarle al hecho de que la candidatura de la Alianza a la gobernación, la de Dalmau, logró los números esperados. Un tercio de la población apostó por un programa antineoliberal, de cambio.
La diferencia programática y política entre la primera y la segunda opción a la gobernación son dramáticamente mayores a la diferencia vista en más de medio siglo, por mucho. La nación dividida implica, también, la existencia y permanencia de sectores conservadores, que no solo se han puesto más agresivos (Democracia es Prosperidad, Dignidad, CRECE, Instituto de Libertad Económica), sino que preservan sus ideólogos blandengues e inofensivos con arraigo popular (Pablo José Hernández, Héctor Ferrer).
El enorme entusiasmo y las importantes movilizaciones que se dieron en torno a esta campaña parecen demostrar que una estrategia socialista debería continuar tomando en cuenta el espacio electoral, aunque el enfoque del trabajo de izquierda debería reenfocarse en el inicio de este próximo cuatrienio. A pesar del margen de victoria, la gobernación de Jenniffer González continúa siendo la más frágil de este momento crítico de la historia en Puerto Rico.
A pesar de la desilusión que sienten ciertos sectores por las expectativas de los últimos dos meses, la campaña de la Alianza revivió la chispa de la esperanza lúdica del Verano del 2019. Las fuerzas latentes en una sociedad no se suprimen por completo, sino que buscarán estallar en otro momento. Pese a todo, “frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”, como dijo Gabriel García Márquez en su discurso “La soledad de América Latina”, y en lo inmediato, el trabajo de base en el espacio comunitario, sindical, de autogestión obrera, pudiera ser la más fructífera para este próximo periodo de lucha.
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Jorge Lefevre Tavárez es editor, ensayista y sindicalista. Forma parte de la Junta Nacional de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU). Es miembro de Democracia Socialista y actualmente forma parte de su Comisión Política.
Matemáticamente hablando es casi imposible tener un sistema electoral completamente justo, pero nuestro sistema es uno de los peores. El PPD y más aun el PNP pusieron escollos legales a la posibilidad de formar una alianza que pudiera presentar sus candidaturas de manera que fuera fácil votar por ellas. Eso debemos comenzar a pelearlo desde ya. Otro aspecto negativo de nuestro sistema electoral es que un(a) canditado puede ganar la gobernación sin mayoría absoluta (> 50% de los votos). En algunos otros países se hace una segunda elección entre los primeros dos posicionados si no obtienen más del 50% en la primera ronda. Si tuviéramos ese sistema en Puerto Rico estoy seguro que en estas elecciones Dalmau ganaría en una…